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Griselda Triana llora por haberse convertido en una de las víctimas a las que su esposo, Javier Valdez, daba voz en sus crónicas. Las viudas, los huérfanos del narco a los que el periodista puso nombres y apellidos para reflejar la inhumanidad de la violencia. “Cuando leía su último libro, Narcoperiodismo, me veía reflejada y lo rechazaba. Me decía que él no iba a morir porque alguien tenía que contarlo”.

La viuda del reportero de RíoDoce, asesinado el 15 de mayo en Culiacán, viajó a España para recoger el premio póstumo que la Asociación de la Prensa de Madrid entrega hoy a su marido por su defensa de la profesión y el derecho a informar. Sentada frente a un cartel con la leyenda “Javier Valdez vive”, Triana derramó unas lágrimas por los recuerdos y por lo que queda por delante: “El domingo se celebró el Día del Padre. Mis dos hijos no pudieron levantarse a cantarle Las Mañanitas a Javier ni invitarlo a desayunar”.

Triana no se limitó a lamentar la desaparición de su marido, también denunció la impunidad que hasta ahora han disfrutado los asesinos de periodistas en México, y deseó que no ocurra lo mismo con los responsables de la muerte de Valdez.

“Los avances en el caso son realmente nulos, mínimos. Yo quisiera creer que el gobierno y la justicia efectivamente están haciendo su trabajo y que la presión internacional servirá. Pero eso no es garantía de nada”, dijo a EL UNIVERSAL. Triana, que conoció a Valdez hace 30 años y trabajó en prensa junto a él en su época de estudiantes, aseguró que, pese a los peligros, nunca pudo exigirle a su esposo que dejara de reportear, “porque es lo que él quería, y porque hacen falta periodistas críticos”.

La viuda desmintió que la causa del crimen pudiera ser una investigación que el informador preparaba sobre la relación entre el narcotráfico y el Ejército. “Él estaba bosquejando, tratando de aterrizar algunas ideas, pero yo le dije que no estaba de acuerdo con ese tema, que suficiente había sido con Narcoperiodismo como para que se metiera en más problemas. Creo que lo mataron por los trabajos que había hecho, no por otros proyectos”, explicó.

Frente a un grupo de periodistas españoles que acudieron a la Asociación de la Prensa, Triana denunció la tragedia que no cesa en México, el crimen organizado que se ha apropiado de municipios enteros, corrompiendo instituciones y descomponiendo el tejido social.

A este respecto, recordó que a menudo figuras de Culiacán se habían acercado a Valdez para reclamarle que nunca dedicara espacio en sus crónicas a las cosas positivas que ocurrían en la ciudad. “Pero es que el narco ya está metido en todas partes y no se le puede dar la espalda”, lamentó Triana: “entre tus vecinos, en un compañero de trabajo, en un compañero de la escuela de tu hijo”.

Triana reivindicó que para retratar este acorralamiento de la sociedad, se necesitan plumas valientes, como fue la de Valdez. “Yo sí quiero creer que hay un antes y un después con la muerte de Javier y las movilizaciones que siguieron. El después les corresponde a los que se quedan, que son ustedes, y deben exigir que que haya garantías para ejercer el periodismo responsable”, pidió a la prensa y la sociedad mexicana.

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