Tere, de 71, ha visto pasar los últimos 12 años de su vida en los pasillos de la Casa Hogar Atención al Anciano y Promoción Social, en la Ciudad de México. Sentada en un sillón individual, ubicado junto a la ventana de su habitación, se acomoda su larga falda y cuenta cómo llegó a este asilo el 8 de octubre de 2004, después de la muerte de su padre, cuando tenía 58 años.

Sus manos y su rostro son prueba de su edad. Es la mayor de seis hermanos. Nunca se casó ni tuvo hijos. Jamás trabajó. Apenas cursó la primaria. Un diagnóstico de esquizofrenia la hizo vivir totalmente dependiente de sus padres. La suma de estos factores la llevaron a vivir en esta casa hogar ubicada en el sur de la capital.

En la Ciudad de México se tiene el registro de 4 mil 298 adultos mayores repartidos en los 160 asilos que ahora cumplen la función de un hogar para los mexicanos con más de 60 años. Las residentes femeninas son las que llenan estas casas. Siete de cada 10, es decir, 2 mil 905, son mujeres, de acuerdo con las cifras del Censo de Alojamientos Sociales 2015, realizado por Inegi. Mientras que la población masculina apenas llega a mil 393.

Esta situación tiene diferentes razones. Una de las más claras para los especialistas es que las desigualdades de género suelen situar a las mujeres adultas en condiciones de desventaja, lo que se traduce en que llegadas a una edad avanzada no pueden valerse por sí mismas económica ni físicamente.

“La violencia que se ejerce sobre las mujeres en edad adulta es mucho mayor, no sólo por su edad avanzada, también por su dependencia física, económica, su estatus de salud y situación conyugal”, explica Ana Luisa Gamble, coordinadora de gerontología del Instituto para la Atención de los Adultos Mayores (IAAM).

Antes de llegar a esta casa Tere vivía con sus padres. Su desarrollo se vio truncado a muy corta edad. Su infancia estuvo llena de psicólogos y psiquiatras que buscaban el mejor tratamiento para contrarrestar su enfermedad, por lo que su familia decidió que seguir en la escuela no era una opción para ella. Tampoco tener una familia. Una encuesta realizada por Conapred en 2010 identificó que seis de cada 10 personas de la tercera edad dependían económicamente de un familiar, 76% eran mujeres.

Con la mirada fija en cada uno de los azulejos que conforman el piso de su habitación, Teresa cuenta que cuando su padre murió, su madre vendió la casa en la que vivían y tomó la decisión de ingresarla de manera permanente a este alojamiento social. Su edad avanzada y las necesidades especiales de Tere eran imposibles para una mujer de casi 80 años.

Un mueble con una televisión, un sillón, su cama, un tocador y un portarretratos con seis fotos de su familia es todo lo que la ha acompañado en más de una década que lleva en el asilo.De los residentes adultos 28% —mil 200— llevan viviendo más de cinco años en alguna de las casas hogar de la Ciudad de México, de acuerdo con los datos del Inegi. Más de la mitad —2 mil 291— permanecieron únicamente entre uno y cinco años.

Soledad en la adultez

En 2015, 37% de las mujeres mayores de 60 años eran viudas, contra 13% de hombres de esa misma edad que habían perdido a su pareja, según los datos de la Encuesta Intercensal del Inegi. De acuerdo con especialistas, se trata de otro de los factores que también influyen en que las mujeres sean más propensas a quedarse solas en la edad adulta.

“Es cierto que hay una tendencia a que los hombres vivos son más sanos que las mujeres, pero los que enferman mueren mucho antes”, explica el doctor Pedro Valdés, director del área de Geriatría del IAAM

Aunque Tere es la mayor de seis hermanos, cuando su mamá murió sintió que se quedó sola. Una de sus cuatro hermanas se tuvo que convertir en su tutora. “Ella es la que hace las cuentas con la directora, yo no puedo porque no tengo estudios. Aunque sí se leer y escribir”, cuenta esta mujer de pelo cano. Otras 300 mujeres que se encuentran en algún asilo de la capital no tienen ningún grado de escolaridad, mientras que 674 sólo cuentan con la primaria, según los datos del Censo de Alojamientos.

