En su libro “El Secreto del Éxito”, Donald Trump delinea lo que es su filosofía frente a cualquier tipo de negociación: “Mucha gente dice que un buen negocio es cuando ambas partes ganan, pero eso es falso. En un negocio bueno, ganas tú y no la otra parte. Acabas con tu rival y te llevas la mejor parte. En las negociaciones que realmente me gustan, siempre voy por el triunfo total”.

Viene a colación la cita porque existen fundadas dudas de los términos en que realmente se dio el acuerdo para evitar que Estados Unidos impusiera aranceles a los productos mexicanos que se comercializan en ese país.

Mientras el gobierno de México trata de demostrar que fue una negociación exitosa, que frenó esa medida y que evitó daños al comercio y economía del país, Estados Unidos continúa con la presión a un gobierno que no atina a descifrar como defenderse ante los misiles retóricos del presidente estadounidense, que lo han llevado a la posición incómoda de justificar todo lo que les fue impuesto y que aún desconocemos los mexicanos.

Trump afirma que, con el acuerdo, México frenará la migración hacia su país, el desplazamiento de 6 mil efectivos lo acredita.

Trump reveló que el acuerdo incluye el compromiso de nuestro país de comprar a campesinos estadounidenses “grandes cantidades” de productos. El gobierno no lo había mencionado.

Trump señala que hay partes del acuerdo que serán revelados más adelante y que involucran “votación del cuerpo legislativo de México” y el gobierno niega la existencia de un acuerdo secreto.

Trump, con su acostumbrada costumbre de “patear el perro para después acariciarlo”, hábilmente metió al gobierno mexicano en la dinámica de ofrecer un acuerdo ante las amenazas, cuando entre Estados soberanos y, menos, entre vecinos, pueden existir ese tipo de chantajes.

Reconocemos el esfuerzo del canciller Marcelo Ebrard para sacar al gobierno federal de la difícil situación en que lo ubicó el presidente norteamericano, pero Donald Trump, como hábil negociador que es, logró su objetivo cantado a los cuatro vientos, en el sentido de que levantaría un muro en la frontera entre los dos países y que México lo pagaría.

El muro se levantó en la frontera sur de nuestro país, con 6 mil elementos de la guardia civil y se reforzó en la frontera norte de México, con el compromiso de recibir a los migrantes centroamericanos que Estados Unidos no quiera, para que seamos, de facto, Tercer País Seguro, con los gastos que ello implica y pese a que el gobierno mexicano lo venía negando.

Estados Unidos logró, una vez más, imponer su voluntad (“En un negocio bueno, ganas tú y no la otra parte”), exhibiendo a un gobierno mexicano debilitado, que solo alcanzó a evitar mayor daño a su maltrecha dignidad.

En términos futbolísticos: Ebrard y su equipo, fueron a jugar de visitantes. La diferencia: El dueño del equipo rival fue por el triunfo total, mientras el del equipo mexicano, rogó porque no golearan a su equipo.

Con esa mentalidad, el acuerdo, cuyos verdaderos términos demandamos se den a conocer, México se erigió en el muro que Trump tanto pregonó y sucumbió ante las presiones, para permitir el inmoral doble rasero del que habló el Diputado Porfirio Muñoz Ledo: En la frontera norte, pedir nos abran la puerta, mientras en la frontera sur, aceptamos cerrarla para hacerle el oscuro favor a Estados Unidos.

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