Las calles que rodean a la preparatoria Benito Juárez, en el barrio Pilsen, están vacías. Los jóvenes no fueron al colegio por ser el Día de los Presidentes. Sabían que vendría Andrés Manuel López Obrador, pero no les importó.

Hace frío. Estas calles terregosas —inundadas de construcciones, vagones y estacionamientos de tráileres— están llenas de mexicanos. En unos minutos se puede llegar a La Villita, el corazón del barrio mexicano en Chicago... está a tiro de piedra.

Para las cuatro de la tarde llegan los primeros simpatizantes de López Obrador. Unos integrantes de Morena han colocado carpas y mesas para la venta de artículos del partido en el vestíbulo del auditorio. Llegan los activistas pro Ayotzinapa.

Los morenistas y los de Ayotzinapa colocan mantas en postes y árboles. “AMLO. Bienvenido a Chicago, México está contigo, Zapata, Hgo., está contigo”, se lee en una de las mantas, en otra: “Vivos se los llevaron, vivos los queremos”.

Pasan los minutos. Para las 5:00 de la tarde comienzan a llegar paisanos. Bajan por Cermak Road, por Blue Island o por Ashland Avenue, llegan en grupos, en parejas. La gran mayoría son simpatizantes de López Obrador, pocos de los asistentes son integrantes de la escuela.

Poco antes de las 6:00 de la tarde llega una comparsa de chinelos y comienzan a bailar en el vestíbulo, luego lo hacen en la entrada del inmueble. Se esfuerzan, entre silbatazos los chinelos bailan y bailan.

Diez minutos antes de la llegada de López Obrador llegan dos autobuses repletos de mujeres y niños. Los coordinadores les hablan en inglés y español, los apuran para que entren en el auditorio, en corto tiempo lo llenan.

Poco después de las 6:00 de la tarde llegó el dirigente de Morena a bordo de una camioneta. Un policía de la ciudad de Chicago es el responsable de su seguridad. Camina y saluda de mano a cada uno de los activistas de Ayotzinapa, luego a la gente que sale al paso.

Le gritan “Presidente, presidente” o “es un honor estar con Obrador”. El político tabasqueño, vestido de traje y corbata, ofreció un mensaje de 32 minutos. El acto termina entre gritos de apoyo de los presentes al dirigente de Morena. Él se va dando autógrafos y posando para selfies con los asistentes.

Se le arremolinan hasta llegar a la camioneta que lo esperaba a unos pasos de la entrada al auditorio de la escuela Benito Juárez que ayer, en día feriado y sin su comunidad, recibió a López Obrador.

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