Desde hace 10 años, los empleos de mala calidad crecen en México mientras que los mejor pagados se extinguen. Entre 2005 y 2015 se perdieron 700 mil empleos con sueldos de más de cinco salarios mínimos (al menos 10 mil 500 pesos por mes), sólo en el último año desaparecieron 90 mil.

En cambio, el número de trabajadores que ganan hasta dos salarios mínimos (menos de 4 mil 200 pesos mensuales) creció 35%, de 9.9 millones a 13.4 millones, revelan cifras de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE).

Especialistas en temas laborales consultados por EL UNIVERSAL señalan que en México existe una tendencia a la precarización del empleo, debido a las bajas tasas de crecimiento económico y las políticas de flexibilización laboral que eliminan las trabas para contratar y despedir empleados.

“En los 25 años que llevamos con esta política, la situación del empleo no mejora como se requiere y el salario tampoco”, indica Carlos Canfield, profesor de la Universidad Anáhuac.

Para Graciela Bensusán Areous, investigadora de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), “el salario mexicano es artificialmente bajo y completamente fuera de toda tendencia regional” en Latinoamérica.

Los empleados con mayor escolaridad son de los grupos más afectados. Las personas con educación media superior y superior que ganan hasta dos salarios mínimos pasaron de sumar 1.4 millones, en 2005, a 3.1 millones, en 2015, lo que significa un incremento de 126%.

En contraste, las plazas de más de cinco salarios mínimos para estos trabajadores se redujeron de 2.2 millones a 1.9 millones en el mismo lapso, es decir, disminuyeron 15%.

La ENOE es una encuesta que levanta trimestralmente el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) con el propósito de generar información sobre las características del empleo en México. Para este reportaje se tomó como referencia el tercer trimestre de cada año durante el periodo 2005-2015.

Sólo producen pobreza

Alheli estudió hasta la preparatoria. Ella trabaja en el call center de una importante empresa de telecomunicaciones. Debe cumplir con un horario de siete horas diarias, de lunes a sábado, para recibir un sueldo no mayor a los 3 mil 500 pesos mensuales.

Ese dinero no sólo le tiene que alcanzar para cubrir sus necesidades, sino también para mantener a su hijo de seis años. De no ser porque su familia la apoya, ella y su pequeño pasarían a engrosar las filas de la pobreza.

“El mercado laboral está generando pobres”, dice Bensusán Areous, quien participó en la elaboración del libro Del salario mínimo al salario digno, presentado recientemente por el Gobierno del Distrito Federal (GDF) en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara 2015.

Las cifras del Inegi indican que entre 2005 y 2015 creció el número de trabajadores que a lo más ganan el salario mínimo equivalente a 70 pesos diarios, esto es, unos 2 mil 100 pesos por mes. Éstos crecieron de 2.8 millones a 3.2 millones.

Se trata de mexicanos que a duras penas pueden adquirir la canasta básica alimentaria que equivale a mil 295 pesos, según datos del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval).

El valor de esta canasta sube a 2 mil 639 pesos cuando se le agregan otros productos básicos no alimenticios, un costo prácticamente inalcanzable para los más de 3 millones de trabajadores que apenas reciben el salario mínimo.

Los mexicanos que ganan entre uno y dos salarios mínimos (máximo 4 mil 200 pesos) también crecieron durante el mismo periodo de 7.1 millones a 10.2 millones.

“Quiere decir que el mercado de trabajo en lugar de sacar a la gente de la pobreza, la está metiendo por el ingreso tan bajo”, agrega la investigadora de la UAM.

En contraste, las fuentes de trabajo que ofrecen más de cinco salarios mínimos cayeron de 3.1 millones a 2.4 millones en la misma década.

El Índice de Tendencia Laboral de la Pobreza (ITLP), que elabora el Coneval, es otro indicador que exhibe cómo los nuevos empleos están generando más pobres. El ITLP mide los cambios en la proporción de personas que no pueden adquirir la canasta alimentaria con el ingreso proveniente de su trabajo.

Si el índice sube, crece el porcentaje de trabajadores que no pueden acceder a un nivel de bienestar mínimo con el sueldo que ganan. El índice pasó de 0.8795, en el tercer trimestre de 2005, a 1.1438, en el mismo periodo de 2015.

Carlos Canfield coincide en el diagnóstico y advierte que se están generando empleos “de salarios bajos, que de ninguna forma permiten la remuneración adecuada a los trabajadores y sus familias”.

