Que hay una desaceleración global no está a discusión. Pero, qué tan frágil es la situación de la economía global que no pueda tolerar una desaceleración sin volver a caer en recesión, depende de los efectos en ciertos países claves.
La desaceleración ya tiene tiempo en China y en la Unión Europea, sobre todo en la zona euro. China está entre la espada y la pared: por una parte, impedir una mayor caída de su crecimiento, requeriría que siguiera expandiendo su crédito interno, pero eso sería a costa de una mayor depreciación de su moneda.
Por el contrario, apretar su política monetaria y la liquidez impediría la depreciación, pero deprimiría aun más el crecimiento. Con una deuda total 250% del PIB, apretar su política monetaria causaría quiebras y desempleo. Es un hecho que las empresas chinas deben mucho y no generan suficientes flujos para el pago de sus deudas. Las que deben dólares están aun más expuestas.
La zona euro, ya ocupa hoy la casi total atención de la Unión Europea, aun cuando varios países de la unión no son miembros del euro. Es claro que la crisis de esa divisa ya está comprometiendo a miembros de la unión que tienen sus propias monedas y su propia política monetaria, quienes siguen renuentes a compartir el riesgo financiero de los países débiles atrapados por la camisa de fuerza del euro. Eso fue obvio en el reciente acuerdo de dar más apoyos al proyecto de unión bancaria y el fondo de rescate de países deudores.
La crisis política francesa prácticamente ya acabó con el liderazgo de su presidente Macron y muestra lo incompatible de mantener una situación económica y social sostenibles y al mismo tiempo cumplir con las exigencias excesivas que requiere el euro para tener credibilidad. Italia ya lo había mostrado y, anteriormente, Grecia.
Qué tanto la desaceleración que inicia en Estados Unidos afectará a éstas y otras partes vulnerables de la economía global, depende de lo que haga la Reserva Federal estadounidense (el Fed) con su tasa de interés. El Fed con un error puede poner fin a la expansión y causar recesión. El récord de que diez de los últimos ciclos de expansión estadounidense terminaron en recesión es casi condenatorio. Eso fue claro a fines de los ochenta, fines de los noventa y en 2006-07 —aunque en este último caso la crisis hipotecaria muy probablemente era inevitable.
Lo importante es lo que pase ahora, cuando el Fed ha subido su tasa desde diciembre de 2015. Aunque su nivel era muy bajo y el propósito de “normalizarlo” tiene muchos argumentos a favor, también es cierto que no debería subirlo si el ciclo de expansión ya está dando la vuelta.
Siempre hemos sabido que pedir al Fed que ajuste sus tasas al alza o a la baja en el momento preciso es pedir demasiado. Aun más hoy, cuando la economía estadounidense es muy sensible a cualquier aumento, después de un periodo de tasas muy bajas.
Como no hay reglas mecánicas a aplicar en este caso, casi todo queda a juicio de su Consejo. El debate es sobre si la expansión ya se agotó, o si aún no llega a su punto de madurez.
Un dato es que la distancia entre el crecimiento del PIB nominal y la tasa de interés se ha estado recortando con demasiada rapidez del periodo 2009-2016 al 2017-2018. Si la economía global es muy frágil, esta diferencia sugiere que la mejor época para incrementar la tasa ya pasó y que, como afirma el presidente Trump, ya no debería aumentar más.
Si en las próximas semanas el Fed encuentra más puntos de debilidad global, podría dejar su tasa en 2.75% después de hacer el siguiente aumento, el próximo 19 de diciembre.
Analista económico.
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