El médico argentino Gabriel Zilli, especialista en tratamiento para atenuar el dolor en los enfermos de cáncer, estaba nervioso. Temblaba. A su lado, en su casa en el barrio de Arroyito de Rosario, una ciudad de un millón 200 mil habitantes ubicada a 300 kilómetros de Buenos Aires, Argentina, el portugués Fernando Martins Frutuoso y el colombiano Wilmar Yuriano Valencia Estrada, del Cártel de los Urabeños, cocinaban en una olla grande arroz.

El oncólogo estaba intranquilo porque era su debut como narcotraficante. Sus compañeros colombianos practicaban en su casa un sofisticado método para que la cocaína quedara adherida a cada grano de arroz.

Esta organización de narcotraficantes colombianos, argentinos, ecuatorianos y portugueses, liderada por los hermanos Erman y Williams Triana Peña tenía previsto enviar a Guinea-Bissau, África, a través de la empresa Euro Export SRL, un cargamento de 46 toneladas de arroz. La carga iba a llegar a ese pequeño país de 1.5 millones de personas a través del programa “Hambre Cero”, de la Organización de Naciones Unidas (ONU).

El cargamento fue descubierto en septiembre de 2015 por la Gendarmería argentina en el depósito fiscal Binder SRL, en el oeste de Rosario. En la investigación que llevaron adelante el juez federal Sergio Torres y el jefe la Procuraduría de Narcotráfico (PROCUNAR), Diego Iglesias —en la que hay 72 imputados—, se descubrió que esta organización trasnacional creó 30 empresas en Argentina para “lavar” 5 millones 337 mil dólares.

El ex secretario de Justicia argentino Guillermo Heisinger era uno de los principales miembros de esta organización para blanquear el dinero en compañías de distintos rubros: agropecuarias, financieras y servicios fúnebres, como un crematorio de cadáveres ubicado a 20 kilómetros de donde se cocina el arroz con cocaína.

África es una nueva ruta del narcotráfico desde América Latina que empieza a preocupar. Los intermediarios en ese continente que se dedican a introducir la droga en Europa pertenecen a organizaciones criminales enquistadas en los gobiernos, con nexos directos con el terrorismo y el tráfico de armas.

La ministra de Seguridad argentina, Patricia Bullrich, señaló que este país es un mercado atractivo para los traficantes y que parte de la exportación local de cocaína “financia” a “grupos terroristas” en África. Bullrich explicó que la cocaína se triangula por África para llegar a Europa. “Servicios de inteligencia de otras naciones nos confirmaron que se les paga ‘peaje’ a grupos terroristas para hacer las operaciones”, declaró.

Según un informe de la Comunidad de Policías de América (Ameripol), por la ruta africana pasa 30% del total de la cocaína que tiene como destino final a Europa. África se transformó durante los últimos cinco años en un punto clave en el mapa del narcotráfico mundial. Y para las organizaciones criminales de América Latina es una ruta alternativa cada vez más utilizada para llegar a Europa, donde los controles se incrementaron.


Pioneros. La Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC, por sus siglas en inglés) activó las alarmas y pidió que se intensifiquen “los esfuerzos para erradicar el tráfico de drogas y la delincuencia organizada en África occidental, base central para el tráfico de cocaína desde América Latina hacia Europa”.

Los principales cárteles de droga mexicanos fueron los primeros que incursionaron en la ruta africana. Los Zetas, el Cártel de Sinaloa y Jalisco Nueva Generación tejieron puentes con ese continente con la ayuda de la mafia italiana Ndrangheta desde hace más de siete años.

Samuel González Ruiz, ex director de la Unidad Especializada de Delincuencia Organizada de la Procuración mexicana, señaló que “desde 2010 el Cártel de Sinaloa empezó a tener presencia en África”.

El cártel liderado por Joaquín Archivaldo Guzmán Loera, alias El Chapo, extraditado a Estados Unidos en enero pasado, usa la ruta de Guinea Bissau para introducir la droga en Europa. En esa región operan tres facciones del Cártel de Sinaloa, una de ellas liderada por Damaso López Serrano, alias Mini Lic.

Los cárteles colombianos también tienen aceitados nexos con el continente africano. Las autoridades de ese país calculan que unas 130 toneladas de cocaína —la tercera parte de lo que se “exporta” desde Colombia— terminan en puertos africanos antes de ser diseminados por Europa. Esa droga sale generalmente por el puerto de Santos, Brasil.

Narco abre nueva ruta de tráfico en África
Narco abre nueva ruta de tráfico en África

Alianzas. En Togo y Guinea-Bissau hay varios colombianos que fueron capturados que llevaban cargamentos de droga en alianzas con redes venezolanas y brasileñas. Las organizaciones brasileñas como la Familia del Norte (FDN) y el Primer Comando de la Capital (PCC) trabajan con reductos de las desmovilizadas Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), con el poderoso Clan del Golfo y con la banda criminal los Caqueteños que opera en el sur de Colombia.

Según fuentes de la Dirección Central de Policía Judicial e Inteligencia (DIJIN), Los Caqueteños controlan con la FDN el tráfico de droga por toda la frontera terrestre y fluvial entre Brasil, Perú y Colombia.

