“El plan fronterizo irracional de Trump”, es el título de un editorial del NYT del jueves. El diario neoyorkino argumenta que la estrategia de desplegar a la Guardia Nacional en la frontera con México no está basada en la lógica o en la realidad de los flujos actuales de migrantes, los cuales presentan un desplome histórico. El otro tema que se encuentra circulando la agenda estos días es la decisión de Trump de retirar “muy pronto” a las tropas estadounidenses enviadas a Siria para combatir a ISIS. De nuevo, tanto en distintos medios, como entre varios actores dentro y fuera de la Casa Blanca, esa medida se presenta como carente de lógica. Sin embargo, en la cabeza de Trump, ambos temas, Siria y la frontera con México, no solo tienen absoluto sentido, sino que se encuentran íntimamente vinculados. Comprender a Trump, su forma de pensar y su capacidad para conectar con una amplia base de ciudadanos, ha sido uno de los mayores retos que han tenido que enfrentar periodistas, analistas, académicos y actores diversos de todo el mundo. Tan mal nos ha ido en esa tarea que nos sigue sorprendiendo que el magnate hubiese podido llegar a la Casa Blanca, que siga tomando decisiones sin escuchar a sus distintos consejeros (de quienes se ha ido deshaciendo uno tras otro), que siga comunicándose a través de tuits y que emita declaraciones que nos parecen completamente fuera de lugar. A veces, sin embargo, hace falta meterse un poco en su cabeza, y más que calificar de ilógico e irracional su comportamiento, buscar entender la lógica que le mueve y le permite comunicarse eficazmente con su base, a fin de poder estar preparados para enfrentar las consecuencias de decisiones que, nos agraden o no, el actual presidente de Estados Unidos, va a tomar. En el texto de hoy, propongo algunas ideas al respecto.

Dos nociones centrales motivan la toma de decisiones de Trump: America First (Estados Unidos Primero) y Make America Great Again (Hacer que Estados Unidos sea Grande Nuevamente). La línea de pensamiento que subyace a esos principios elabora un diagnóstico bastante pesimista de la situación de la superpotencia y su entorno. Ese diagnóstico fue muy visible durante su campaña, durante su toma de protesta y lo ha sido a lo largo de toda su gestión. Se trata del estado de caos, la “carnicería” en la que se ha convertido el país, a raíz de sus pésimos gobernantes, demócratas y republicanos por igual. Esos gobiernos se encargaron de negociar malos tratados y han permitido que todos en el mundo saquen provecho de EU. La mayor parte de la carga financiera de la OTAN pesa sobre las espaldas estadounidenses mientras se permite a otros países “beneficiarios” de la alianza incumplir con sus cuotas. Washington ofrece ayuda a toda clase de países solo para que estos se burlen de ella y le insulten en la ONU. EU tiene cantidad de tratados comerciales mal negociados que le generan déficits incontrolables. El Pentágono manda tropas a innumerables conflictos ajenos, la Casa Blanca debe pagar los costos de proteger a otros y pelear sus guerras sin sacar nada a cambio. Encima de todo, EU es víctima de “hordas” de migrantes, las “peores personas” de sus países “basura”, que solo traen consigo droga, crimen y terrorismo. ¿Y qué había hecho Washington antes de que él tomara la presidencia? Ser flexible, laxo, favorecer programas que incentivan esa migración, permitir legislación débil y descuidar la seguridad en las fronteras. No más.

Bajo la óptica de Trump, EU ha sido humillado y engañado. Astutos todos los demás. Él, si estuviera en sus zapatos, también lo hubiera hecho porque cada quién debe proteger los intereses del país que representa. Pero como él está ahí para defender los de Washington, lo primero que se necesita hacer es establecer las prioridades correctas: Estados Unidos antes que nadie. Los tratados o acuerdos, formales o informales, nuevos o viejos, las intervenciones internacionales o despliegues de tropas, las decisiones en general, son solo positivas en la medida en que se alinean con esta lógica y benefician clara y contundentemente a Estados Unidos. Para ello, entre otras cosas, es indispensable recuperar la posición de fuerza a la hora de negociar, así sea con México, con Pyongyang o con Irán. Por tanto, primero amenazamos con destruir o cancelar los acuerdos, bombardear o invadir, o lo que haga falta, y ya habiendo sometido a la contraparte, podemos pensar en negociar acuerdos que sean, “por primera vez”, favorables a nuestros intereses.

Un factor adicional. Nada de lo anterior funciona si Trump es percibido como un presidente que solo habla, amenaza y que no cumple. El exhibirse como un líder que por fin lleva a cabo lo que promete, aún si sus promesas disgustan a actores dentro y fuera de la Casa Blanca, está en el corazón de su línea de pensamiento.

Si combinamos entonces esos elementos, la lógica dicta que, tras la “derrota” de ISIS, ya es necesario salirse de Siria y dejar que sean otros los que resuelvan “lo que queda” de ese conflicto. Desde el Secretario de Defensa hasta sus más recientemente contratados consejeros le han dicho repetidamente que el replegar a las únicamente 2000 tropas que EU tiene estacionadas en ese país es un error estratégico considerable. Se está permitiendo que actores como Rusia o Irán ocupen el vacío que dejará Washington. Es más, la razón original para que la Casa Blanca hubiese enviado esas tropas, el combate a ISIS, puede ser puesta en riesgo si EU se repliega de la zona de manera temprana. Sin embargo, Trump no está pensando con esa tonada. Su melodía es otra. Para él—así lo dijo en la semana—es impensable que Washington tenga que enviar tropas de élite a sitios tan lejanos para ocuparse de conflictos ajenos, y al mismo tiempo, tenga sus propias fronteras tan “descuidadas y amenazadas”. Más aún, aquí hay una oportunidad de oro para posicionarse, por partida doble, como un líder serio que cumple con lo que promete, sobre todo cuando no se aprueban los fondos suficientes para construir el “grande y hermoso muro” del que tanto ha hablado: sacar a sus fuerzas de un conflicto “de otros”, e involucrarlas para mitigar un “riesgo” en su frontera sur, un riesgo que su base percibe como absolutamente real y creciente. Ahora bien, es obvio que aquellas tropas que saldrán de Siria no son la Guardia Nacional que se desplegará en la frontera. Pero se trata de una comunicación simbólica y política. Así que en su mensaje (no solo implícita sino explícitamente) está presente el “sácalos de Siria y mándalos a la frontera”.

En suma, Trump no parece actuar desde la irracionalidad o la ilógica. Solo que sus motivaciones, su línea de pensamiento y su juicio, son distintos y distantes de lo que le aconsejan muchos de sus asesores o lo que se escribe de él en diversos análisis. En esa línea de pensamiento, retirarse de Siria y “en cambio”, enfocarse en “proteger” a Estados Unidos de las amenazas y la “carnicería” que procede del sur de su frontera, no es algo ilógico, sino algo que tiene sentido para millones de ciudadanos que le respaldaron y confiaron en que él iba a hacer exactamente esto. Ante ellos, proyectarse como un presidente que cumple con esas promesas, lejos de ser una muestra de irracionalidad, es una muestra de inteligencia. Y mucho más si la acusación de “irracionalidad” procede de las “Fake News”, aquellas de las que el New York Times es el más “digno representante".

Analista internacional. @maurimm

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