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Ella parece estar destinada a estar separada de los suyos; Guadalupe García de Rayos tenía 14 años cuando dejó su pueblo Acámbaro, Guanajuato, para ir en búsqueda del sueño americano.
Como muchos migrantes sin papeles pisó tierra árida, atravesó desierto y montañas para reunirse en Arizona con parte de su familia.
Se estableció en Mesa, Arizona, se casó, tuvo dos hijos y trabajó con documentos a nombre de otra persona.
En 2008, en plena efervescencia de la política antiinmigrante del sheriff Joe Arpaio, quien mandaba realizar redadas indiscriminadas de barrios latinos y se tomaba más en serio su rol de agente de inmigración que el de jefe policial, fue detenida dentro de su trabajo.
Guadalupe estaba trabajando en el parque de atracciones Goldfland Sun en Mesa, Arizona, cuando fue detenida. Le imputaron cargos de robo de identidad y felonía.
Estuvo presa seis meses con fines de deportación, luego se acogió al programa Familia Unida del ex mandatario Barack Obama; sin problemas con su permiso, firmó año con año ante ICE (Immigration and Customs Enforcement), en Phoenix, Arizona.
De vuelta la separación. El pasado miércoles 8 de febrero, al acudir a firmar, fue detenida y la mañana del jueves 9 fue regresada a México por la frontera de Nogales, Sonora.
Otra vez quedó separada de los suyos; su esposo inmigrante permanece en Estados Unidos, sus hijos Ángel, de 16 años, y Jakeline, de 14, son ciudadanos estadounidenses, pero no puede vivir con ellos.
Con tono triste, de indignación y a ratos de coraje, repite que primero fue una víctima de Arpaio y ahora del republicano Donald Trump, porque con las nuevas políticas del presidente de Estados Unidos su situación la convirtió en una deportación prioritaria.
La deportaron por la mañana y por la tarde sus hijos cruzaron la frontera para encontrase con ella, darle fortaleza y acompañarla en sus primeros pasos de lucha para regresar a Estados Unidos.
Aún no tiene claro lo que hará en un futuro próximo, pero sus ojos se humedecen cuando recuerda que desde hace más de dos décadas no visita Acámbaro, donde está parte de su familia, cree que volverá allá.
“Siento tristeza porque voy a estar batallando con mis hijos, para verlos, pero también pienso que esto me va a servir para mirar a mis padres y darles el cariño que no les he podido dar en tanto tiempo”, comenta, aunque señala que todavía no sabe para cuándo viajará para Guanajuato.
Guadalupe García y sus hijos fueron entrevistados por EL UNIVERSAL en el lado mexicano de la línea fronteriza que divide a México y a la Unión Americana, sobre la calle Internacional, a un costado de la garita Denis DeConcinni.
Ángel dijo que lucharán a favor de todos los mexicanos, especialmente por su mamá. “Por ellos y por mi madre”.
Jakeline expresó que no es justo lo que les está pasando. “No creo que las familias deben estar separadas, especialmente por mi mamá, porque no ha hecho nada malo, más que trabajar”.
Carlos García, director de la Organización Puente, en la cual participa Guadalupe, sobre el caso expuso: “No es la primer persona deportada en la historia y sin duda no va será la última, lo que representa Guadalupe es que este presidente —Donald Trump— va a expulsar a cualquier persona y no va a escuchar a congresistas ni a la comunidad”. Lo que significa este caso es que, después de más de 20 años de vivir en Estados Unidos, si Guadalupe puede ser capturada, deportada y separada de su familia, a cualquier persona puede pasarle lo mismo.
Consideró que la señora García tiene pocas opciones legales para retornar a Estados Unidos, “pero las vamos a buscar todas”.
“La mayor posibilidad de reunificar a la familia es cuando sus hijos cumplan 21 años y la reclamen, en tanto, van a tener que aprender a vivir con una frontera de por medio”, declaró el Director de la Organización promigrante Puente.