A Europa se le abren las vías de entrada de inmigrantes y refugiados. A la llegada de botes desde Turquía y Libia, este fin de semana se ha sumado el rescate en aguas españolas de 257 africanos procedentes de Marruecos.

Las entradas a Europa por España se han multiplicado en pocos días. No sólo por mar: en una semana casi mil inmigrantes han saltado las vallas que rodean Ceuta y Melilla (los dos enclaves españoles en territorio marroquí). Esta cantidad equivale a más de la mitad de los mil 700 que entraron en todo 2016.

La Asociación Unificada de la Guardia Civil asegura que los gendarmes marroquíes han dejado de vigilar las fronteras y están permitiendo que los inmigrantes, en su mayoría subsaharianos, pasen a España. El ministro español de Asuntos Exteriores, Alfonso Dastis, ha negado que Marruecos esté permitiendo deliberadamente estas entradas, y asegura que la actuación de Rabat es “impecable”.

Sin embargo, hace pocos días Marruecos amenazó abiertamente a España con esta represalia por una disputa con la Unión Europea sobre un acuerdo comercial. Lo que más preocupa a la UE no son las cifras de entrada en España, aún bajas en comparación con las de Italia o Grecia. El temor de Bruselas es que se abra una nueva vía de acceso a Europa que podría alterar y multiplicar los flujos de la migración por África.

La UE lucha por disminuir las muertes en el Mediterráneo, pero en los dos primeros meses de 2017 se han ahogado 366 migrantes, 74 de ellos en un solo naufragio la semana pasada.

La Organización Internacional para la Migración computa que 13 mil 924 personas alcanzaron Europa por mar, desde enero. La ruta preferida por los traficantes actualmente es la de Italia o Grecia, pero hasta hace unos años era la española, cuando a las costas de Andalucía y las islas Canarias llegaban botes llenos de africanos que embarcaban en Marruecos y Mauritania.

Las buenas relaciones entre la UE y los países del norte de África, con abundantes contraprestaciones económicas europeas, animaron a la policía marroquí y mauritana a ser más estrictas en los controles de la emigración a partir de 2003. Así ha continuado hasta que la Corte de Justicia de la UE dictaminó en diciembre que Marruecos no puede disponer como propios dentro de sus transacciones con la UE de los recursos naturales del Sáhara Occidental, un territorio que reclama su independencia de Rabat.

El 7 de febrero el ministro de Agricultura marroquí, Aziz Akhnnouch, respondió a esta decisión con una entrevista a la agencia EFE, en la que le planteaba a los europeos: “¿Cómo queréis que hagamos el trabajo de bloquear la emigración africana y marroquí si hoy Europa no quiere trabajar con nosotros?”. Akhnnouch fue directo: “El problema de la emigración es muy costoso para Marruecos, y Europa debe apreciarlo en su justo valor”.

Ese mismo día, 18 inmigrantes del África negra entraron en Melilla saltando la valla llena de cuchillas. Y el viernes 17 de febrero, 497 más pasaron a Ceuta. Tres días después, otro grupo de 356 personas rompió el enrejado con martillos y tijeras y entró en territorio español.

Los gendarmes marroquíes son conocidos por su crueldad con los subsaharianos que se ocultan en las montañas de Marruecos preparando el salto a España. Los inmigrantes denuncian palizas, intimidaciones e incluso incendios a sus campamentos por parte de los agentes marroquíes. Sin embargo, quienes en los últimos tiempos han cruzado a España aseguran que los policías les dejaron vía libre.

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