El discurso político coquetea intensamente con los nuevos votantes y en general con el público joven. Sin embargo, mientras este acercamiento busca persuadirlos para votar, la realidad es que la política y los políticos les parecen inútiles y lejanos.

Las políticas públicas distan de ser acertadas. Los jóvenes enfrentan una situación laboral difícil que se agrava. La mitad de la población global es menor a los 30 años y actualmente 70.9 millones de ellos carecen de empleo (cifra equivalente a la población de Francia y Tailandia combinadas). En 2017, la OIT señaló que durante los últimos 20 años la tasa de participación laboral global —es decir, quienes buscan un empleo y quienes ya tienen uno— disminuyó de 55 a 45.7%. El panorama empeora al considerar que 50% de las actividades productivas podrían incorporar tecnologías a nuevos esquemas laborales, es decir, se sustituye la intervención humana por procesos automatizados.

Paradójicamente en los países en desarrollo, que concentran 85% de la población mundial, las aspiraciones a conseguir un empleo estable y bien remunerado son escasas. Casi 17% de los trabajadores jóvenes vive con ingresos por debajo del límite de la pobreza extrema, ganando solamente 1.9 dólares diarios, según el Banco Mundial. Sin embargo, estos casos son menos propensos a la automatización porque se trata de esquemas arraigados a la informalidad laboral. Ello contrasta drásticamente con la población de los países con más altos índices de desarrollo, en los que la automatización es un peligro por la creciente dependencia a las economías de servicios.

Hay ejemplos que reflejan el desarrollo de estrategias para aumentar el empleo y fortalecer las políticas sectoriales. En Alemania y Francia se procura cerrar la brecha entre el sector público, privado y mercado laboral mediante la consolidación de un modelo de educación dual. México y Uruguay otorgan subsidios a las empresas que contratan a jóvenes. El problema es que en pocos países se promueven iniciativas para el autoempleo y el emprendimiento.

Ahora bien, si el mercado laboral se presenta complejo, la política no ofrece un mejor panorama. El mantra generalizado es que los jóvenes no participan, “son apáticos”, pero la realidad es que desde el espacio público no existen suficientes condiciones de apertura: a nivel global sólo 1.9% de los parlamentarios tiene menos de 30 años y si analizamos las condiciones legales vemos que 73% de los países ni siquiera permiten sus candidaturas. Si los jóvenes no participan en la vida pública por decisión propia o por barreras a su entrada, la agenda, decisiones, presupuestos y políticas públicas no podrán representar o solucionar sus justas demandas.

En México hay 30.6 millones de jóvenes entre 15 y 29 años, de los cuales 7.5 millones no estudian ni trabajan, según la OCDE. En este contexto, las jóvenes mexicanas tienen 4 veces mayor probabilidad de sufrir esta condición que los hombres. Respecto a la Población Económicamente Activa, los jóvenes mexicanos alcanzan los 16 millones; sin embargo, el 60.6% trabaja en la informalidad. Mientras hoy se busca el voto joven, sólo 24 de los 500 diputados que tomaron protesta en esta Legislatura eran menores de 30 años. De los candidatos a la Presidencia de México, únicamente Andrés Manuel López Obrador ha manifestado su compromiso para incluir jóvenes en su gabinete.

Frente a este panorama debemos pensar a futuro y subsanar estas deficiencias. Si se quiere reafirmar el liderazgo regional en América Latina, México necesita fomentar el autoempleo y el emprendimiento. Además de comprender que el futuro depende de los jóvenes y de su plena inclusión, pues conforman la generación más preparada para combatir los problemas de nuestro país y del mundo. La juventud representa una oportunidad que no hemos aprovechado y que debemos incorporar plenamente al mercado laboral. Sólo así podremos afrontar los retos más apremiantes de manera integral.

Senadora. @GabyCuevas

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