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cesar.huerta@eluniversal.com.mx
León Serment era alguien que decía, preferir reír antes que llorar. Y Adriana Rosique se distinguía por su buen humor y la dureza en sus decisiones.
Así que no fue sorpresa para sus amigos que hace más de dos décadas decidieran convertirse en pareja, fundar una compañía productora y comenzar a realizar películas y documentales.
Él era quien dirigía los proyectos, los escribía e imaginaba diálogos. Usó su experiencia como documentalista para hacer El efecto tequila, basada en la crisis económica de 1994, recordando números y hechos reales como la subida de la bolsa tras el asesinato de Luis Donaldo Colosio, candidato priísta.
Ella era quien visualizaba los presupuestos, aterrizaba las historias para que fueran costeables y conseguía los dineros necesarios, yendo de un lugar a otro convenciendo a la gente.
León vio en Karla Souza a una estrella en potencia y le dio la oportunidad en la mencionada película. Adriana se encargaba de perseguir a los reporteros, previo a su participación en el Festival Internacional de Cine de Guadalajara en 2011, platicándoles de las bondades del largometraje.
Los dos cargaban los pósters necesarios para promover el proyecto y caminaban uno junto al otro, al lado, sobresaliendo por la estatura de él (rebasaba los 1.70 metros) mientras que ella era muy pequeña.
“Hacían equipo y eso siempre fue muy bonito en ese sentido”, recuerda Víctor Ugalde, cineasta y amigo de la pareja desde hace tiempo.
“León además de escribir y todo, era también un poco RP (relaciones públicas) y a la hora de asentar las cosas, entraba Adriana”, narra.
Serment y Rosique se conocieron en la UAM, lo cual les dio una formación similar en investigación. Luego León se consolidó como cineasta estudiando en el Centro de Capacitación Cinematográfica (CCC) a fines de los 80.
Kada kien su karma fue la ópera prima de ficción para ambos, allá por 2008, retratando en tono de comedia el miedo que sufren las mujeres en el abandono y los hombres, con la importencia sexual.
Cuando la promocionaba, León no se cansaba de decir que siempre había sentido empatía por el mundo femenino y tenía junto a sí, a alguien que le había dado mucho.
“Adriana era una niña muy inquieta”, comenta Raquel Adriana Loza, quien fue su amiga desde que tenían tres años.
“Siempre fue viva, ella lo que decía es que fue tesonera siempre y eso ayudaba en la producción”, considera.
En los últimos meses ambos se separaron como pareja, tras dar vida a dos chicos, ahora ya veinteañeros. Pero profesionalmente seguían creando Hijos de la ruta, documental que muestra el camino de dos brasileños hacia México, en auto, para disfrutar el Mundial de Futbol de 1970.
El día que se reunieron para afinar detalles de posproducción, León fue asesinado a metros de su casa, tras irla a dejar a un taxi.
Inicialmente como asalto, pero comenzaron las dudas porque Benjamín, el hijo, iba con él, acompañado de su perro y salió ileso. Adriana entonces, cuentan conocidos, cayó en depresión, algo que ya vivía desde semanas antes a causa de la separación. Pero seguía de cerca la investigación judicial y una ruta dejada por el uso de tarjetas bancarias de León.
Logró enterarse que al menos 50 mil pesos habían sido sustraídos, incluyendo compras en una tienda deportiva, de acuerdo con amigos de ella.
En su declaración había hecho notar que Benjamín no visitaba a su padre pero que ese día lo había hecho junto con la novia, que se pasó la jornada mandando mensajes por celular.
Casi un mes después, a mediados de septiembre, Adriana fue encontrada muerta en su domicilio, ahorcada, con indicios de haberse suicidado.
Días antes había tenido una entrevista en el Instituto Mexicano de Cinematografía, recibiendo una respuesta positiva para su nuevo filme, que estaría protagonizado por Carmen Salinas y dirigida por Rafael Montero.
El viernes, la procuraduría capitalina (PGJ) afirmó que también fue asesinada por órdenes de Benjamín.