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Al igual que ocurrió tras los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos, los ataques terroristas del pasado viernes en París se han convertido en la coartada perfecta para quienes, desde el partido republicano, ya han comenzado a exigir el blindaje de la frontera con México.
Cada vez que se produce un atentado terrorista, los agitadores de miedos y demonios racistas salen de sus cloacas para sacar su viejo trapo rojo y agitarlo ante esa bestia nativista dominada por los prejuicios y los miedos infundados.
Para soliviantar a esa base electoral dominada por el hombre blanco y mayor de 60 años.
El fin de la veda, para estos expertos en atizar el odio y convertir a millones de inmigrantes en los sospechosos habituales de siempre, se ha hecho sentir a través de cada uno de sus estallidos verbales:
“El presidente Barack Obama y Hillary Clinton se han manifestado a favor de recibir a miles de refugiados de Siria. Tras estos atentados terroristas, esta es una locura”, aseguró el senador republicano por Texas y aspirante a la nominación presidencial, Ted Cruz.
“Es tiempo de blindar nuestras fronteras y proteger a nuestros ciudadanos de estos diabólicos terroristas”, dijo a su vez el gobernador de Louisiana, Bobby Jindal.
“Tenemos que reforzar nuestra frontera con México”, ha dicho el ex gobernador de Florida, Jeb Bush.
“Una locura. Es una auténtica locura”, despotricó Donald Trump, ese magnate propenso al insulto y a la exageración, que se ha convertido en el líder del movimiento a favor de la expulsión de más de 11 millones de indocumentados.
El pasado sábado, en un acto de campaña en la localidad de Beaumont, Texas, Trump atacó al presidente Obama por la presunta intención de recibir hasta 250 mil refugiados sirios.
“Están locos”, insistió Trump.
Por cierto, el presidente Obama nunca ha ofrecido refugio a 250 mil ciudadanos sirios, sino a 10 mil para el año fiscal 2016.
En medio de esta arenga dominada por la paranoia terrorista y el tufo racista, los demócratas Hillary Clinton, el senador, Bernie Sanders y el ex gobernador de Maryland, Martin O´Malley, aprovecharon el pasado sábado su segundo debate por la nominación desde la ciudad de Des Moines, en Iowa, para rechazar la idea de expulsar a más de 11 millones de indocumentados.
Una operación que, dicho sea de paso, supondría una inversión de entre 400 mil y 600 mil millones de dólares en los próximos 10 años, según cálculos de la organización American Action Forum.
“No hay mejor sustituto para una política de seguridad fronteriza y doméstica que una reforma migratoria justa y comprensiva”, aseguró el ex gobernador de Maryland, Martin O´Malley.
La voz de los demócratas, que apela a la razón y a los valores que han hecho de EU una nación de inmigrantes, se pierde entre el ruido de quienes han visto en los atentados terroristas de París la mejor oportunidad para subir en las encuestas y apelar a las bases más extremistas con propuestas para blindar la frontera con México y deportar a millones.
En octubre de 2014, el congresista republicano por California, Duncan Hunter, declaró ante la cadena FOX que “un grupo de 10 terroristas del Estado Islámico” habían cruzado la frontera desde México para ser capturados por agentes de la patrulla fronteriza del sector de Texas.
“Si nuestros agentes han capturado a 10, es muy posible que otros más hayan conseguido internarse en el país”, aseguró.
Sus declaraciones encontraron amplio eco entre el movimiento extremista y conservador que se ha convertido en el Caballo de Troya del partido republicano, provocando el deslizamiento de esa organización que fundó Abraham Lincoln hacia posiciones de radicalismo nunca vistas.
Como era de esperarse, la versión de Hunter fue desmentida de forma inmediata por el Departamento de Seguridad Interna (DHS).
Pero la voz de Hunter se convirtió en ese rumor que, de forma reiterada, vuelve a reaparecer y cobrar fuerza entre la extrema derecha. En esta ocasión, los atentados terroristas de París, vuelven como la coartada perfecta para agitar las aguas de ese nativismo emboscado en EU para exigir la militarización de la frontera con México y la expulsión de millones de indocumentados a los que se compara con criminales, violadores o traficantes de droga.
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