El politólogo guatemalteco Manfredo Marroquín, presidente de Acción Ciudadana, una organización no estatal de Guatemala, señala en una entrevista con EL UNIVERSAL que la batalla contra la corrupción abre una esperanza para que la “democracia completa” germine en América Latina. Acción Ciudadana representa en Guatemala a Transparencia Internacional, institución mundial que promueve la honestidad en la gestión pública.

¿Qué opina de la oleada de destape de la corrupción en América Latina?

—Creo que era inevitable, porque el fenómeno de la corrupción prácticamente inhabilitó, hizo o está haciendo inviable la democracia en América Latina. Los pocos nichos que se lograron salvar de la ola de corrupción son los que hoy están dando algún tipo de reacción, para que se den estas investigaciones contra líderes políticos del más alto nivel en América Latina. Era inevitable, porque si no superamos esta tarea de disminuir la corrupción a niveles más bajos, el desarrollo y la democracia son inviables por la corrupción en América Latina.

Honduras, Guatemala, El Salvador, Panamá, Brasil o Argentina, por citar algunos países sacudidos por la corrupción, vienen de regímenes militares y son democracias jóvenes. ¿Es la corrupción una herencia de esos regímenes?

—Evidentemente los regímenes militares instalaron un esquema de saqueo del Estado, pero ese esquema fue superado por los gobiernos civiles, que se acomodaron a esas democracias débiles que no tenían desarrollados sus sistemas de control ni todos los contrapesos famosos de la democracia. Y, en lugar de desarrollarlos, se dedicaron a cooptarlos y a mediatizarlos. Eso fue lo que hizo que la corrupción empezara a reinar en muchos países.

Ahora estamos ante esa disyuntiva de si esas investigaciones, esos casos de estos juicios contra dirigentes políticos, realmente son el anuncio de que vamos a lograr finalmente construir una democracia completa, con sistemas efectivos y eficientes de control, con poder de investigación de los ministerios públicos, de las contralorías de cuentas y organismos judiciales independientes.

¿Hay desencanto popular con la democracia por la corrupción?

—Lo que pasa es que el desencanto con la democracia está instalado. Creo que estos enjuiciamientos por corrupción representan una oportunidad y una esperanza para que la democracia realmente germine en suelo latinoamericano y que ha estado inhabilitada de crecer por tanta corrupción.

¿Tienen estas democracias jóvenes y frágiles la capacidad judicial de enfrentar este desafío?

—Son procesos. Creo que la mayoría no las tienen y muchos países van a tener que buscar formas creativas para lograrlo. Mi país es un ejemplo, porque sin la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala (CICIG) no se tendría a ningún político preso en la cárcel y mucho menos a un ex presidente [Otto Pérez]. Esa muleta que significa CICIG es muy importante para que, por lo menos, estemos con una democracia renga pero todavía con posibilidades de caminar.

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