En junio de 2006, Enrique Krauze escribió un texto conocido como “el Mesías Tropical”, donde caricaturizaba a los seguidores de AMLO como un conjunto de fanáticos inconscientes, y a López Obrador como un líder autocrático que podría estar tentado a “disolver de un golpe o poco a poco las instituciones democráticas, incluyendo la no reelección” (). Intelectuales y periodistas siguen escribiendo desde entonces una larga serie de absurdos sobre AMLO dignas de un fascículo de colección.

Recientemente, Ricardo Alemán escribe que la verdadera intención de AMLO al promover la base militar de Santa Lucía como aeropuerto de pasajeros es minar el poder castrense, y así tener el camino libre para convertir a México en una dictadura al estilo cubano o venezolano (). A propósito del aeropuerto, Juan Ignacio Zavala señala que López Obrador rechaza su construcción porque, al igual que Donald Trump, a quien tanto se parece según Zavala, “le tiene miedo al extranjero” y busca instalar un “alambre de púas en nuestras fronteras” ().

Carlos Alazraki nos deleita con la más elevada de las prosas en una de sus “cartas a López Obrador”. “Esas mamadas del tigre o lo que el pueblo decida”, escribe, “si están muy pesadas. (…) son señales de que no respetarás la institución presidencial”, dice en su misiva (). Para Pablo Hiriart, AMLO y los suyos tienen “vinculación ideológica y simpatía política” con el régimen norcoreano: “Están con Kim Jong-un. No lo ocultan ... Son sus ‘amigos’ y serán los nuevos amigos de México en caso de que él gane las elecciones presidenciales”, sentencia sin más ().

Entre las más excéntricas comparaciones entre AMLO y otros líderes mundiales del pasado y el presente aventaja la imaginación del novelista Francisco Martín Moreno, quien hace un símil entre AMLO y Mussolini, por proclamarse “indestructible” e intentar proyectar la imagen de un “superhombre” (http://eluni.mx/2kBJrgQ). En otro texto nos dice que AMLO es “el hombre escogido por Putin (¡sí, por Putin!) para llevarlo de la mano a Los Pinos”. Por eso los rusos atacarán cibernéticamente a México a fin de “confundir al electorado mexicano e imponerle al presidente que a ellos más les conviene”.

Esa excentricidad sólo ha sido superada por Raymundo Rivapalacio, quien en 2006 escribió que AMLO era “la síntesis macuspana de Robespierre y Dantón”. Al primero se parecía por su “radicalismo” y “elocuencia oratoria”, al segundo por haber instaurado “el reino del terror” y haberse convertido en un “insurreccional” y un “rupturista” frente a las instituciones (). Cuando se trata de comparar, nuestra comentocracia siempre es capaz de sorprender. Especialmente creativos han sido Jorge G. Castañeda, a quien la admiración de AMLO por Ortiz Mena lo acerca nada más y nada menos que a Augusto Pinochet () o Rubén Cortés, quien lo comparo en un texto con León Trosky ().

Entre intelectuales públicos sobran las acusaciones ligeras: uno que escribió en Reforma que Andrés Manuel pertenecía a una izquierda que defiende “todas las formas de lucha” (insinuando que también estaría a favor de la violencia), o como Denise Dresser, cuando apuntó que AMLO daba “licencia para matar” y “permiso para agredir”.

De todas estas plumas me quedo con dos: Francisco Martín Moreno y Ana Paula Ordorica. A diferencia de los demás, ellos no ocultan su pejefobia —ese clasiracismo del que he hablado en mis anteriores columnas ()—: lo asumen con orgullo. Así lo hace él cuando afirma que AMLO es un “temerario populista” que “predica ideas falsas entre personas que sabe idiotas” () y ella, para quien los seguidores de AMLO no son otra cosa que una “cadena de iletrados” (http://eluni.mx/2nuTVjt). Por sus palabras los conoceréis.

Profesor-Investigador del Instituto
Mora. @HernanGomezB

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