La visita del presidente Donald Trump al cuartel general de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), prevista para mayo entrante, será fundamental para definir el papel que desempeñará Estados Unidos en la mayor alianza militar del planeta.

“La visita es muy improtante porque permitirá aclarar su postura ante la OTAN y permitirá a Trump conocer a los líderes europeos y descubrir lo que representa la alianza y cómo es la política en la realidad”, dice a EL UNIVERSAL Judy Dempsey, experta del centro de estudios Carnegie Europe.

“Hasta ahora todo ha sido confusión e incertidumbre”, señala por su parte Pauline Massart, directora adjunta de la unidad de geopolítica de Friends of Europe, un think tank de Bruselas que se caracteriza por sus debates al más alto nivel en materia de seguridad y defensa.

El viaje del inquilino de la Casa Blanca a Bruselas fue confirmado por el secretario general de la Alianza, Jens Stoltenberg, luego de una conversación telefónica celebrada con Trump el pasado domingo.

El anuncio de Stoltenberg fue reforzado por un mensaje emitido por Trump durante su primera visita al Comando Central Estadounidense, en Tampa, Florida: “Apoyamos firmemente la OTAN”.

Hasta ese momento, Trump se había referido al bloque militar como “irrelebante” y “obsoleto”.

“Es muy prematuro asegurar que la política de la administración Trump hacia la OTAN está dando vuelta en U, debemos ser cautelosos”, sostiene Massart.

Los dichos de Trump, emitidos tanto en su calidad de candidato como de presidente electo, han generado desconfianza sobre el futuro de la alianza.

En la reunión de mayo, los aliados esperarían un posicionamiento claro por parte del Pentágono, sostiene Massart, también vicepresidente de operaciones de la organización Mujeres en Seguridad Internacional (WIIS por sus siglas en inglés).

En la OTAN, particularmente entre los antiguos satélites soviéticos, como Lituania, Letonia y Estonia, preocupa el término “obsoleto” y la simpatía que tiene Trump por el presidente ruso Vladimir Putin.

Igualmente incomodan a Berlín, París y Roma, entre otros, las reiteradas críticas de Trump por incumplir el compromiso de destinar 2% del PIB en defensa. De los 28 socios, excluyendo EU, sólo Reino Unido, Grecia, Polonia y Estonia cubren la cuenta.

Alemania y Francia insisten en que lo importante no es el monto, sino la eficiencia y calidad de las capacidades de defensa, pues Atenas ciertamente cubre el monto, pero más de 70% se va en gasto de personal, como salarios y pensiones.

“La exigencia de un mayor gasto por parte de los aliados europeos no es nueva, desde hace años Estados Unidos ha demandado cumplir los compromisos asumidos, porque carga con gran parte del gasto de la OTAN y a largo plazo es un modelo insostenible”, explica Massart.

“Sin embargo, el hacer el Artículo 5 [el cual establece que el ataque a uno de los miembros constituye una agresión a todos] potencialmente dependiente de la exigencia de un mayor gasto es un mensaje sumamente preocupante”.

De acuerdo con el primer ministro de Bélgica, Charles Michel, la cumbre de la OTAN está prevista para el 25 de mayo. Después viajaría a Taormina, Sicilia, en donde se celebrará la cumbre del Grupo de los Siete (G-7) los días 26 y 27 del mismo mes.

Fuentes cercanas a la OTAN informaron que las pláticas con el equipo de Trump para traerlo a Bruselas iniciaron desde el triunfo republicano en las presidenciales. El arribo del general James Mattis a la Secretaría de Defensa estadounidense habría acelerado las conversaciones.

El vicepresidente Mike Pence se encargará de preparar el terreno. Primero asistirá a la conferencia sobre seguridad en Múnich los días 17 y 19 de febrero, luego visitará Bruselas.

“Ciertamente es extremadamente difícil saber cómo reaccionará esta administración, pero poco a poco se está dando cuenta de lo complejo que es pasar de las palabras a la acción. Será difícil para todos”, indica Dempsey.

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