Como cada cuatro años, el estado de Iowa se convierte en el centro del universo político en Estados Unidos. Escenario de victorias o de derrotas que se antojaban imposibles —como la de Barack Obama sobre Hillary Clinton en 2008—, el arranque de las primarias en la lucha por la presidencia se presenta hoy más complicado e incierto que nunca ante el desconcierto y desplazamiento de una clase política que contempla el avance de candidatos ajenos al establishment (outsiders) como Donald Trump por el bando republicano y de Bernie Sanders por el demócrata.

¿Nos encontramos ante el comienzo del fin para el bipartidismo en Estados Unidos? ¿Los candidatos ricos y ajenos al establishment que surgen del sector privado han llegado para quedarse?

Mientras los candidatos en contienda se disputan el lugar de salida para conquistar la nominación demócrata y republicana, los analistas y expertos en el intrincado mundo de la política coinciden en que el principal reto de los republicanos será el de sobrevivir al ambiente de guerra civil declarado por Donald Trump para no perder la oportunidad de recuperar la Casa Blanca.

“Quién lo iba a decir. Ha sido un regalo de Dios”, aseguró esta misma semana en tono de sorna el vicepresidente, Joe Biden, al comentar la guerra declarada por Trump contra la cadena de noticias FOX y contra un liderazgo del Partido Republicano que ve con creciente preocupación la posible nominación del magnate ante la urgente necesidad de conquistar la presidencia en hombros de una amplia coalición de minorías difícil de imaginar bajo un candidato que no se ha cansado de amenazar e insultar a los inmigrantes y de proferir comentarios humillantes u ofensivos hacia las mujeres y la comunidad musulmana.

“El liderazgo del Partido Republicano está realmente muy preocupado porque una candidatura de Trump representa una receta para el desastre en noviembre próximo”, dijo Robert Griffin, del Center For American Progress (CAP), a EL UNIVERSAL.

En el caso de los demócratas, el verdadero desafío será el de mantener viva y entusiasta a la coalición histórica que forjó Barack Obama en 2008 para conquistar por tercera ocasión consecutiva la presidencia.

Una misión que se antoja complicada en un ambiente de desencanto y rechazo hacia la clase política en Washing-
ton. Además, los demócratas tendrían que ir contra la corriente de la historia. Desde 1940, cuando Franklin D. Roosevelt ganó unas elecciones presidenciales por tercera ocasión y antes de que se proclamara la 22 enmienda que limita los mandatos a sólo dos términos consecutivos, nadie ha vuelto a repetir esa odisea.

En opinión de Griffin, sumado a ello tanto demócratas como republicanos deberán enfrentar a un electorado “cada vez más dividido, impredecible e inestable” que además “está furioso contra la clase política”.

Prueba de ello ha sido el desencanto que ha tenido que enfrentar una candidata demócrata como Hillary Clinton, quien se ha visto amenazada o rebasada en las encuestas de Iowa y New Hampshire por su adversario, el senador demócrata por Vermont, Bernie Sanders, quien ha llegado enarbolando la bandera de una “revolución política” para terminar con el “empobrecimiento de la clase media” y el “obsceno enriquecimiento” de Wall Street.

El desencanto con la clase política explica, asimismo, el éxito de figuras como Trump, un magnate inmobiliario que ha llegado para encabezar un asalto contra el Partido Republicano, una organización que vive horas de confusión en medio de una revuelta que amenaza con desatar una guerra de facciones en la convención de julio próximo en Cleveland, Ohio.

¿Fin del bipartidismo?

El surgimiento de candidaturas como la de Trump, o el impulso ganado desde el bando demócrata por Sanders, han llevado a varios expertos y estrategas de campaña sugerir el agotamiento del modelo bipartidista en Estados Unidos. “La mayoría de los estadounidenses están frustrados con nuestro sistema político actual y con el duopolio de nuestros partidos demócrata y republicano”, aseveró en un reciente análisis Mathew Wood, un veterano operador del Partido Republicano que ha desatado un debate sobre la viabilidad de un modelo que hoy es incapaz de digerir el avance de los electores independientes, uno de los más dinámicos e impredecibles en el mundo de la política.

Según la encuestadora Gallup, en 2015 42% de electores se declararon como independientes. Sin embargo, la hipótesis de Wood apuntando hacia el principio del fin para el bipartidismo no es compartida por algunos de los expertos en el complejo sistema electoral de Estados Unidos donde la conquista de la presidencia es considerada como una misión rayana en lo imposible para cualquier candidato que intente hacerlo bajo una fórmula independiente.

“Es muy poco probable que el sistema bipartidista vaya a a desmoronarse en el corto plazo, por una serie de razones. En primer lugar, porque la mayoría de las personas que dicen ser independientes [como Trump o Michael Bloomberg] son funcionalmente demócratas o republicanos porque han apoyado consistentemente a una de las partes”, aseguró a EL UNIVERSAL Geoffrey Skelley, del Centro de Estudios Políticos de la Universidad de Virginia.

“Y en segundo lugar, porque el sistema electoral y de gobierno fomenta un sistema de dos partidos, en particular la regla en algunos estados de que el ganador de unas elecciones se lleva todos los votos”, añadió Skelley.

A sólo unas horas de los caucus o asambleas de Iowa, el estado que marca el inicio de la carrera por la nominación presidencial tanto en las filas demócratas como en las republicanas, los analistas vaticinan el inminente choque entre Trump y el poderoso establishment de un partido que se sigue resistiendo a su carácter inevitable como candidato a la presidencia.

“Dudo mucho que el liderazgo del Partido Republicano se haya resignado a la posibilidad de apoyar a otro candidato que no sea Trump. Pero esto sería muy arriesgado. Habrá que ver si Trump gana no sólo en Iowa, New Hampshire, Carolina del Sur y Nevada. Si llega lejos, creo que tendrán que negociar con él. Pero aún falta mucho tiempo para que la mayoría de los electores se pronuncien a su favor o en su contra”, añadió Skelley.

En un intento por evitar que Trump consiga consolidarse como el candidato “inevitable”, desde las filas del Partido Republicano han comenzado a producirse una serie de reacomodos para apoyar las candidaturas del senador por Florida, Marco Rubio, o la de Jeb Bush, el ex gobernador de ese mismo estado.

“Creo que el candidato que mejor representa los valores de nuestro partido es Marco Rubio”, aseguró Jason Chaffetz, republicano por Utah y una de las estrellas del Movimiento del Tea Party que se ha sumado al cierre de filas a favor de Rubio y en contra de las opciones de Trump y Ted Cruz. A pesar de los intentos de Chaffetz y de otros de sus aliados en el Congreso, el llamado “fenómeno Trump” parece resistir todos los embates que le llegan desde distintos frentes del Partido Republicano.

Al parecer, la capacidad de arrebatar el liderazgo y la sensación de inevitable de Trump dependerá en gran medida del propio magnate, quien hasta ahora ha demostrado su formidable habilidad para robarle el protagonismo a sus demás adversarios en los ciclos informativos y para sumar las alianzas desde el sector más extremista que resulta clave en el arranque de toda contienda por la nominación.

En el caso de Clinton, la mayoría de los analistas coincide en señalar que, aunque la ex secretaria de Estado sigue gozando de un margen confortable en las encuestas a nivel nacional, un posible tropiezo ante Sanders en Iowa y en New Hampshire podrían complicar seriamente sus posibilidades de conquistar la Casa Blanca y colocarla ante un escenario de pesadilla como el que vivió en 2008 ante esa estrella emergente llamada Barack Obama.

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