Este lugar está envuelto en una y mil leyendas, narradas y confirmadas por los llamados jmen, considerados los guías, patriarcas, “tatiches” o sacerdotes mayas. Pobladores recuerdan que muchos de sus moradores fueron fieles participantes de la llamada Guerra de Castas y aún conservan en los patios de las viejas casas o en los arcaicos baúles de madera los mosquetones y las viejas escopetas que les sirvieron para defenderse.

No todos hablan de eso, algunos lo niegan. Es un tema complicado para los kanxoquenses, sobre todo porque en 1986 y en 1994 el Ejército mexicano pretendió que le entregaran esas armas mediante un acuerdo de cooperación. A cambio, les ofrecieron apoyos gubernamentales; sin embargo, la gente no lo hizo.

Aún existe la creencia de que las armas siguen ahí, escondidas, listas para salir en defensa del pueblo. El traductor maya Gregorio Háu Camaa a bocajarro les pregunta a varios de los moradores de Kanxoc. Algunos asientan la cabeza, otros callan y algunos más responden parcos: “Quién sabe”.

Yucatán y la lucha de castas
Yucatán y la lucha de castas

Kanxoc es una de las comisarías consideradas más peligrosas del estado de Yucatán: es el lugar en donde ni los supervisores de lo que fue el Instituto Federal Electoral, hoy Instituto Nacional Electoral (INE), pueden entrar a la primera visita, tienen que recurrir a mediadores, porque quienes se atreven a ingresar sin permiso han sido encarcelados o detenidos, como sucedió en 1991 cuando expulsaron, machete en mano, a los enviados del instituto que pretendían tramitar credenciales de elector.

No cualquiera puede entrar y salir de este poblado de no más de dos mil habitantes. Al ingreso, una patrulla con dos policías inspeccionan a quienes llegan hasta ahí. Para ingresar es necesario pedir permiso al comisario ejidal o municipal y éste, a su vez, al sacerdote maya Dn Félix (Feliciano May Moo).

La comandancia policíaca se coordina con el jmen y los comisarios municipal y ejidal. Trabajan en lo que ellos consideran la protección de la comunidad.

Cobratarios de Financiera Independencia o de la empresa Compartamos, empresas que otorgan créditos, han experimentado la agresividad de los lugareños en su idea de defenderse de personas o causas externas.

“Nadie nos quitará nuestras tierras, cosechas o casas; pedimos dinero y lo devolvemos, pero nos han querido quitar nuestras viviendas, por eso no nos dejamos”, relató el secretario del comisariado ejidal Emiliano Xooc Háu.

El propio secretario del comisariado ejidal confirma que muchos de los lugareños fue gente que participó en la Guerra de Castas y muchos de sus hijos, sobrinos y nietos continúan preservando esa idea de la defensa de su familia, su origen y sus costumbres.

Yucatán y la lucha de castas
Yucatán y la lucha de castas

Costumbres enraizadas

Una vez dentro, se trata de un pueblo de contrastes: de aroma a flores e incienso y de migración evidente. Algunos de sus nativos viajan durante la semana a Cancún, Quintana Roo, a trabajar. Se emplean de albañiles o cargadores, y regresan los fines de semana.

La mayoría —de los que se quedan— viven de la milpa y las hortalizas que cultivan o de la crianza de cochinos, pavos y gallinas.

Son hombres y mujeres de recio carácter, de aquellos que endurecen la mirada cuando observan a quien no conocen: Gente de firmes creencias y de costumbres enraizadas para quienes la modernidad parece ser cosa de algunos nada más, de los más jóvenes.

A la entrada de la carretera Valladolid-Kanxoc se encuentra una gran torre de comunicaciones, lo que permite al escondido poblado tener señal para usar el celular. Cosa extraña, dirían ellos mismos. Todos siguen en la misma postura: defenderse cuando sea necesario, porque el gobierno, señala el jmen, Dn Félix, “a veces es muy mentiroso”.

Aquí, el Ejército nunca regresó. Oficialmente en este lugar no hay armas, no hay “mosquetones”, tampoco escopetas.

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