Con una ligera sonrisa en su rostro, Teresa asegura sentirse bien en la casa. “Mi mamá siempre quiso dejarme en un lugar en el que hubiera religiosas”. Es por eso que eligió la habitación que está junto a la Virgen.

En su cuarto están las fotos de su familia. En las imágenes se observan los rostros de su madre y hermanas. En ninguna sale ella. Es un recurso para no olvidarlas, porque tiene que esperar un mes completo para poder verlas de nuevo, aunque sólo sea por tres horas. “A veces me gustaría que se quedaran más tiempo conmigo. Incluso, cuando me visitan no voy al comedor a desayunar porque prefiero quedarme en mi habitación con mis hermanas”, relata.

La violencia que viven los adultos mayores es otro factor que determina sus estancias en los asilos, especialmente cuando proviene de la familia. “Una encuesta del Inapam en 2016 reveló que 16% de los adultos mayores han sufrido maltrato por sus familiares. Ante esta situación, lo que se hacía era sacarlo de su casa y llevarlo a una residencia, pero esto es violentar a la persona doblemente porque no sólo se le priva de justicia, sino también de su hogar”, explica la coordinadora de Gerontología.

Quedarse solo y aceptar que se necesita ayuda para actividades elementales es complicado para los adultos mayores, especialmente para los varones. “Los hombres se resisten más a la idea de llegar a una casa hogar, quizá por cuestiones de formación o de educación”, asegura Leopoldo Guevara, quien lleva ocho años laborando en el centro de Atención al Anciano.

Lugares de descanso

En México se tiene el registro de mil 33 casas hogar para adultos mayores, de acuerdo con los datos del Censo de Inegi. Los asilos ocupan el segundo lugar en tipo de alojamientos de asistencia social más comunes en el país, sólo después de los centros de rehabilitación para personas con adicciones.

La capital es el primer lugar a nivel nacional con más casas de este tipo, Jalisco ocupa el segundo puesto con 144 y Chihuahua es el tercero con 78. Estos tres estados reúnen cuatro de cada 10 asilos que existen en el país. Esto, a pesar de que su población en edad adulta no es tan grande, con excepción de la Ciudad de México.

En todo el país hay 22 mil 611 personas mayores que residen en casas hogar. Seis de cada 10 son mujeres.

Estimaciones de Conapo afirman que para 2050 habrá al menos 32 millones 427 mil 197 adultos mayores. Este panorama implica retos económicos, sociales y de salud, de acuerdo con la gerontóloga del IAAM. “Se necesita romper los mitos de que ser adulto mayor sólo simboliza costo, enfermedad o dependencia”.

Otro de los estigmas que buscan erradicar es la imagen que tienen estos centros. “Este tipo de casas hogar proveen a las personas mayores esa seguridad que cuando viven solas no tienen”, asegura Guevara, miembro del Centro de Atención al Anciano.

Amalia es una de las compañeras de Tere. No recuerda el año en el que llegó al asilo, sólo sabe que fue después de que su esposo murió. Enrique, uno de los ocho hombres que también forma parte de esta casa hogar, lleva más de 10 años en el asilo. Ambos decidieron ingresar cuando notaron que sus cuerpos ya no tenían la misma fuerza, también para evitar la soledad.

Tere y sus compañeros aceptan que el paso del tiempo ya cobró estragos en sus capacidades físicas. Teresa explica que en la casa hay algunos a quienes les cuesta adaptarse a la vida ahí, pero su secreto es “ver todo con el corazón y los ojos del alma. Hay que aceptar a todos como si fueran de tu propia familia”.

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