Zacatecas.— Arturo Durán Ortiz, de 44 años, originario de la comunidad de El Salto, en el municipio de Genaro Codina, se convirtió en el primer migrante de este año que murió en Estados Unidos y requiere ser repatriado a su pueblo natal. En 2016, la Secretarìa de Relaciones Exteriores repatrió ocho cuerpos a Zacatecas.

Hace 14 años Arturo fue a Estados Unidos en busca del sueño americano; desde entonces no había podido regresar a su pueblo El Salto, pues tenía temor de ser deportado.

Su muerte causó gran sorpresa para su familia en Zacatecas, relata su padre Arcadio Durán, quien desconoce las causas de la muerte: “Lo único que sé es que ya murió y ahora queremos que nos ayuden a traer su cuerpo”. Comenta que la pareja de Arturo fue quien se comunicó con familiares para anunciarles el fallecimiento, pero de inmediato se toparon con un problema económico para poder trasladar el cuerpo, ya que les exigían un pago de casi 4 mil dólares.

Por tanto, en medio del dolor, don Arcadio viajó a la capital de Zacatecas a tocar puertas en la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE) para pedir que lo apoyaran a regresar a su hijo:

“Mire, yo vine aquí pa’ ver si me daban un permiso especial para viajar a Estados Unidos y traerme el cuerpo de mi hijo. Yo no tengo dinero, apenas si vivo de una pensión que me da el gobierno por tener más de 65 años, pero sé que allá hay paisanos zacatecanos que quizá me puedan ayudar, pero desde aquí ¿cómo le hago yo sólo con tanto papeleo que piden?”.

Don Arcadio dice que en los últimos años su hijo ya casi no tenía comunicación con ellos. Incluso, hace un año sus familiares lograron comunicarse para darle la noticia que su madre había muerto, pero éste no pudo venir por temor a que después no pudiera regresar a Estados Unidos, donde le viven dos hijos.

Don Arcadio dice que ya no sabe qué hacer: “Sinceramente, hasta me da pena dar tanta lata”.

Finalmente, Javier Mendoza Villalpando, delegado de la SRE, le notificó que en próximos días se logrará el traslado a Zacatecas del cuerpo de Arturo con un apoyo de 800 dólares de la dependencia federal y otros mil dólares del gobierno estatal. Por un momento, estas noticias le tranquilizaron, pues incluso, admite que estaba casi resignado a que el cuerpo de Arturo fuera incinerado si veía que la repatriación se complicaba: “Yo estoy solo. No tengo dinero, por eso por un momento ya me hacía a la idea de que allá se iban a quedar las cenizas de mi hijo. No fue deportado, pero si repatriado. Ya al menos viene a descansar en paz”.

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