Agentes federales de Estados Unidos aseguraron que la droga que ingresa a Brasil termina en Europa, vía Surinam y África. Varios de los cabecillas de las bandas brasileñas asesinados en las masacres de las cárceles en enero pasado se mataron por el control de esas rutas con los narcos colombianos.

En 2013, los colombianos Rafael Antonio Garavito García y Gustavo Pérez García, fueron capturados por formar parte de una red transnacional aliada con las FARC que llevaba cocaína hacia Guinea-Bissau y traía armas para el grupo guerrillero, según informaron agentes de la DEA.

En el caso de Venezuela, las autoridades estadounidenses avanzan en varias acusaciones que probarían que funcionarios y militares de ese país facilitan el envío de cocaína colombiana rumbo a África y a Europa. La droga sale de la zona del Catatumbo, en el norte de ese país, cuyos cultivos se han duplicado en los últimos cuatro años.

Debido a la amplitud y porosidad de la frontera entre Colombia y Venezuela, se calcula que hay más de 25 pasos habilitados para mover cocaína rumbo a África y a Europa. Casi todas las rutas del narco parten de del sur de Bolívar, Cesar, La Guajira, Arauca y Vichada. Los destinos son el estado de Apure, el Zulia, la península de Paraguaná, Caracas y la Isla de Margarita.

Mildred Camero, ex presidenta de la Organización Nacional Antidrogas (ONA) de Venezuela, dijo que este país “agrava su papel de principal corredor de sustancias ilícitas en Sudamérica hacia otros Estados del continente americano, Europa y África Occidental. Las incautaciones en el exterior han aumentado en menos de un año; y persiste el vacío de mecanismos de control”.

La noche del 2 de junio pasado, la Policía Antidrogas de Perú decomisó 474 kilos de cocaína que iban a ser embarcados en el puerto de Paita, departamento de Piura, con destino a Abidján, en Costa de Marfil. La cocaína fue camuflada en conos de hilos almacenados en cajas de cartón. El cargamento había sido remitido por la empresa Coagromar S.A, con sede en el Cantón Huaquillas, ciudad ecuatoriana que es, a su vez, la principal entrada terrestre con Perú. Fueron detenidas siete personas: cinco peruanos y dos ecuatorianos. No es la primera vez que se menciona el puerto de Paita como un punto de exportación utilizado por narcotraficantes.

El fiscal antidrogas de Perú, Juan Mendoza, aseguró que las mafias africanas negocian la compra de cargamentos en Uruguay, Argentina y Brasil, debido a que Perú es sólo un país productor de cocaína.

En Brasil la puerta de salida hacia África es el puerto de Santos, de donde se “exporta” 88% de la droga que logra salir de ese país, según calcularon las fuentes. El modus operandi detectado por la Policía Federal de Brasil es el llamado “rip-on rip-off”: los narcotraficantes, con la ayuda de cómplices, camuflan la cocaína en cargas lícitas dentro de contenedores. El procurador brasileño Carlos Bruno Ferreira Da Silva calculó que sólo se logra inspeccionar “entre 5 y 10% de las cargas que salen de Brasil”.

Una de las rutas más dinámicas hacia África es la llamada Carretera 10, por donde sale cocaína de Brasil a países de África occidental, antes de ser redistribuida para Europa. Otros puertos bajo la lupa son el de Montevideo, en Uruguay, y Buenos Aires y Rosario, en Argentina. Una fuente judicial uruguaya dijo al GDA que la Policía de ese país detectó este año que el grupo brasileño Primer Comando de la Capital (PCC) traficó cocaína por el puerto de Montevideo rumbo a África y de ahí a Europa.

En Uruguay se descubrieron envíos de droga por correo a África. El 10 de abril pasado, la empresa FedEx denunció dos paquetes sospechosos en Montevideo. Se encontró cocaína impregnada en ropa y dentro de un taladro. El hombre que enviaba las encomiendas era un brasileño, que tenía cinco documentos falsos de ese país. Envió encomiendas con cocaína a Hong Kong, Cabo Verde y Sudáfrica; y a Madrid, según el Ministerio del Interior de Uruguay.

En Costa Rica también se utiliza el correo para traficar drogas a África. Las remesas casi siempre son pequeñas cantidades y viajan por correo o en valijas de viajeros que son nativos de países como Nigeria, Congo, Ghana y Sudáfrica.

Ante la preocupación por estas nuevas rutas y movimientos de los carteles, la Dirección de Lucha contra el Crimen Organizado e Interpol se reunieron con sus pares de la región por el tráfico de drogas hacia África. Tratan de hacer un trabajo coordinado para conocer el modus operandi de las organizaciones y luego atrapar a los traficantes.

Según Amado de Andrés, representante regional de la UNODC, en los últimos tres años creció la producción de cocaína en América Latina. Calcula que el incremento alcanza las 200 toneladas. El funcionario reconoció que el incremento de la producción de estupefacientes se debe a un factor clave: el proceso de paz en Colombia. De Andrés explicó a GDA en El Salvador, que el aumento de la producción de cocaína está vinculado con las operaciones de la FARC: “El proceso de paz en Colombia ha tenido buenos resultados, excepto por la reducción de las plantaciones de coca en regiones colombianas”.

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