Más Información
Pensión para mujeres de 60 a 64 años: ¿De cuánto es el apoyo y a partir de cuándo se iniciará su dispersión?
VIDEO: Claudia Sheinbaum recuerda a AMLO a 6 días de dejar la Presidencia; retoma su discurso en Diputados
Primeras mañaneras de Claudia Sheinbaum; estas son algunas de las diferencias y similitudes con las de AMLO
La muerte de Fidel Castro añade una incógnita más a la difícil ecuación del futuro de las relaciones entre Estados Unidos y Cuba. Tras la victoria de Donald Trump, el proceso de normalización iniciado hace dos años está a la expectativa, en medio de la incertidumbre que genera la imprevisible figura del magnate.
Fidel siempre fue el símbolo de la imposibilidad de reconciliación entre enemigos íntimos, imagen del último resquicio de la Guerra Fría en América. El traspaso definitivo de poderes a su hermano Raúl en 2008, menos ideológico y más pragmático, dio pie a las reformas en la isla.
Por tanto, “su muerte no debería alterar el curso del programa de modernización económica”, apuntó a EL UNIVERSAL William LeoGrande, experto en América Latina de la American University y coautor del libro Back Channel to Cuba, sobre las negociaciones hacia la normalización de relaciones de ambos países.
El inicio del deshielo sólo se entiende por la salida del poder de Fidel —“siempre fue escéptico sobre el compromiso de [el presidente de EU, Barack] Obama”, señaló LeoGrande—. A dos meses de que Obama abandone la Casa Blanca y ceda las llaves a Trump, la muerte de Fidel Castro añade una duda más al futuro de esta nueva relación.
“Probablemente no tendrá un gran impacto, a pesar de que sicológicamente será más fácil continuar, porque muchas iniciativas no serán vistas como un bofetada a la figura del líder de la revolución”, aseguró a este diario H. Michael Erisman, profesor emérito de la Indiana State University y consejero editorial de la revista Cuban Studies.
Como recuerda LeoGrande, Fidel estaba “totalmente retirado” y su muerte no debería alterar la reforma implementada por Raúl que, en palabras del experto en Cuba del Brookings Institute Ted Piccone, se regía “bajo parámetros limitados en parte debido a la sombra de Fidel”.
Para el analista, lo interesante en los próximos días será “mirar atentamente” si el actual presidente cubano “utiliza la muerte de Fidel para extender el legado anti-estadounidense” o, por el contrario, “acelera el proceso”.
“Es la mayor oportunidad en décadas de conducir a Cuba hacia el camino del desarrollo sostenible, ya aliviada de la ortodoxa y anticuada visión de una política caudillista”, remató el experto.
Eso incluye el proceso de acercamiento a EU. Ahí entra la variable Trump, y la incertidumbre que genera la falta de concreción en las políticas que va a aplicar, no sólo con Cuba, también a nivel interno.
“Hace veinte años [Trump] dijo e hizo muchas cosas que indicaban que quería hacer negocios en Cuba, y apoyó la normalización de relaciones. Pero también es cierto que prometió revertir las políticas de Obama en los últimos dos meses de campaña”, declaró a este diario Sarah Stephens, directora ejecutiva del Centro para la Democracia en las Américas.
“Trump no tiene estrategia ni historia con Cuba, exceptuando un modesto esfuerzo por invertir ahí”, rememoró para EL UNIVERSAL Peter Hakim, presidente emérito del centro de estudios Diálogo Interamericano.
“Todavía no está claro si Trump tomará un acercamiento pragmático”, dudó Geoff Thale, director de programas de la Oficina de Washington para América Latina (WOLA).
Sin embargo, abandonar el acercamiento a Cuba podría tener consecuencias nefastas para Estados Unidos, coincidieron los expertos.
“Una aproximación hostil de EU podría animar a La Habana a girar más seriamente hacia Moscú o Beijing como líneas de salvación en tiempos difíciles”, alertó Piccone.
Si en algo coinciden todos los analistas consultados es en la necesidad de continuar con las actuales políticas, “buenas para la población estadounidenses y sus empresas, buenas para la población cubana y buenas para las relaciones de los Estados Unidos con América Latina”, aseguró Stephens, quien deseó que Trump “se resista a la tentación” de volver hacia atrás en el tiempo.
En ese sentido, Thale argumentó que tras la muerte de Fidel serán “más difíciles de justificar las políticas arraigadas en las ideologías del pasado que en las oportunidades del futuro”.
Sin Castro, los defensores del embargo pierden su figura simbólica para mantenerlo, agregó el director de programas de WOLA.
La clave del futuro está en el camino que decida tomar Trump como presidente de EU.
Tal y como explica Erisman, existe el riesgo de que el magnate exija más condiciones y los cubanos abandonen. “No ceder ante las condiciones de Estados Unidos fue siempre su posición”, aseguró.
Sin embargo, Hakim defendió que “no hay por qué preocuparse”, especialmente por las vías de negocio que se están abriendo para las grandes aerolíneas o las oportunidades de inversiones hoteleras en la isla.
“Pero tampoco esperaría grandes avances”, reconoció, pronosticando que la administración Trump no se va a preocupar de lo que pase en Cuba. Por su parte, el régimen castrista, de Raúl, será “más cauteloso” con el magnate en la Casa Blanca, y dará menos pasos hacia el restablecimiento total de relaciones.