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Algo le ha dado miedo, hasta pesadillas, a Joaquín Cosío en los último días y no es su encuentro con narcos reales o el hecho de quedarse sin trabajo, sino el tener que doblarse a si mismo para la serie The strain, producida por el tapatío Guillermo del Toro.

Este hombre, que sabe bien que por su rostro no puede tener más que personajes duros y violentos, ha sufrido al ponerse frente al micrófono y escuchar las indicaciones de la directora de doblaje, quien le ha hecho ver su suerte.

“Cuando haces doblaje, como ahora en The strain, te metes en problemas. De pronto me dicen: ‘no se te oye la S’, tú contestas que sí la dijiste, que estás seguro, pero te responden que no. Entonces te das cuentas de que no hablas bien, empiezas a sudar porque tienes que resolverlo, es un momento realmente de pesadilla”, dice entre risas, durante un receso de los trabajos.

Conocido como “Mascarita” o “El Cochiloco”, personajes en Matando Cabos y El infierno, respectivamente, está a punto de irse a Canadá para rodar la tercera temporada de la serie televisiva donde interpreta a un ex luchador en contra de vampiros.

“Cuando me habló Guillermo del Toro para invitarme pensé era una broma, ni lo conocía, cuando vi que era en serio y preguntó que si tenía tiempo para ir, dije que sí aunque no lo tenía”, recuerda de buen humor.

Después de participar en una serie de terror que ha causado sensación, el actor revela para EL UNIVERSAL los temores que ha tenido en la vida.

¿Hubo temor de participar en una ópera prima, como fue Matando Cabos?

Esa vez me quedé en tres proyectos al mismo tiempo y entré en crisis, en pavor y en decir qué voy a hacer. Matando... era entrañable, pero al mismo tiempo estaba Zapata de Alfonso Arau, y todos me decían que tomara este último. Yo tenía resquemores con su elenco, que no me satisfacía del todo y me decidí por la otra (risas).

¿Tus temores han sido exactamente por el cine?

No, aunque sí tuve un momento de crisis que no fue por la fama, sino por cuestiones profesionales, entre saber quién era y qué buscaba. Dejé una obra de Luis de Tavira por ello, estaba con él en San Juana de los Mataderos, un montaje con todo lo que había soñado como actor, con la Compañía Nacional, siendo un antagonista y donde cantaba y bailaba.

Estar con una responsabilidad en la obra, en un gran proyecto, me puso en un estado nervioso y la dejé. Nadie lo sabe, pero poco después me quedé en El crimen del padre Amaro para hacer el papel del cura rebelde y dije que no porque sentía un compromiso con De Tavira, cuya obra había dejado. Al final el personaje lo terminó haciendo mi respetadísimo Damián Alcázar.

¿Te ha puesto nervioso algún fan o los tumultos que generas?

¡Un poco! Hay de pronto tumultos que son desconcertantes, gente que te impide pasar, digo, no soy William Levy o Jorge Salinas (risas), pero hay que aprender a manejarlo, entonces lo que hago si voy, por ejemplo, a un restaurante, es decirle que me disculpen un momento y cuando me vaya, lo hacemos. Si lo permites una vez, ya todos vienen (risas).

Lo más raro que me ha pasado fue después de El infierno, cuando personas me han pedido, por favor, que los maldiga. Dicen que es su cumpleaños y bueno, lo hago y me dan las gracias.

¿Has recibido coqueteos de la política, como otros actores?

No y siempre de dejado claro mis ideas en este tema. Estoy decepcionado de ella, quien me ha buscado, sobre todo, son las instituciones culturales de Chihuahua, pero he preferido mantenerle con distancia.

¿Y encuentros con narcos después de El infierno?

Hay un prejuicio en el momento que lo digo, pero cuando ves a la gente pues.... Sí hay quien me ha dicho: “me dedico al negocio y mi familia, pero te saludamos”. Una vez alguien en Fresnillo me dijo: “nosotros somos los de a deveras y te invitamos a una fiesta”, yo decía que no podía y ellos me agarraban y jalaban, por fortuna unos amigos me ayudaron a salir.

¿Has tenido pesadillas como la de olvidar el texto?

He soñado que estoy en una estación de metro o camión, volteo y ando desnudo. Pero el que se te olvida un texto no es sueño, realmente se nos olvidan.

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