A pesar de que el conjunto de todos los 50 estados (más el Distrito de Columbia) son los encargados de decidir quién será el próximo presidente de Estados Unidos, en la práctica las miradas sólo están en un puñado de ellos. Son los denominados swing states (estados bisagra o péndulo): aquellos que, al no tener una base ideológica firme y consistente, manejan el equilibrio de fuerzas y decantan las elecciones hacia un lado y otro.

Los feudos de cada partido son conocidos: es casi imposible que California no sea demócrata o que Texas deje de ser —por ahora— republicana, para poner un par de ejemplos. Es en el resto, en aquellos indefinidos, donde está todo en juego, donde los candidatos ponen todo su empeño para arañar cada voto, ese que incline la balanza y le haga ganar los votos electorales en juego allí. Normalmente las miradas apuntan a los mismos sitios. A principios de octubre, el director de Quinnipiac Polling, Peter Brown, aseguró que los cuatro estados bisagra más importantes en esta elección serían Florida, Carolina del Norte, Ohio y Pennsylvania. En comunicación con EL UNIVERSAL, el experto en swing states Bass van Doorn, del College of Wooster, agregó a la lista Nevada, Arizona y Iowa. David Schultz, una de las voces más reconocidas en este campo y catedrático de la Hamline University, dijo a este diario que también habría que estar atentos a Colorado, Nuevo México, Virginia y Wisconsin.

En resumen: una decena de estados en los que se ponen en juego las llaves de la Casa Blanca. Especialmente tentador, como siempre, ha sido Florida y sus 29 votos electorales.

El triunfo del 8 de noviembre pasa por estos estados, sea cual sea el año, el candidato o el favorito. Pero según las encuestas, el camino hacia la victoria de Donald Trump es muy angosto, ya que necesita inevitablemente sacar un excelente resultado en los estados bisagra. “Las cosas pintan complicadas para Trump aunque se ajusten las cosas”, indica Van Doorn. Según el experto, el republicano necesita asegurarse Florida y Ohio, las dos joyas de la corona en término de estados péndulo, porque “ganar estos estados significa básicamente que también podrá hacerlo mejor en cualquier otro sitio”. Para Schultz, sin una victoria republicana en Pennsylvania y Carolina del Norte “se habrá acabado” el sueño presidencial de Trump.

Hillary, según las predicciones, sólo necesita mantenerse firme en el “muro” de estados demócratas construido por Barack Obama y añadir un par de estados clave. Entre ceja y ceja tiene Carolina del Norte, estado que su campaña considera fundamental para las aspiraciones de victoria, Florida y Nevada.

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La noche electoral podría deparar alguna sorpresa: ambos candidatos han hecho campaña en estados tradicionalmente del rival, y puede que saquen un buen resultado, aunque inicialmente insuficiente. “Trump ha buscado que Michigan y Pennsylvania sean competitivos, mientras Clinton lo ha intentado con Arizona y Georgia”, explica Schultz, editor del libro Presidential Swing States. “Las razones por las que estos nuevos estados pueden ser competitivos habla de las fortalezas y debilidades de los dos candidatos, con uno trabajando a la clase trabajadora blanca [Trump] o los moderados republicanos suburbanos tradicionales [Clinton]”, argumenta.

A pesar de eso, sigue siendo bastante improbable que eso suceda, al menos en esta elección. En cambio, todas las miradas estarán muy atentas a lo que pase en Ohio, que en las últimas décadas ha sido reflejo del devenir de EU, con una fiabilidad de acierto en elecciones presidenciales de 93.3% en los últimos 120 años: sólo falló dos de las últimas 30, en los años 1944 (Franklin D. Roosevelt) y 1960 (John F. Kennedy). Sin embargo, Ohio puede estar perdiendo su aura de barómetro presidencial. “Es bastante probable que Ohio, por primera vez en décadas, termine votando por el candidato presidencial perdedor”, afirma Van Doorn. Y es que cada vez es menos representativo —demográficamente hablando— del conjunto del país, empezando por una comunidad latina muy escasa. La carrera para tomarle el relevo de barómetro ya ha empezado: a la cabeza, estados del sur como Colorado o Nevada.

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