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Entre flores amarillas, miradas indígenas, la compañía de las mujeres de “hierro” de su gabinete, el recuerdo de la devastación de los huracanes y la sombra de Iguala, el presidente Enrique Peña Nieto celebró ayer su cumpleaños.

En La Montaña, quizá la región más pobre del país, los mariachis cantaron y el Presidente festejó trabajando sus 49 años. Por momentos, se le veía pensativo; abrazó y besó, a las mujeres indígenas que se estiraban para alcanzarlo.

Desde el aire una enorme manta, dividida en cuatro pedazos, dice “Felicidades señor Presidente. Gracias” montada en el cerro que da sombra a la Ciudad de las Mujeres, donde habrá cobijo ante la violencia intrafamiliar, capacitación para ser productivas y cuidado de la salud.

Ahí, al pie del faldón del cerro, el gobernador de Guerrero, Rogelio Ortega Martínez, destaca que el Presidente haya visitado esta región en su cumpleaños. La titular de la Sedesol, Rosario Robles, dice luego que el mandatario entrega esta obra en esta fecha en beneficio de las mujeres indígenas pobres del país.

Tras los discursos, un mariachi sale detrás de la enorme carpa que se instaló para cubrir a los invitados. Cantan “Las Mañanitas” mientras se coloca una mesa y un enorme pastel blanco frente al Presidente.

Y ahí, con el ánimo que se le vio en los festejos de 2013 y 2014 —ambos en giras por el Estado de México—, el mandatario compartió su deseo al partir el pastel que le prepararon al concluir la inauguración de este complejo arquitectónico, que conforma la Ciudad de la Mujer:

“A la hora de partir el pastel siempre uno pide un deseo y mi deseo es que a México le vaya muy bien, que entre todos construyamos una mejor nación. El mejor regalo que puedo tener es que México esté mejor cada día que pase”, explica.

Ante miradas de la procuradora Arely Gómez y de la secretaria de Desarrollo Social Rosario Robles, agregó la segunda parte de su deseo:

“Que entre todos construyamos el México que todos queremos, alcanzar un México de mayor desarrollo, de menor pobreza, de menor desigualdad, de mayor justicia, un México próspero y creciendo, ese será siempre mi mejor deseo, este será siempre mi mejor regalo”.

Entonces, rodeado de mujeres indígenas y de las que forman parte de su gabinete, teniendo cerca al gobernador de Guerrero, el Presidente termina de cortar un trozo de pastel, cuando lo lleva a la boca se le cae en los pies y la gente grita, pero de inmediato corta otro pedazo y le da una mordida.

El presidente Peña Nieto sonríe y da las gracias. Recibe abrazos y da abrazos. Recorre las instalaciones de la Ciudad de la Mujer y regresa, al atardecer, a la ciudad de México, a seguir trabajando.

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