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justiciaysociedad@eluniversal.com.mx
La primera vez que pisó el Sector 10 Sur del Metropolitan Correctional Center (MCC) de Nueva York, Joaquín El Chapo Guzmán Loera fue recibido como un héroe.
Cuentan que ese día, el 19 de enero, se oían vítores y gritos: “¡Chapo!, ¡Chapo!” desde las calles aledañas a la prisión de máxima seguridad que está en la parte baja de Manhattan.
Más de tres meses después, el líder del Cártel de Sinaloa continúa recluído en una cárcel considerada peor que Guantánamo, en una celda de la que no sale más que una hora diaria y no ve la luz solar. Sólo salió del penal dos veces: la primera, un día después de su extradición a Estados Unidos para declararse “no culpable” de 17 delitos ante el juez. La segunda, el pasado 3 de febrero, para la primera vista preparatoria de un juicio que todavía no tiene fecha. Allí vio de reojo a Emma Coronel, su esposa, a quien sonrió tímidamente.
Hoy, El Chapo Guzmán volverá a salir con dirección a los juzgados del Distrito Este de Nueva York, en Brooklyn, para la segunda vista ante el juez Brian Cogan.
En el orden del día está la revisión de las condiciones de su reclusión, que su defensa de oficio califica de inhumana y que la fiscalía y el juez, al menos por el momento, consideran necesarias dada la peligrosidad del individuo. Todos tienen presentes sus acciones y que escapó un par de veces de cárceles de máxima seguridad mexicanas.
Un antiguo mafioso consideró la cárcel como una “cámara de tortura”, y cuando fue trasladado a una prisión de máxima seguridad declaró estar en un hotel de cinco estrellas a comparación con el Sector 10 Sur del Metropolitan Correctional Center. Ahí estuvieron detenidos ex militantes de Al Qaeda y ahora, en aislamiento, El Chapo Guzmán.
Las celdas son de cinco por dos metros cuadrados, aunque la fiscalía asegura que El Chapo tiene privilegios y está en la más grande, de unos cuantos centímetros más. Tiene un pequeño agujero tapado con plástico translúcido por donde entra la única luz, incapaz de discernir si es de día o de noche. Hubo un tiempo que se le permitió comprar un reloj que se le requisó sin explicación: tras las quejas de los abogados, se le devolvió.
La única hora que sale de su celda va a una pequeña habitación con dos máquinas de ejercicio: una cinta para correr y una bicicleta estática. Hay un televisor sobre el que no puede elegir qué ver, y en el que han reproducido en más de una ocasión un documental sobre rinocerontes.
Hubo un tiempo en el que a El Chapo no le daban agua: ahora recibe seis botellas pequeñas cada dos semanas. Sus abogados denuncian que la situación empieza a afectar las capacidades mentales de su cliente.
Oye alucinaciones y no duerme bien. La fiscalía rechaza eso, asegurando que los ruidos son la radio de los guardias. La defensa se burló de la justificación: “O los guardias escuchaban rancheras en español o el preso sufría alucinaciones. Vive obstáculos sin sentido que amplían la sensación de frustración y aislamiento”, describen sus abogados. Eso, a pesar que, según el recuento de la fiscalía, pasa 21 horas semanales con sus abogados, un privilegio único en el penal. Tiempo en el que incluso podría estar aprendiendo inglés para poder mejorar en su defensa.
El contacto con sus familiares es inexistente. El juez ha negado la comunicación, incluso telefónica, por miedo a que pueda hablar con miembros del Cártel de Sinaloa para vengarse de su situación con más asesinatos.
No ha hablado con su mujer ni con ningún familiar desde su llegada a Estados Unidos. Sólo puede ser visitado por un grupo de abogados y un traductor. Tan grave es la situación, según sus letrados, que es necesario que expertos de Amnistía Internacional (AI) entren para revisar la situación.
De momento no lo han conseguido, y El Chapo sigue en su celda solo, a la espera de acontecimientos.
Ayer, las demandas de la defensa fueron denegadas por el juez Cogan. No saldrá de su celda de aislamiento por el alto peligro de fuga y la “falta de alternativas” que garanticen la seguridad. Eso, junto a las restricciones de sus comunicaciones y visitas, están “conectadas racionalmente con los objetivos legítimos del gobierno”, reza el último documento judicial. Además, las medidas “innecesariamente severas” que aseguran los abogados de El Chapo son, según el juez tampoco son “atípicas” a las que reciben los otros presos en el mismo régimen.
Lo único que aceptó el juez Cogan es que Guzmán Loera se comunique con su mujer Emma Coronel a través de mensajes que serán escrutados por varias agencias federales y que sólo podrán tratar de la búsqueda de consejo sobre el caso. Cualquier tema personal será totalmente denegado.
El aislamiento de El Chapo seguirá tal y como ha sido en los últimos más de 100 días de presidio. “Continuamos creyendo que las condiciones de detención del señor Guzmán, incluyendo su aislamiento, son insostenibles”, se quejaron los abogados Michelle Gelernti y Michael Scheneider, en un comunicado enviado a un grupo de medios de comunicación, entre ellos EL UNIVERSAL.
Continuará luchando por su derecho a un trato humano y justo, concluyen los defensores estadounidenses.
Joaquín El Chapo Guzmán saldrá hoy de nuevo de su encierro. Cruzará el puente de Brooklyn en una caravana policial de alta seguridad que cortará la circulación por unos minutos de uno de los lugares más emblemáticos de Nueva York. Es probable que desde el aire lo vigile un helicóptero. Tras una hora en el juzgado, en la que se revisará su situación, el capo del Cártel de Sinaloa hará el camino de regreso a su celda minúscula del Sector 10 Sur del Metropolitan Correctional Center.
El 12 de julio de 2016, a unos meses de su recaptura, el líder del narcotráfico mexicano había sido reubicado en el Centro Federal de Readaptación Social (Cefereso No. 9), localizado en Ciudad Juárez, Chihuahua. Entonces reclamó a través de sus abogados estar deprimido, en condiciones de segregación y a escasos metros de la frontera con Estados Unidos.
Los abogados aseguraron que su cliente recibía un trato discriminatorio, se quejaba porque la visita era de una hora y en presencia de los custodios, y porque el encuentro íntimo con su pareja Emma Coronel era cada 15 días.
“Tenemos amparos en trámite contra la segregación y la incomunicación de Joaquín Guzmán y contra los malos tratos que ha estado recibiendo, que se traducen en tortura, [los amparos son] contra la aplicación de protocolo de seguridad y medidas especiales.
“No lo he visto, tenemos noticias de que está desesperado, está en actitud depresiva porque tiene más de seis meses que se encuentra segregado y la Corte Interamericana [de Derechos Humanos] dice que la segregación es una forma de tortura, que una persona máximo puede estar segregada seis meses atendida por un médico y un sicólogo cuando se encuentra enferma, y la enfermedad que tiene es contagiosa y pone en peligro la salud de los demás, o bien, cuando hay peligro de su vida, pero más allá no se justifica la segregación a Joaquín”, afirman.