Hoy, después de 20 años siento que la historia se repite y el corazón se me vuelve a partir. Los mismos motivos, el mismo día domingo y la partida de otro de mis mejores amigos.

Hablar de Juan Gabriel o como sus amigos le decíamos, Alberto, es hablar de Lola Beltrán, sin ella, yo nunca hubiera conocido a este gran ser que ha partido y me tiene conmocionada.

Aún recuerdo como la muerte de Lola, hace dos décadas hizo que mi relación con Alberto se fortaleciera y que nos convirtiéramos en confidentes, hermanos y amigos.

Es irónico pensar cómo yo, una servidora pública que trabajaba por aquellos años como coordinadora de Programas, Giras y Eventos Oficiales del PRI, que no tenía nada que ver con el mundo artístico, terminó convirtiéndose en amiga de dos de las más grandes figuras de este país.

Por aquellos años conocí a Lola, ella era una fiel militante del PRI y ahí nuestra amistad surgió. Tuve la fortuna de estar junto a ella cuando grabó el disco Las Tres Señoras, en el que se unió a Amalia Mendoza y Lucha Villa; en ese momento ella me presentó a Alberto, el recuerdo es tan vívido que las lágrimas de nostalgia llegan a mí.

Juan Gabriel llegó a mi vida y a la de Lola a través La Prieta Linda, una de las personas que ayudó a que la carrera de Alberto despuntara. Ella junto a Paloma Jiménez, viuda de José Alfredo, Lola y yo éramos un grupo de amigas muy unidas, hoy en día mi amistad con La Prieta y Paloma sigue intacta.

El primer golpe para este grupo de amigos se dio con la partida de Lola, paradójicamente también fue el momento en el que Juan Gabriel y yo estrechamos nuestra amistad. Aún recuerdo que al regresar a mi casa tras el funeral de Lola, me sentía devastada, nostálgica y triste y a los minutos recibir la llamada de él.

Recuerdo claramente las palabras que en ese triste domingo, uno igual al de hoy, me dijo; él quería que aunque nuestra amiga se había ido nuestra amistad no se perdiera. La frase que me dijo aquella noche regresa este día a mi mente más penetrante que nunca “Las tres, Paloma, La Prieta y tu Silvia estarán unidas a mí hasta la muerte”.

Sus palabras fueron proféticas, por los siguientes 20 años estuvimos unidos y juntos en las buenas y en las malas, soy afortunada porque fui la mejor amiga de Lola Beltrán y de Juan Gabriel. Tal vez nunca dimensioné la magnitud de las figuras con las que estaba, pero quizá fue porque siempre los vi como seres humanos, y sobre todo como mis amigos.

Juan Gabriel siempre fue eso, un amigo con el que toda la vida me negué a trabajar y a que me pagara por ayudarle en sus cosas; siempre lo vi así, como un amigo al que siempre ayudaría sin ningún interés monetario de por medio, no quería perder su amistad por problemas de trabajo y mucho menos por dinero. Creo que eso fue lo que él siempre más agradeció de mí.

Con él estuve cuando tuvo problemas con su disquera, cuando tuvo el litigio con Hacienda, ahí fue cuando comencé a hacerme de todos los problemas que se le avecinaron, porque me dijo que me necesitaba, me decía que él era muy bueno arriba de un escenario pero abajo era malo, y que por ello éramos buena mancuerna.

Hoy sé que la confianza que gané de él fue enorme, no en vano quiso que me hiciera cargo de sus asuntos y además puso sus propiedades a mi nombre, algo que, aunque agradezco, sé que las únicas personas a quienes pertenecen y regresarán son a su familia, aunque mi amigo se enoje.

Al recordar todos estos momentos y lo que viví junto a él, no puedo dejar pasar de largo algo que me negué a admitir por mucho tiempo: él desde hace meses se despidió de mí.

Fue en uno de sus últimos conciertos en el Auditorio Nacional, cuando lo acompañe, sus amigos siempre nos quedábamos en backstage, él se negaba a que nos dieran boletos preferenciales, pero ese miércoles algo fue distinto, le pidió a Jesús, su cuñado, que me dieran boletos de primera fila.

En el show, él comenzó a hablar con su público, bajo del escenario y me cantó, agarró mi pierna y dijo: “Yo soy el chico de los problemas, verdad Silvia. Aquí está mi amiga que siempre estará para ayudarme”.

En ese instante mi hija me dijo que Alberto se estaba despidiendo de mí. Yo lo sentí como un balde de agua fría, ahora lo pienso y es cierto. En 25 años de conocernos nunca me había dicho eso, ni había tenido esos detalles, al final creo que si fue su despedida.

En el fondo Alberto creo que se quería despedir de todos a su manera, su disco de duetos me parece un trabajo de despedida, él me había contado que quería hacerlo desde hace 20 años, pero apenas lo realizó.

Su serie fue algo que siento que dejó a sus fans, era la primer vez que abría su corazón al publico de una forma tan honesta y desgarradora, algo no común en él.

Es imposible no pensar en estos momentos todo lo que nos faltó hacer, en los planes que teníamos y que ya no los podremos realizar.

Viajaríamos juntos en tren, de mi tierra, Los Mochis, al lugar que lo vio nacer como artista, Ciudad Juárez. Eso ya nunca podrá ser.

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