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Combinar la maternidad y un trabajo de alta demanda que hasta hace algunos años sólo consideraba a hombres no es sencillo. A 16 años de iniciar una trayectoria profesional dentro de las Fuerzas Armadas, Guadalupe Hortencia Juárez Villalobos, madre de familia y segundo maestre aeronaval en la Secretaría de Marina (Semar), se siente segura y orgullosa de ser una madre de familia que se ha abierto camino dentro de la institución.

Ella es la encargada de llevar el control de las aeronaves de la Marina en el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (AICM) y de evaluar cuál de éstas se encuentra en un estado óptimo para poder volar o, en su caso, para llevarla a manteamiento.

A sus 40 años, ella es una de las cuatro mujeres que laboran en el hangar de la Marina y la única facultada para llevar el registro de helicópteros y aviones de la institución que son utilizados en operaciones en apoyo a la ciudadanía o en operativos contra el crimen organizado.

En entrevista con EL UNIVERSAL, la mamá de dos jóvenes y una niña de cuatro años comenta que inició su paso en la Marina hace 16 años y cuatro años después buscó mejorar su desempeño laboral al tomar un curso en el puerto de Veracruz.

“Llevo trabajando 16 años y en el aeropuerto 11 años. Mi ascenso fue por un cambio de rama: hubo un curso en el que vi la oportunidad de escalar un peldaño más para poder tener un rango mayor. El curso fue de ocho meses en Veracruz. Vi mi cambio a la Ciudad de México; pudo haber sido a cualquier parte, pero afortunadamente nos tocó aquí en un horario de 07:00 a 15:00”, dice.

“Mi trabajo consiste en el mantenimiento de las aeronaves, llevar el control para su servicio para poderlas mandar a que se les hagan arreglos y determinar si pueden volar. Además, llevó el historial de cada aeronave”, añade.

Guadalupe Hortencia reconoce que es difícil combinar su trabajo con el compromiso que tiene con la institución, por lo que trata de cumplir con la responsabilidad de su trabajo y con su principal orgullo, que es ser mamá.

“Tengo tres hijos: de 20, 19 y una niña de cuatro años. Cuando comencé a trabajar el mayor tenía 10 años. Mi deber es cumplir con la institución, inculcarles a mis hijos, porque estamos ausentes de casa. Intento repartir mi tiempo en la casa y en el trabajo. La pequeña es la que más me pregunta qué es lo que hago. Ella es la que luego viene al trabajo. Busco explicarle y decirle lo que hago. Le digo todas mis labores y las condiciones de las aeronaves. Intento inculcarle el trabajo y platicar con ella, lo que veo como un modo de convivir. Lo que le encanta es verme cuando estoy en los aviones y, a veces, en reuniones, cuando me lo permiten, le gusta subirse a los aviones. A los grandes también les interesa porque se sienten orgullosos de mí”.

Recuerda que en ocasiones se ha ausentado de su hogar por el trabajo. El periodo más largo fue cuando tomó un curso en Veracruz durante ocho meses. A través de llamadas telefónicas o en visitas esporádicas fue como mantenía contacto con su familia.

Dice que el tiempo que pasó alejada de su familia era parte de un proceso que le permitió abrirse camino en la institución.

“Es necesaria más apertura, sobre todo con la equidad y la igualdad de género, y más porque las autoridades permiten abrirnos paso en la instución. Antes estaba más restringido, ahora las puertas están más abiertas para la mujer. Ahorita, a donde va uno participan la mujer y el hombre, vamos más a la par.

“Es necesario que una se abra paso, porque nos quedamos con la etiqueta de que la mujer no puede. Una misma se quedó con esa etiqueta. Hoy en día una tiene que buscarlo, porque nos están abriendo paso y oportunidades, tenemos que buscarlo nosotras”, concluye.

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