La Bolsa estadounidense en el índice Dow Jones perdió 258 puntos en la semana de la elección de Donald Trump. Pero cuando los inversionistas entendieron su programa económico, en la siguiente semana, la Bolsa subió 960 puntos. Desde entonces no dejó de subir, un total de 8 mil 570 puntos hasta el 28 de septiembre, 46% desde antes de la elección.

Esa reacción descalificó a la corriente dominante de “expertos” quienes preveían un desastre por el ataque al “orden liberal internacional”, una “verdad” establecida, como muchas otras en economía.

Su base era que reducir impuestos causaría una explosión del déficit fiscal y de la estabilidad. También, que el proteccionismo comercial de Trump causaría otra gran depresión y dañaría sobre todo a las empresas estadounidenses.

El hecho de que lo anterior no se materializara dos años después de la elección deja una gran lección. El “análisis” deja de ser útil cuando está bañado de valoración subjetiva, adquirida por una ideología que el analista ni siquiera reconoce.

Joan Robinson decía que la “descripción” de un problema no puede separarse de “la evaluación”. “Pretender que no estamos interesados en la evaluación es engañarnos a nosotros mismos”.

Es aun peor cuando se considera que el orden que observamos debe continuar inercialmente y que salirse de esa inercia llevaría a catástrofe.

Regresando a Trump, la economía estadounidense creció 1.9% en el último año del presidente Obama. En los últimos dos trimestres en 2018 creció 4.2% y 3.5%. Se aceleró con la pura expectativa de un cambio de política económica.

Aunque a los empresarios estadounidenses no les gustaba una política comercial proteccionista, la inversión creció 1.8% anual con Obama en 2016 y de ahí saltó a 6.3% con Trump, en 2017, sin que hubiera aún reducción de impuestos.

Trump proponía otras cosas, como la desregulación, el aumento de la producción de energía y la defensa de empleos, aun en acero y minería, consideradas como actividades casi muertas. En 2018, ya con la reducción de impuestos, la inversión no residencial aumentó 7%.

También se predecía que el proteccionismo golpeara a la industria manufacturera estadounidense, pero el empleo manufacturero aumentó en 414 mil desde la elección, después de estar estancado en 2016. Y el empleo total, el mayor logro, aumentó 4.4 millones.

La inflación sigue baja, a pesar de que las tarifas contra China y otros productores aumentaron ciertos precios. Es exagerado que sus tarifas contra China causen una “guerra” comercial, pues han sido apuntadas y dosificadas.

Y algo a destacar es que Trump logró que los demócratas en el Congreso compartan su política contra China.

No se trata de hacer aquí una apología de la política económica estadounidense, sino de recordar que el análisis se equivoca cuando se basa en “verdades establecidas”.

Es cierto que el déficit fiscal ha aumentado por la reducción de impuestos. Pero para juzgarlo como error, debería considerarse cuál sería hoy el crecimiento y el empleo si hubieran continuado inercialmente desde 2016.

Y un déficit fiscal eleva el costo del servicio de la deuda pública. Pero hay que apreciar que el costo cambia según el nivel de tasa de interés. El Presidente Reagan causó un aumento del déficit a 6.4% del PIB en 1983, con el recorte de impuestos de 1981. Pero la tasa de interés del Fed era 8.7%. El déficit en 2017 fue 2.6% del PIB y la tasa del Fed 1.9%.

Seguramente el déficit va a subir en 2019 y puede exceder 4% del PIB, pero la tasa previsible de la Fed sería 2.75%. Hay riesgos, pero Estados Unidos ganó dos años de crecimiento.

Analista económico.rograo@gmail.com

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