Qué difícil ha sido este proceso electoral. Lleno de agresiones, de exigencias, insultos, demandas, contradicciones e incomprensiones. Entramos a una especie de locura colectiva de unos contra otros. Afortunadamente, algo se detuvo gracias a la actuación de nuestra selección nacional en el mundial. Aunque sabemos que es más importante para la vida del país el marcador del domingo próximo, la selección nos recordó que hay un México que nos necesita a todos.

En gran parte, la polarización se ha dado porque, a falta de Segunda Vuelta prevista en la ley, los actores políticos —incluyendo académicos, empresarios, etc.— decidieron hacer una especie de segunda vuelta virtual desde el mes de noviembre, lo que para mí ha sido una rendición anticipada frente a López Obrador —con quien siempre señalé mis diferencias—, rendición que se ha hecho sin una debida reflexión y sin supuestos sólidos. Hoy estamos obligados a seguir lo que Tomás Moro expresó: “En lo que no puedas cambiar para bien, por lo menos debes buscar el menor de los males”.

Quienes me conocen saben que mi trayectoria política ha tenido un eje fundamental: la defensa de la libertad. Desde joven luché junto a Maquío, Luis H. Álvarez, Carlos Castillo, María Elena Álvarez y muchos hombres y mujeres para expresar libremente el voto en nuestro país. Yo soy una demócrata. Y, aún con todas las limitaciones (inequidad, abuso en el uso de los spots y en el dinero público, empoderamiento absurdo a las cúpulas partidistas, falta de segunda vuelta, etc.), construimos un sistema electoral que permite elegir pacíficamente. Muchas cosas se tienen que cambiar y arreglar, pero no podemos dejar a un lado que sí hay un riesgo de un regreso a la hegemonía del viejo régimen.

Hoy hay ciudadanos que, frente a la polarización, se enojan, regañan asustados y exigen con desesperación que se diga tal o cual cosa. También hay otros más creativos que parecen conservar esperanzas más allá de los propios candidatos. Estos ciudadanos de diversas edades escriben cartas; o como hizo un grupo de jóvenes que desarrolló la página Marcha Virtual por México, en la que se busca suplir la falta de segunda vuelta proponiendo votar por el segundo lugar según el promedio de las encuestas. Finalmente, hay quien, como Enrique Krauze, ha hecho un llamado a contener el poder y generar los contrapesos necesarios para detener, de algún modo, las tentaciones autoritarias.

Resalto esto último: evitar el voto en cascada y lograr un voto balanceado nos permitirá generar contrapesos al Poder Ejecutivo. Se trata de evitar impulsos autoritarios. Estoy convencida de lo importante que es que un Presidente de la República no tenga una persona “incondicional” en la Jefatura de Gobierno de la CDMX; que tenga un Congreso con una oposición impondrá más límites; que tenga en la sociedad ciudadanos que participen y que sean escuchados. Como dice Tomás Moro: “El poder ilimitado tiene una tendencia a debilitar las buenas mentes”.

¿Qué hacer el primero de julio? Votar libremente, con el corazón, con inteligencia, con honestidad y responsabilidad. Siempre he pedido un voto reflexivo y libre, lo seguiré pidiendo. México se merece un voto en razón de la libertad, la justicia y la democracia.

¿Qué hacer el 2 de julio? Seguir construyendo nuestra Patria. Con independencia de si ganó o no nuestra opción política, México nos necesita a todos en torno a ideas y valores; nos necesita comprometidos con la política para construir el bien común y vigilar los abusos del poder.

Abogada

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