Consuela saber que habrá una pausa. Al menos una semana que, si no es del todo santa, sirva para reflexionar sobre la vorágine que está viviendo el país en los nueve meses recientes: una actividad febril como nunca antes; la imposición de lo inédito como hecho cotidiano; el desafío permanente a nuestra capacidad de asombro; el reinado de la incertidumbre; y la necesaria aceptación de una nueva realidad siempre cambiante.

Tiempo para comprender el momento en que vivimos y para anticipar el futuro que comienza el próximo segundo: en dónde estamos como individuos y como país; hacia dónde vamos como nación; y qué estamos haciendo ciudadanos y gobierno para definir el rumbo.

Si asumimos la democracia como una suma de voluntades, todos somos responsables. Pero el compromiso es todavía mayor para quienes elegimos como representantes populares.

Y en un sistema presidencialista como el nuestro, la carga mayor recae en el ábside de la pirámide del poder ejecutivo que es, por supuesto, el Presidente de la República. Por ello, conforta que él, se haya dado unos días de descanso de sus declaraciones cotidianas de decenas de minutos. Así que, con la mejor intención, vayan aquí algunas sugerencias para la meditación de quien hoy nos gobierna:

—¿A quién beneficia un país dividido entre fifís y chairos?

—¿De verdad son válidas las generalizaciones: todos los empresarios rapaces y ladrones que no tienen llenadero; todos los periodistas mentirosos y saboteadores; todos los morenos virtuosos e infalibles?

—¿Esa infalibilidad procede desde el presidente mismo y es la nueva religión?

—¿No será que entre sus seguidores pululan sus peores enemigos; los que lo pregonan como iluminado y están cometiendo pecados en su nombre: “el presidente quisiera que deje su cargo, así que se larga ahora mismo”?

—¿No será la soberbia el pecado más común que cada día se ejerce como una suerte de absurda revancha social: ahora mandamos los de abajo, y se joden ustedes los de arriba?

—¿No será la cancelación de Texcoco el pecado original…y Santa Lucía el de omisión porque todavía no existe?

—¿Es un sueño imposible la rectificación —que sería de sabios— para darnos el aeropuerto que México se merece?

—¿Es la mejor receta romper con todo el pasado: Reforma Educativa, guarderías infantiles; seguro popular; salarios máximos; refugios para mujeres; programas culturales y todo lo hecho hasta junio de 2018?

—¿Son de un gobierno humanista los despidos masivos que dejan en la indefensión a miles de familias?

—¿Seguirán siendo la mejor opción de gobierno las conferencias mañaneras y los abucheos en las giras con los gobernadores?

—¿Es labor del presidente denunciar abusos de gasolineras de ciudades y pueblos de todo el país?

—¿Sería mucho pedir que lo viéramos alguna vez en su despacho de Palacio Nacional y en mangas de camisa con sus colaboradores, analizando, dirimiendo, decidiendo sobre los grandes problemas nacionales…en pocas palabras…gobernando?

¿Cree Andrés Manuel López Obrador en la buena fe, aun de quienes ejercemos la sacratísima opción de la crítica en el periodismo?

Periodista. ddn_rocha@hotmail.com

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