Danza de los millones. El “informe” del lunes nos regresó cuatro décadas: al conteo mareador de cifras, frase tras frase, que nuestros ancestros, con poca originalidad, llamaban la danza de los millones (de pesos… y de beneficiarios de la bondad presidencial). Pero, a diferencia del antepasado, hoy entran en escena audiencias, lectores e informadores profesionales con instrumentos de verificación para detectar —y márgenes de libertad para publicar— las afirmaciones incomprobables, falsas o engañosas proferidas en la nueva danza de los millones escenificada esta vez en el Zócalo.

Los retrocesos del espectáculo de anteayer traen recuerdos del folclor de los informes presidenciales de hace 40 años y más. En aquel entonces, la suma de hectáreas “entregadas” a los campesinos en los informes de varios sexenios rebasaba varias veces la extensión del territorio nacional. Se trataba de datos inaccesibles al cotejo de opositores y críticos. Pero allí estaba la picaresca oficialista: cuando alguien de la ínfima bancada opositora en el Congreso ponía en duda aquellos números, en la llamada “glosa” del informe presidencial, el coro de la mayoría lo mandaba, entre carcajadas, a que fuera al campo a contar hectáreas y campesinos beneficiados.

Hoy, en tanto la única información disponible de los nuevos programas sociales es la que dio el presidente, a ver quién va a contar los centenares de miles de Jóvenes Construyendo Futuro o de personas de la tercera edad recibiendo pensión o las 560 mil hectáreas del programa Sembrando Vida del informe del lunes. Adicionalmente, Animal Político entregó un primer recuento de informaciones falsas o engañosas respecto del supuesto Instituto para Devolver al Pueblo lo Robado, el fracking, el precio de la gasolina, la generación de empleos, la inversión extranjera y la deuda.

Protagonismo histórico del peso. Engañosa también fue la referencia —reiterada en la mañanera de ayer— a la fortaleza del peso como hazaña de la actual gestión presidencial cuando en realidad se debe básicamente a las bajas tasas de interés estadounidenses. El México informado sabe que esto propicia la migración de capitales a México, que les ofrece más altos rendimientos. Se trata de las siempre riesgosas inversiones de corto plazo, aunque su llegada fortalece por lo pronto a nuestra moneda. Pero tampoco aquí hubo novedad. Nuestra moneda ha sido protagonista de informes presidenciales en otras condiciones dramáticas: las devaluaciones de 1976 y 1982 de los presidentes Echeverría y López Portillo y la del primer mes de gobierno del presidente Zedillo. En la narrativa de los dos primeros, la culpa fue de “riquillos compra dólares” y de “traidores saca dólares” prohijados por la banca privada, respectivamente. En la narrativa del último, la culpa fue del gobierno anterior.

Sin que por fortuna haya visos hoy de quebranto en este campo, la narrativa del presidente López Obrador repite la fórmula de los anteriores. Combina desde ahora la atribución de culpas por los frenos al crecimiento y la generación de empleos, tanto a los privilegiados del neoliberalismo —los exponentes del capital— como a los gobiernos anteriores del ciclo neoliberal. Nunca, igual que sus antecesores, encuentra las causas de los problemas sus propias decisiones e indecisiones.

Ominosas novedades. En lo que sí hubo novedades —novedades ominosas— fue en la pretensión de tipificar un extraño delito de ‘sabotaje legal’ a quienes ejercen el derecho de amparo contra la arbitrariedad. Y en esa narrativa que permuta la investidura del presidente de todos los mexicanos por la del jefe de una facción, enfrentada a otra, la de los conservadores, a los que hay que impedir su regreso al poder en elecciones futuras y, en su caso, evitar que corrijan las decisiones de este gobierno.


Profesor Derecho de la Información,
UNAM

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