Los Ángeles.— A la directora de la Coalición por los Derechos Humanos de los Inmigrantes de Los Ángeles (CHIRLA), Angélica Salas, le cuesta trabajo imaginar un escenario más complicado para los latinos y otras minorías como el que se avecina en los próximos cuatro años.

Con la elección de Donald Trump como presidente de Estados Unidos, no sólo reforma migratoria justa e integral irá a parar al cesto de basura; el tener un Congreso unificado permitirá al republicano materializar su plataforma de corte nacionalista y popular en perjuicio de inmigrantes y minorías.

Para la activista y su organización, que desde el triunfo de Trump recibe mensajes de odio, el horizonte para los latinos es tan sombrío que no descarta que el país experimente los años oscuros por los que pasó California en la administración del gobernador Peter (Pete) Wilson (1991-1999), quien arremetió contra los inmigrantes y convirtió a los hispanos en sospechosos criminales, susceptibles de ser detenidos por la policía para exigirles prueba de legalidad.

“Definitivamente, podríamos enfrentar a un Pete Wilson a nivel nacional, porque Trump utilizó a nuestra comunidad de la misma manera como lo hizo Pete para ganar una elección. Nos usó como el blanco de su campaña porque entiende que la comunidad migrante, al no ser ciudadana, no tiene poder de voto y por tanto posibilidad de responder”, dice Salas a EL UNIVERSAL.

Las primeras señales ya son de alarma. El llamado ideólogo de la estrategia de la “autodeportación”, Kris Kobach, fue invitado a formar parte del equipo de asesores de transición del presidente electo, para trabajar en la futura agenda migratoria. El actual secretario del estado de Kansas es conocido por ser el “cerebro” de algunas de las leyes migratorias estatales y locales más severas y discriminatorias, como la SB 1070 o Ley de Arizona, una normativa basada en el perfil racial y diseñada para permitir a la policía cuestionar el estatus migratorio de cualquier persona.

Otro indicador inquietante es la ausencia de latinos en la lista preliminar de miembros del equipo de transición de Trump. Igualmente brillan por su ausencia entre los nombres que se manejan de los posibles candidatos a formar su gabinete. “Ante este escenario, y considerando que los republicanos tienen la mayoría en el Congreso, es muy probable que adopten una agenda migratoria más conservadora, más castigadora”.

La comunidad, explica, está obligada a responder con unidad. Igualmente deben acercarse a los congresistas aliados en Washington, quienes constituyen la primera barrera de contención.

“Se avecina una batalla en el Congreso, las Cortes y las calles. Hoy más que antes tenemos que estar alerta y trabajar juntos”, sostiene.

Otro pilar fundamental de la estrategia de contingencia es la comunicación con el gobierno de México, que está obligado a intervenir en defensa de sus connacionales, identificados, junto con los musulmanes, como los primeros afectados ante el eventual endurecimiento de las políticas migratorias.

“El presidente Enrique Peña Nieto ayudó a la candidatura de Trump invitándolo a México, ahora tiene que hacerse responsable de las consecuencias”, subraya. Señala que la acción inmediata debe ser destinar mayor presupuesto a los Consulados, primer lugar de refugio de muchos de los mexicanos en riesgo.

El impacto del muro que quiere construir Trump, dice Salas, hija de padres migrantes mexicanos, será ante todo sicológico. “El muro es un símbolo nefasto de la separación entre dos países y abre la puerta a más fascismo en contra de nuestra comunidad. Pero lo más nefasto de todo es que silencia los motivos por los que nuestra gente está migrando y las necesidades humanas”.

Lo que más le preocupa es el reforzamiento del aparato de deportación introducido por el entonces mandatario George W Bush y que el presidente Barack Obama continuó operando para alcanzar niveles récord de expulsiones (unas 2 millones de personas).

También le inquietan las secuelas de la campaña de odio de Trump, que empoderó a los antiinmigrantes y sacó a la luz pública a los grupos fascistas. “Estas elecciones nos abrieron los ojos a la realidad. Como país no hemos avanzado lo suficiente en cuestión de racismo e igualdad... Esa realidad es el gran reto que tenemos que afrontar”, señala.

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