Cuando el pasado viernes el Secretario de Defensa, Ashton Carter, aseguraba que Estados Unidos está avanzando en su misión de decapitar a la cúpula de la organización terrorista del Estado Islámico (EI) y golpearla en sus finanzas, la amenaza de un nuevo atentado en Pakistán con más de 70 muertos entraba en su fase final.

A comienzos de la semana pasada, una célula vinculada al Estado Islámico (EI) atacaba el corazón de las instituciones europeas en Bruselas y al aeropuerto de esa misma ciudad. El saldo de 35 muertos, dejó en evidencia la capacidad de una organización que ha aprendido a burlar los servicios de inteligencia belgas desde hace ya más de una década y a crear un corredor de seguridad entre la zona de conflicto en Siria y algunos países de la Unión Europea.

Con estos dos ataques en menos de una semana, Estados Unidos y sus aliados han demostrado que aún están muy lejos de poder ganar la partida a una amenaza que desde hace tiempo se repartió por distintos puntos de Oriente Medio, Africa y la Unión Europea.

Tras el anuncio de Vladimir Putin de retirar a sus fuerzas de Siria, muchos se preguntaron si acaso en líder ruso finalmente había entrado en razón. Su decisión más bien reveló algo muy distinto: que tras una campaña de bombardeos, que redujeron a escombros la ciudad de Aleppo, y diezmaron a las fuerzas insurgentes que buscan derrocar a Bashar al-Assad, al final había conseguido colocar a su aliado en una posición de fuerza para recuperar posiciones y negociar una salida al conflicto con la coalición de naciones que encabeza Estados Unidos.

En otras palabras, Rusia le había ganado la partida a Estados Unidos con una de las más brutales campañas de bombardeo en Siria.

Otro de los factores que dejó al descubierto el anuncio de esta retirada, era la imposibilidad de contener una crisis humanitaria que hoy sigue apurando el éxodo de miles de personas que buscan la salida a través de Turquía. Una nación que ha recibido la encomienda de contener este flujo de refugiados para evitar que lleguen a Europa a cambio de jugosas partidas en materia de ayuda.

El problema es que Turquía, que ya soporta la presión de casi 3 millones de refugiados sirios en su propio territorio, difícilmente se dará a basto para contener una marea desesperada de gente que huye del exterminio seguro a manos no sólo de las huestes del Estado Islámico (EI), sino de más de 800 organizaciones que se disputan el territorio en Siria y que deben lealtad a innumerables facciones con el respaldo de países como Irán o Arabia Saudita.

En este contexto, de atomización del conflicto en Siria, el optimismo de Ashton Carter es una invitación al sarcasmo. ¿En verdad EU será capaz de mantener bajo control un conflicto decapitando a la cúpula del EI?. ¿Será capaz de enfrentar una amenaza terrorista que le asalta desde distintos frentes al mismo tiempo?.

Un alto funcionario europeo, al hablarme del grado de dificultad para mantener a raya el infierno que se vive en Siria y evitar la amenaza de nuevos atentados en Europa o en países aliados de EU como Pakistán, comparó la estrategia de EU frente a Rusia tras la guerra por el control de Ucrania.

“En Ucrania tienes a dos adversarios bien identificados. En Siria tienes decenas de enemigos que, además, resulta casi imposible de identificar por sus vínculos a países o a organizaciones terroristas”, me aseguró para ofrecer así la imagen del avispero en que se ha convertido Siria.

En este sentido, cuando uno escucha a candidatos del partido republicano como Donald Trump o Ted Cruz, proponiendo el blindaje de las fronteras o la creación de grupos de vigilantes para mantener a raya a la comunidad musulmana en Estados Unidos, uno no puede más que lamentar el terrible grado de desconocimiento sobre las muchas caras de una amenaza terrorista que ha llegado para robarle la tranquilidad a Washington y a sus aliados europeos.

El estado de guerra perpetua, que alguna vez revoloteó tras los atentados del 11 de septiembre de 2001, es hoy una realidad. Y los principales beneficiarios de esta confrontación asimétrica, en la que un puñado de terroristas desharrapados son capaces de atacar a Estados armados hasta los dientes, son los populistas extremistas de siempre que viven de explotar el miedo entre los ciudadanos y de atizar el odio.

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