Anoche nos acostamos mientras él moría. Es una noticia triste, fuerte, pero prevista en nuestro imaginario colectivo. Murió el comandante Fidel Castro a los 90 en La Habana. En estas horas, millones de caracteres serán escritos en todos los idiomas dando cuenta de su muerte y de su historia. Cientos de portadas le dedican ya la primera plana. Las redes sociales lo tendrán como trending topic. Se fue un ícono del siglo XX. Un líder astuto sin duda.

Apenas en agosto de este año Fidel cumplió 90 años, después de mantenerse casi 50 en el poder. La Cuba de hoy no se explica sin él. Castro vio pasar 14 presidentes mexicanos. Lidió con 11 mandatarios norteamericanos y seguro supo del triunfo de Trump. Sobrevivió a más de 600 atentados contra su vida. Tenía un blindaje moral que lo protegió siempre. Estuvo preso aquí en México en 1955 y hace 60 años que partió de Veracruz para iniciar la revolución cubana.

En los últimos meses, apenas se normalizaron las relaciones con el “Imperio Yanqui”, como él lo llamaba. Aquí Obama merece todo nuestro reconocimiento también. Ojalá la muerte de Castro no descarrile ese proceso de normalidad con los Estados Unidos.

La foto que hoy les comparto la tomé en Julio de 1990 en la Plaza de la Revolución, yo era estudiante de periodismo en la Universidad Nacional. Fidel tenía entonces ya 63 años de edad y escucharlo era impresionante. Fui testigo de uno de sus famosos discursos de más de cuatro horas bajo el sol habanero a plomo. Su energía era contagiosa.

Ese fue mi primer encuentro con Fidel en Cuba. Yo rondaba los 22 años de edad y ya soñaba con ejercer el periodismo. Para mi, aquel viaje a Cuba sería el inicio de una nueva vida. Su ejemplo marcó a generaciones enteras, incluida la mía.

Vinieron una docena de nuevos viajes a la Isla, hasta que tuve la oportunidad de hablar con él y obsequiarle una carpeta de imágenes en el Palacio de la Revolución en el año 2000. Fui testigo de los funerales del Che en 1997 y de la visita del Papa en 1998, justo en medio del llamado “periodo especial”, una de las peores crisis que remontó el pueblo Cubano.

Quienes conocieron a Castro aquí en México cuentan que antes de zarpar de Tuxpan para iniciar la lucha guerrillera se la pasó haciendo bromas. Había estado preso en la Isla por 22 meses, y su rebeldía se mantenía inquebrantable. Decía Castro : “Si salgo, llego; si llego, entro; si entro, triunfo”. Y así fue. Era un personaje sin igual. Hoy será criticado desde la mirada del siglo XXI, pero no existe un personaje con la fuerza política y narrativa que el representaba.

Así las cosas, mientras en Miami celebran su muerte y Donald Trump prepara su nuevo gobierno, el resto del mundo le rendirá homenaje. Yo por lo pronto salgo ya para Cuba, para despedir al Comandante.

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