Alheli ya está en su tercer empleo y, por increíble que parezca, le va mejor que cuando entró al mercado laboral. En ese entonces trabajaba como cajera en una tienda de autoservicio, que le pagaba 3 mil pesos al mes por laborar nueve horas diarias, seis días a la semana.

Ni los profesionistas se salvan

Una mejor educación ya no garantiza un mejor salario. A pesar de haber estudiado Medicina siete años en el Instituto Politécnico Nacional (IPN), David gana semanalmente mil 200 pesos en un consultorio particular. A cambio da consultas un promedio de seis horas diarias de lunes a viernes y también los domingos.

“Pienso que estoy por debajo de un salario digno”, señala David. Sus compañeros de generación no están en mejores condiciones: nadie percibe arriba de los 10 mil pesos mensuales.

Cifras de la ENOE muestran que entre 2005 y 2015 los mexicanos con educación media superior y superior que apenas ganan el salario mínimo pasaron de 287 mil a 569 mil. Los que perciben entre uno y dos salarios mínimos pasaron de 1.1 millones a 2.6 millones. En contraste, se perdieron 335 mil plazas bien remuneradas (de por lo menos cinco salarios mínimos).

De acuerdo con Graciela Bensusán, “tenemos todo un problema de distorsión en la política de remuneraciones, que afecta no sólo los empleos precarios y a las unidades productivas pequeñas, sino que está afectando incluso los sectores más dinámicos”.

El deterioro en los salarios trae como consecuencia un incremento de la informalidad. “La gente no puede aceptar esos trabajos porque se muere de hambre, entonces le toca ir al empleo informal. No va a tener seguridad social, pero puede asegurar un ingreso mayor.

“Usted gana mucho más limpiando autos en la calle que trabajando en una empresa donde debe cumplir reglas, tiene unos horarios rígidos y debe transportarse hacia zonas muy incómodas para ganar tres o menos salarios mínimos”, explica la experta.

Trabajos formales, pero precarios

Los tres empleos que Alheli ha tenido han sido formales —siempre ha contado con seguro social y prestaciones de ley— aunque temporales.

En 10 años creció el número de empleos con seguridad social, pasando de 14.7 millones, en 2005, a 18.5 millones, en 2015. Las plazas con contrato también aumentaron de 13.6 millones a 18.5 millones en el mismo lapso.

Además, se incrementaron las fuentes de trabajo que ofrecen aguinaldo, vacaciones con goce de sueldo y reparto de utilidades, pasando de 4.4 a 5.9 millones.

Sin embargo, al mismo tiempo que creció el empleo formal también aumentó el trabajo temporal. “Por un lado se formaliza y por otro se precariza”, indica Bensusán.

En la primera empresa en que Alheli laboró le hacían firmar un contrato nuevo cada tres meses. En su empleo actual primero se firma un contrato de un mes, luego otro por tres meses y finalmente otro por tiempo indefinido.

David siempre ha tenido contratos temporales o por honorarios. No cuenta con prestaciones de ley ni tampoco con seguridad social.

Entre 2005 y 2010 los empleos temporales crecieron a un ritmo mayor de lo que lo hicieron los de planta. Mientras que los primeros aumentaron 38% (de 2.3 millones a 3.2 millones), los otros lo hicieron 36% (de 11.3 millones a 15.3 millones).

Buscar soluciones

Aunque coinciden en el diagnóstico, los expertos difieren en cuál debe ser el tratamiento. Graciela Bensusán forma parte del grupo que respalda la postura del GDF para incrementar el salario mínimo.

Para la investigadora, aumentar el salario mínimo generaría incentivos para que la gente opte por emplearse en el sector formal de la economía en lugar de seguir en la informalidad.

“No vamos a resolverlo todo subiendo el salario mínimo de 70 a 82 u 85 pesos porque eso no alcanza a generar un ingreso verdaderamente remunerador, pero sí revertiríamos la tendencia de una política restrictiva que está afectando la dinámica del mercado laboral en su conjunto”, señala.

Esta postura no es compartida por Carlos Canfield, quien explica que la idea de incrementar el salario por decreto es “errónea”. Para el investigador de la Universidad Anáhuac, el ingreso laboral sólo puede crecer cuando hay una mayor competitividad y productividad de la mano de obra.

Sin embargo, “las dos fuentes que generan productividad y competitividad que son inversión, educación y capacitación no se están dando”, concluye el experto.

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