El próximo 4 de octubre se cumplen sesenta años de la nueva era, en la que el hombre rompió la barrera del espacio exterior. En esa fecha, en 1957, se hizo el primer lanzamiento al espacio exterior del Sputnik- I, cuyo nombre significa “compañero de viaje”, que ha sido desde entonces el precursor y referente permanente en la nueva era espacial.

Este avance tecnológico de la Rusia soviética, bajo el liderazgo de Nikita Krushev, se tuvo en el más absoluto secreto. El Sputnik- I era una esfera metálica brillante de 84.5 kilogramos, con 58 centímetros de diámetro y llevaba cuatro antenas exteriores de poco más de dos metros de largo. En su interior la cabina presurizada con nitrógeno llevaba dos transmisores de radio con un oscilador para las frecuencias de 20 y 40 MHz respectivamente, que emitían un “bip” y cuyas baterías permitieron que su señal se transmitiera durante tres semanas. El Sputnik- I se mantuvo en órbita durante 92 días, hasta que en su proceso de reingreso a la atmósfera se incineró en enero del 1958. Para muchos radioaficionados, así como para los centros de investigación especializados, era posible sintonizar esa señal en un radio de onda corta.

Con este lanzamiento propulsado por uno de los cohetes “vector R-7”, modificado de su diseño original para lanzamiento de misiles de largo alcance, la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) iniciaba los cuatro lanzamientos que tenía preparados como la contribución más notable del Año Internacional de Geofísica 1957-1958. Entre ellos destaca poner en órbita a un ser vivo que fue la famosa perra Laika y los viajes orbitales del primer hombre en el espacio, Yuri Gagarin y la primera mujer cosmonauta Valentina Tereshkova, lanzados desde el cosmódromo de Baikonur, que hoy se localiza en Tyuratam, Kazajistán.

El equilibrio de poderes de la postguerra cambió. La amenaza de un dispositivo con capacidad para lanzar un ataque nuclear que pudiera mantenerse en órbita desde el espacio exterior causó conmoción en lo que entonces se llamaba “el mundo libre”, particularmente en la oficina oval de la Casa Blanca durante la presidencia de Dwight Ike Eisenhower. El 4 de octubre de 1957 significó un cambio de capítulo de la historia; la conquista del espacio dejó de ser una fantasía de ciencia ficción no sólo en términos de las crecientes tensiones bélicas e ideológicas de la era bipolar, sino también y con mayor trascendencia para las ciencias y la tecnología aplicada.

En lo personal, fue una experiencia que mucho tiene de histórico y es un episodio de mi capacitación profesional en el área de las telecomunicaciones. El uso pacífico de esta nueva tecnología ofreció la posibilidad de ubicar satélites de telecomunicación en el espacio exterior en una órbita geoestacionaria. Para los preocupados por su uso bélico, el nivel de tensión que este acontecimiento generó en los albores de la Guerra Fría no tenía precedente.

A partir de esa fecha, durante seis décadas las telecomunicaciones y las ciencias han avanzado más que en toda la historia registrada de la raza humana. Desde la astrofísica hasta los más elementales experimentos de sobrevivencia en condiciones extremas del espacio exterior la humanidad no ha detenido su paso de avance científico gracias a la exploración del espacio.

La carrera del espacio ha sido una gran epopeya que ha consolidado la paz entre potencias bélicas. Hoy, como en la película Dr. Strangelove, hay atisbos del riesgo de una conflagración nuclear por la locura de un líder. ¿O serán dos?


Rúbrica. ¡Viva México! 207 años de vida independiente nos recuerdan que no importa el nivel de la adversidad si en cada mexicano hay un corazón generoso para con quienes hoy sufren los daños de los sismos en Oaxaca y Chiapas.

Polírico, escritor y periodista.
@AlemanVelascoM
articulo@alemanvelasco.org

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