La violencia se ha apoderado de nuestras vidas. Los hechos de inseguridad que día con día se dan a conocer ocupan nuestras reflexiones e incrementan nuestros peores temores. La sociedad mexicana se pregunta cotidianamente si existe algún tipo de solución al problema de la inseguridad, para que las tragedias dejen de ocupar buena parte de las noticias diarias.

El reciente crimen ocurrido en Jalisco contra tres estudiantes de cine —tres jóvenes que veían como un plan personal y profesional ejercer la libertad de expresión a través del arte— cimbró la conciencia de millones de personas en México y el extranjero, ante la tragedia que supone segar la vida y las aspiraciones de quienes aún en una etapa formativa conocieron el peor rostro de nuestro país: el crimen imparable y la falta de respuestas a esta crisis que lleva más de una década.

Este panorama de violencia se ensaña con los grupos más vulnerables. Un alto porcentaje de desaparecidos son jóvenes, circunstancia que acaba con proyectos personales de miles de individuos y familias, con implicaciones colectivas y sociales difíciles de vislumbrar, pero que con seguridad requieren de respuestas integrales para atender sus peores consecuencias e intentar reparar el tejido social gravemente lastimado por tantos años de crimen.

En el caso de los medios de comunicación y de quienes ejercen el periodismo en México, el incremento de la violencia en su contra se remonta años atrás. De conformidad con las cifras de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, desde el año 2000 se han cometido 133 homicidios de periodistas —14 de los cuales corresponden a mujeres—, 21 periodistas se encuentran desaparecidos desde el año 2005 —dos son mujeres— y se han cometido 52 atentados contra instalaciones de medios de comunicación desde el año 2006.

Esas cifras no reflejan solamente historias de vida destruidas por cada homicidio y cada desaparición, sino también el enorme impacto que supone para una nación que aspira a consolidarse como democracia el tener regiones enteras donde la noticia no se publica ante el riesgo que para los periodistas implica hablar de determinados temas, y la certeza que los agresores tienen de la muy baja probabilidad de ser castigados, ante una impunidad que alcanza 90% en esos delitos.

Ante este panorama se requieren acciones de gran calado, encaminadas a garantizar que instituciones y servidores públicos se comprometan con la prevención y la investigación oportuna, seria y diligente de todas y cada una de las agresiones contra quienes ejercen la libertad de expresión en México y que la sociedad en general reconozca plenamente que sin una prensa libre se vuelven inviables muchos otros derechos humanos.

Sólo mediante la reducción drástica en los índices de violencia contra quienes ejercen la libertad de expresión y, en general, contra todas las personas que desean vivir en un México en paz, podremos transitar plenamente hacia estadios de desarrollo, tranquilidad y democracia. La tragedia de los estudiantes de cine Javier Salomón Aceves, Jesús Daniel Díaz y Marco Francisco García; de los periodistas, entre otros, Miroslava Breach y Javier Valdez, y de todas las mujeres y hombres víctimas del crimen nos comprometen más que nunca a realizar estos cambios y asumir el compromiso ineludible de construir colectivamente un país diferente.

Presidente de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos

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