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A 10 días del estreno de Big Brother, ocho periodistas y seis vloggers/viners populares en México habitamos por dos días la casa en la que los verdaderos seleccionados vivirán durante tres meses. Sin celulares, tablets, libros, libretas o cualquier cosa que conectara con el mundo real.

La primera noche fueron las presentaciones, hubo risas, bromas, pláticas, algunas cervezas y el primer reto que valdría una cena gourmet: pasar de un extremo a otro de una larga mesa sosteniendo sólo con la boca el contenido de varios platos: un pedazo de queso azul, un testículo de toro (o algo así), una lengua del mismo animal, un pescado, una manzana podrida y al final, una tripa larga.

Ya en la segunda noche, todos (salvo dos personas), sabíamos que definitivamente no queríamos ni podríamos pasar ahí dos noches. Tres meses sería impensable. En cuanto a la casa, es bastante atractiva visualmente.

La puerta circular por la que entrarán y saldrán los concursantes (con el ojo del logotipo impreso en ella) arroja a un patio rectángular en el que hay una alberca con una resbaladilla rodeada de cactus. Ahí sobresalen micrófonos entre las espinas falsas.

Hay varios camastros, pasto artificial y cerca de ocho cámaras observando cada movimiento.

Una barrera de cristal divide el patio del interior y una vez cruzada la puerta, lo primero con lo que te topas es con figuras triangulares por todos lados: en la alfombra del piso, las paredes, las repisas e incluso en el techo. Todo entre colores rojos, azules, morados y rosas iluminados con luces blancas.

El espacio cuenta un amplio comedor, dos recámaras (la amarilla y la verde con 7 y 8 camas) separadas por la cocina, y una sala de reunión en la que los participantes también tendrán contacto con la conductora Adela Micha.

Además están el confesionario, un almacén, área de regadera con jacuzzi, un retrete y una lavadora.

Todo suena bien hasta que tienes que compartir ese único retrete con 14 personas más, bañarte en un cubo de cristal y lo peor de todo: que en cada rincón haya una cámara que vigila tus pasos, pues por lo menos 16 cámaras están colocadas en el interior.

Además, las paredes tienen ventanas espejeadas que recorren toda la casa y detrás de las cuales se encuentran camarógrafos y gente que trabaja en la producción. Hasta la regadera y el WC tienen cámara, aunque dicen que esta última es sólo de seguridad. Pero el hecho de que exista provoca tensión incluso hasta a la hora de ir al baño.

Privilegios. El único espacio de privacidad es una suite ubicada en una de las esquinas del patio y que cuenta con su retrete sin cámara, un lavabo, regadera y una cama enorme con paredes de cristal. Pero aún ahí la cama está vigilada por dos cámaras, igual que la regadera, sin contar los espejos que esconden a camarógrafos en la pared.

Es por ello que para muchos el encierro en la casa no resultó una experiencia satisfactoria.

La idea del aislamiento ahora que se vive de la mano de un smarthpone fue mala —muy mala— idea para seis aficionados a la red que han encontrado ahí su forma de vida y también para cualquier persona que no pasa más que las horas de sueño o trabajo lejos de sus redes sociales. De ahí que otro de los retos dentro de la casa tuviera como recompensa el acceso a un tuit y que uno de estos seis concursantes fuera “expulsado” una noche antes del final, pues no pudo contener las ganas de utilizar un celular.

Nath Campos, Villegaz, Juanpa Zurita, Papi Juca, Rix y Daniel Bautista, conocidos viners y vloggers (o influencers, como ellos se llaman), salieron de la experiencia con la misma certeza: había sido una buena vivencia para uno o dos días pero por nada serían integrantes de un reality.

El verdadero reality show iniciará el 21 de septiembre con 15 integrantes que entrarán a la casa ubicada en Televisa Santa Fe.

En cuanto a mi experiencia, afortunadamente la última noche la pasé en la suite. Para conseguir eso (así como comer algo diferente a los demás y tener la posibilidad de publicar un tuit) tuve que competir con los otros 14 en una prueba en la que ganaba quien aguantara el mayor tiempo posible sentada sobre un cubo de hielo.

Seis personas quedamos finalistas, por lo que tras un receso volvimos al hielo. Una persona del bando contrario y yo no nos dimos por vencidas, por lo que se detuvó la competencia quedando en el acuerdo de que ambas compartiríamos los beneficios de la suite.

Finalmente dormí sola y usando el baño limpio, pues mi contrincante perdió la batalla del aislamiento, y sacó el celular oculto para tener contacto con el mundo real.

A la mañana siguiente, cuando la experiencia acabó, todos seguimos sintiéndonos observados y corrimos a nuestra casa de verdad felices de volver a la realidad.

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