Aquila.— Con el mar a su espalda y lágrimas incontenibles en su envejecido rostro, doña Emilia recuerda el asesinato de Edilberto hace un año, cuando también mataron los anhelos de su pequeño de 12 años de edad. “Me decía mi hijo: mire mamá, yo voy a estudiar una carrera para ser maestro o licenciado porque yo los voy a mantener cuando ustedes estén viejitos. Así me platicaba mi hijo; nunca lo olvido”, dice.

Edilberto Reyes García murió de un disparo en la cabeza el domingo 19 de julio de 2015, el mismo día que fuerzas federales ingresaron a la comunidad de Ixtapilla, en el municipio de Aquila, Michoacán, a detener al líder de las autodefensas Cemeí Verdía.

Los pobladores se opusieron a la aprehensión de su dirigente y bloquearon la carretera, lo que derivo en un enfrentamiento con elementos del Ejército y policías estatales de Michoacán; una bala perdida le dio a Edilberto en la cabeza. El niño se encontraba en un restaurante donde pretendió resguardarse al iniciar la balacera.

Verdía Zepeda salió libre cinco meses después por falta de pruebas en su contra para procesarlo luego de ser acusado de homicidio, robo y portación ilegal de armas de uso exclusivo del Ejército; sin embargo, de los homicidas del niño y agresores de las demás víctimas, nada se sabe; las autoridades no han resuelto el caso.

A decir de los habitantes, los disparos provinieron de las fuerzas federales, quienes antes habían detenido al presidente del Consejo de Vigilancia, Ezequiel Celestino, y a otra persona, un encargado popular del orden de ese poblado ubicado sobre la carretera costera 200 Lázaro Cárdenas-Tecomán.

Emilia García Cabrera, la mamá de Edilberto, denunció que no han recibido apoyo de ninguna autoridad, pese a los compromisos que hizo el Grupo de Coordinación Michoacán.

Además, reveló que ningún militar o elemento policiaco ha declarado ante el Ministerio Público por los hechos, pues a decir de los pobladores, la bala salió de un arma oficial.

“Ya me lo mataron ¿y qué ayuda me han dado? ¿qué despensa me han traído? ¿qué mataron a un animal? ¿piensan que él no me duele o que no me hace falta mi hijo?”, reclama Emilia.

“Nosotros queremos que nos hagan justicia para vivir con tranquilidad, para trabajar bien, pero que no nos traten así. Ya después que nos mataron a nuestro hijo, ahora se quieren deshacer de nosotros”, evidenció.

Más heridos. En el hecho, Neymé Natalie Pineda Reyes, de seis años de edad; Horacio Valladares, de 32; Melesio, de 60, y Antonio Alejo Ramos, de 17, también resultaron lesionados por balas.

Neymé, sobrina de Edi, recibió un disparo en la cabeza; dos meses después le fue retirada la ojiva que puso en riesgo su vida. Actualmente ha regresado a la escuela, aunque con secuelas que le impiden realizar algunas actividades de una niña de su edad.

Tras varias horas de trabajo en la agricultura, la mamá de Edilberto llega angustiada a esa choza ubicada a 50 metros de la carretera 200 que comunica a Michoacán con el estado de Colima, justo frente a dónde vio por última vez vivo a su hijo.

De 70 años de edad, sólo pide un par de cosas: justicia social y que caigan los asesinos del menor de esa familia, conformada por 12 miembros.

Aunque el Grupo de Coordinación Michoacán se comprometió a apoyar a las familias de las cinco víctimas, no han tenido acercamiento con ellos.

Germán Ramírez Sánchez, comandante de la lucha civil armada en esa región de la Sierra-Costa de Michoacán, reprocha que no se les ha hecho justicia a plenitud, porque Edilberto no había cometido ningún delito, más que el estar en el lugar y momento equivocados.

“Sigue impune el asesinato del niño Edilberto y eso es demasiado injusto. No nada más era la liberación de Cemeí, sino también que la justicia volteé a nosotros, a la familia del menor y también a la comunidad”, explica el docente de profesión, también conocido como El Toro.

Norma Tapia Alcántara, otra de las representantes comunales de la región, recuerda que los organismos de Derechos Humanos también les han dado la razón de que los presuntos responsables de la muerte del menor y las lesiones de las demás víctimas provinieron de algunas fuerzas de seguridad que gritaban “viva Los Caballeros Templarios”, acusa.

Aclara que no se trata de tapar a nadie, pero que a un año de la tragedia, es tiempo de que las autoridades responsables de las investigaciones presenten a los detenidos, “sea quien sea y caiga quien caiga”.

La casa de Edilberto sigue triste, en silencio, pues se apagó como la risa de aquel niño que gustaba de jugar en el mar de esa región costera y atender a los turistas que llegaban a la zona cada temporada vacacional.

Su mirada y sus sueños fueron enterrados como esa bala que penetró su cuerpo y le arrebató a su familia verlo correr, reír o incluso, llorar.

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