Más polarizado y dividido que nunca, Estados Unidos acudirá este 2016 a su cita con las urnas para elegir a quien deberá recoger el testigo de Barack Obama en la Casa Blanca.

Al ambiente de encono y división —el peor en las últimas décadas según Pew Research, con el encogimiento del centro político en un 10% desde 1994 y el aumento de las posiciones extremas—, habría que añadir una atmósfera dominada por el miedo a la amenaza terrorista y la ansiedad generada por un cambio significativo en la demografía, con el avance de las minorías en los llamados estados “columpio” —cambiantes— como Nevada, Florida o Colorado; con una clase media cada vez más empobrecida y un mercado laboral cada vez más disputado.

Un factor adicional a añadir a ese horizonte de volatilidad social y electoral: el Partido Republicano elige a su candidato presidencial en medio de una crisis de unidad sin precedentes y bajo el asalto de los llamados “outsiders” o candidatos independientes.

En medio de la confusión y el encono, la nación se ha rendido al “fenómeno Donald Trump”, un aspirante a la nominación republicana que, poco a poco, se ha ganado su condición de “inevitable”, pese al poder del clan de los Bush que sigue impulsando las menguantes aspiraciones del ex gobernador de Florida, Jeb Bush. “No cabe duda de que cuando se escriba el libro de historia del proceso electoral 2016, el fenómeno Trump será el tema dominante. Sin embargo, muchos [analistas] aún no estamos listos para considerar a Trump como el candidato republicano inevitable”, aseguró Larry Sabato, en alusión al inicio de las primarias en los estados de Iowa y New Hampshire, donde las aspiraciones de Trump podrían pinchar como un globo ante el avance de otros adversarios como Ted Cruz o Marco Rubio.

En el bando demócrata, a pesar del desafiante avance del senador por Vermont, Bernie Sanders, nada hace pensar que sus aspiraciones irán más allá de Iowa y New Hampshire.

A diferencia de 2008, cuando Barack Obama consiguió rebasar por la izquierda a Hillary Clinton y arrebatarle la nominación presidencial, en esta ocasión Hillary, con el apoyo de su esposo Bill Clinton, tiene asegurado no sólo el apoyo del electorado sino también de todos delegados demócratas que la ungirán candidata en julio venidero en la ciudad de Filadelfia.

“Clinton tiene todo el apoyo del partido, mientras que Sanders tiene básicamente nada. Así que es muy posible que Clinton tenga problemas con Sanders en Iowa y New Hampshire, pero al final va a superar exitosamente todo el proceso”, consideró Harry Enten, un experto en demoscopia.

Aunque el proceso electoral dominará la agenda política, nadie podrá distraerse de la otra batalla que se dispone a librar Obama para tratar de defender y salvaguardar a toda costa su legado presidencial. Obama defendió ese legado de forma vehemente en su último informe sobre el Estado de la Unión, al advertir que no piensa claudicar en la lucha a favor de una reforma migratoria, ni permitir que la Asociación Nacional del Rifle (ANR) y sus acólitos en el seno del Partido Republicano sigan combatiendo por todos los medios sus órdenes ejecutivas que buscan poner un alto a la epidemia de muertes y violencia con armas.

En el frente internacional, la administración Obama no podrá cumplir su palabra de poner fin a las guerras que heredó en Afganistán e Irak, ni la que le estalló durante su mandato en Siria con la amenaza terrorista del Estado Islámico (EI).

En contraste, se anotó apenas ayer una victoria clave con el acuerdo nuclear con Irán que ha permitido el levantamiento de sanciones al país persa.

En el hemisferio, Obama buscará la consolidación del proceso de normalización de las relaciones con Cuba y se mantendrá a la expectativa de la difícil batalla que libra la Asamblea Nacional de Venezuela contra el gobierno de Nicolás Maduro.

“La administración Obama operará tras bambalinas, muy posiblemente desde organismos como la OEA, para no quitar respaldo a los miembros de una Asamblea Nacional que seguirán soportando los embates del gobierno de Nicolás Maduro, que se resiste a perder poder”, aseguró Juan Carlos Hidalgo, del Cato Institute.

“Uno de los asuntos que también dominarán esta lucha es la petición para la liberación de los presos políticos, una causa que ha conseguido unir a todas las fuerzas opositoras”, añadió Hidalgo.

De cara al 2016, y lo que resta del mandato Obama, algunos analistas sugieren que a pesar de que el restablecimiento de las relaciones con Cuba es el más importante logro en el frente diplomático, el éxito de las negociaciones con Irán y el futuro del acuerdo de la Alianza Transpacífica (mejor conocido como TPP), podrían superar lo logrado con el gobierno de La Habana.

“Al final de cuentas, aunque es histórico el acuerdo con Cuba, sólo representa a una población de 11 millones de personas en El Caribe. Pero, en un futuro, si los más de 20 años de negociaciones para sacar adelante al TPP llegan a buen puerto, y el proceso de negociaciones con Irán es exitoso —como ya quedó claro ayer—, no cabe duda de que estos dos asuntos consolidarán el legado de Obama como uno de los más importantes en la historia moderna de EU”, consideró Hidalgo.

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