¿Es posible el diálogo y análisis profundo sobre problemas y soluciones durante una campaña?

Una sociedad democráticamente madura puede hacerlo, pero en nuestro nivel de desarrollo político todo indica que aún no hemos construido esas capacidades.

Las campañas electorales en México aún hacen que prevalezca el llamado hipotálamo sobre el cortex cerebral. Esto es, la pasión sobre el juicio, por lo que lo común es que todos abracen primero a sus colores partidistas, que a la razón.

He revisado informes de grupos de inversionistas, fondos y bancos del extranjero, en particular de Estados Unidos, que sorprendentemente afirman que si gana la elección presidencial Andrés Manuel López Obrador, lejos de colocar a México en una situación de riesgo, mostrará que ya es una democracia madura que puede transmitir el poder a diversas opciones políticas en paz y sin violencia.

Lamentablemente, es en el interior del país en donde se acrecenta el miedo y la distancia.

Habrá que esperar a que haya una definición y contemos con un Presidente electo para que entonces empiece a tomar su turno la sensatez, frente a la pasión.

En ese momento se abrirá una ventana de oportunidad en donde todos tendremos tiempo de participar para que sus ideas y propuestas no queden a la vera del camino, aisladas y sin contribuir a crear el todo en las políticas públicas sectoriales.

He estado recordando cómo se logró que posiciones encontradas pudieran entenderse sin que las partes se hayan parado de la mesa de negociación y que se haya logrado un acuerdo complejo.

Lo que debemos recuperar, y fue una propuesta mexicana, es la estrategia empleada cuando se negoció el Tratado de Libre Comercio de Norteamérica (TLCAN) a principios de los años 90.

La discusión se realizó utilizando un método inteligente y práctico, cuya esencia es la siguiente:

Todo aquello en lo que los tres países no estaban de acuerdo se “encorchetaba” y después de hacer ese tema momentáneamente a un lado, pasaba la discusión a buscar coincidencias en otros aspectos del tratado.

Al final, una vez contando con acuerdos muy importantes, se regresó a los temas que estaban reservados con sus “corchetes” y fue mucho más fácil y rápido coincidir en el documento final que se firmó y que tanto aportó a la economía mexicana.

Debemos de ver el próximo período de transición, gane quien gane, como un espacio que permitirá serenar los ánimos, superar los miedos, vencer la frustración, hacer a un lado la política electoral y repensar métodos que nos acerquen a todos los mexicanos para crear un país armónico.

Hay que aprender a tejer las coincidencias, a ser más humildes para sumarse, con otros, a hablar de políticas públicas, sin adjetivos.

Cuando pase la elección, podremos regresar a lo sustantivo.

Siempre habrá espacio para distintas visiones y contribuir juntos a la construcción de un México moderno, pero también, para aprender de la visión de una mesa más amplia, que represente al México tradicional y al México indígena.

Presidente ejecutivo de Fundación Azteca.
@EMoctezumaB
emoctezuma@tvazteca.com.mx

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