Varios analistas piensan en Estados Unidos que la Reserva Federal (el Fed), al reaccionar tarde para frenar el ciclo de alza de su tasa de interés, ya dejó entrar la recesión. Como este ha sido el caso en muchos ciclos de alza de tasas, el adagio es que todas las recuperaciones en ese país son aniquiladas por el Fed. Se reconoce así que la política monetaria no es ciencia, pues está sujeta al error humano de cálculo.

El riesgo que hoy se percibe es que las alzas del Fed iniciadas en diciembre de 2015, finalmente impiden que continúe la recuperación, al haber entrado en su etapa madura. Y un hecho es que esta recuperación logró el pleno empleo, aunque con salarios débiles. De ahí que el sentimiento generalizado es de riesgo inminente. Pero un hecho que no apoya esta visión es que la tasa del Fed apenas subió de 0.25% en noviembre de 2015 a 2.5% actualmente. Como la inflación pasó en el mismo período de cero a poco menos de 2%, entonces la tasa real sólo aumentó de 0.25% a 0.50%.

No parece que este escaso aumento cause la próxima, nueva recesión, tan sólo por la tasa de interés. Por una parte, los indicadores de débil actividad económica son recientes, después que el producto estadounidense aumentó 3.1% en el primer trimestre. Así, hay otras razones que pueden explicar el debilitamiento, por ejemplo: las tensiones comerciales con China y su impacto en las empresas tecnológicas estadounidenses y en la Bolsa.

Si pensamos un poco más, una recesión en estas condiciones significaría que la recuperación tan suave lograda en Estados Unidos desde 2010 muy pronto llegó a su límite, a pesar de que aumentó su gasto y deuda pública y en 2018 hizo una agresiva reducción de impuestos. Y en Europa, significaría que la tasa de interés negativa aplicada por el BCE para facilitar el aumento de crédito sólo mantuvo a las economías a flote, pero no les dio una recuperación sostenible. Por ese sentimiento de debilidad es que hoy el bono gubernamental a diez años tiene un rendimiento negativo de -0.30% anualmente. Austria emitió hoy un bono a 100 años con rendimiento de 1.2% anual. Si los bonos pagan tan poco, no hay que pagar al gobierno alemán para que tome nuestro dinero en préstamo a diez años y nos regrese menos de lo que le prestamos. Es por ello que en Europa las empresas no están invirtiendo. En contraste, en Estados Unidos el bono a 10 años paga 2.0%, cuando menos en línea con la inflación esperada.

El riesgo estadounidense parece más bien por contagio del resto del mundo, donde casi el resto de ellos no puede sostener su crecimiento sin depender del mercado de otros países (por ejemplo, China) o que no quieren usar gasto o reducir impuestos porque no quieren más endeudamiento (casi toda la zona euro). Y es esa dependencia de los mercados de otros, una especie de mercantilismo moderno, lo que genera crecientes tensiones comerciales, como las que hoy vemos entre China y Estados Unidos.

El proteccionismo surge porque el mercado global no está absorbiendo la capacidad de producción de todos los países. Aquellos que se atreven a bajar impuestos o incurrir en déficits cada vez son más renuentes a tener desempleo interno si pueden aliviarlo importando menos. Los cambios de liderazgos políticos han reaccionado contra los dos iconos de la globalización: el libre comercio y la migración.

En ese ambiente no hay condiciones para la cooperación global, excepto en palabras y discursos. La reunión próxima del Grupo de los 20, en Japón, nos dará más luz, pero no debería generar altas expectativas, excepto para lo que pudieran acordar, bilateralmente, China y Estados Unidos.


Analista económico.
rograo@gmail.com

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