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Diego Luna salió con un ojo dañado y Felicity Jones con varios moretones. El primero debió portar por varios días un parche para sanar y ella algunas sesiones de árnica con el objetivo de bajar la hinchazón.

“Gareth (Edwards, el director) dijo que iba a ser una chinga el rodaje ¡y tenía toda la razón!”, recuerda El Charolastra divertido.

Así el mexicano y la británica, pero por decisión propia, realizaron prácticamente todas la escenas de acción de Rogue One: una historia de Star Wars, que estrenó esta semana.

Mientras Luna (Y tu mamá también) interpreta al capitán Cassian Andor, Jones (La teoría del todo) encarna a Jyn Erso, quienes frente a un grupo de rebeldes intentan robar los planos de la Estrella de la Muerte, arma del Imperio capaz de destruir planetas con un sólo rayo de energía.

La película se ubica antes del Episodio IV: Una nueva esperanza, que en la trilogía original fue la primera en darse a conocer.

“Me pasó de todo, me rasguñé el ojo y anduve con un parche varios días. En una escena íbamos corriendo mientras bajaba una nave y echaban arena con ventiladores, entró la arena y me rasgó; también me dí unos madrazos en la costilla y a la fecha aún duele y ya pasaron cinco meses, pero nos gustaba.

“En un par de veces estábamos Felicity y yo platicando en la zonita donde había carpas para esperar y oímos que estaban filmando, fuimos y eran nuestros dobles que estaban caminando a lo lejos y nos enojamos, le dijimos a Gareth que para eso estábamos ahí, para filmar, no nos quitaba nada, ni hacía sentir mejor”, narra Diego.

Felicity, sin saberlo, fue preparada para la rudeza desde niña. Su mamá la crió, comenta entre risas, de una manera feminista.

“No tenía casi Barbies, muy pocas muñecas, jugaba en exteriores, espacios abiertas, nos perseguíamos y correteábamos, ¡aunque tampoco jugábamos con pistolas!”, bromea.

“Para Rogue One me encantaba ponerme en situaciones de peligro, eran de mucha alegría estar colgada en un árbol y hacer lo que pidieran para hacerlo que se viera posible”, agrega.

Enterado en una comida. El realizador Gareth eligió desde un principio a ambos como protagonistas, aunque la decisión final correspondía a los estudios de producción.

A Luna lo citó en un restaurante ubicado en el centro de Hollywood y ahí tardó varias horas para explicarle por completo el proyecto, pues debía cerrar la computadora con imágenes ante la mirada de curiosos.

“Además alguien podía reconocerlo a él y saber de qué se trataba, echar a perder todo lo que se planeaba”, cuenta divertido el cineasta.

Para Rogue One: una historia de Star Wars. su equipo se fue a los archivos del Episodio IV y, por ello, los ojos de Darth Vader se verán en color rojo. Algunos fans han reclamado eso en redes sociales, pero él se defiende.

“¡El actor tiene que ver y no pueden ponérsele negros!”, declara, “y copiamos lo mismo que se hizo en la original, donde a veces se ven de ese color, tratamos de ocultarlos, pero no parecía (el personaje) vivo, parecía que no tenía alma y se necesitaba ese rojo sutil para sentir que por ahí hay un alma en él”.

Rogue One por lo pronto ya le cambió la vida a Diego. No solamente tiene la colección completa de sus propias figuras de acción, que le entragaron recientemente, sino que su rostro se encuentra en botecitos de leche.

“Estaba en Tepoztlán que es un lugar donde me puedo aislar y un día fui a la tiendita donde sólo hay camino deterracería y estaba ahí mi cara, dije ¡ay cabrón!, ya la señora sabe qué es y si, esto me va a perseguir toda mi vida”, dice Luna.

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