De manera poco estricta, la población mexicana actualmente puede dividirse únicamente en dos grupos: los que crecieron en medio de crisis económicas constantes y los que han sido testigos de un desempeño económico modesto, pero sin devaluaciones abruptas o inflación anual superior a 100%.

Una de las razones por las que la economía en México ha mantenido estabilidad en las últimas décadas es por la actuación del Banco de México.

Desde que obtuvo su autonomía, en 1994, el banco central dejó de convertirse sólo en la fábrica de hacer dinero del gobierno en turno para adquirir tareas establecidas en la Constitución, como procurar la estabilidad del poder adquisitivo de la moneda y controlar la inflación.

El actual gobernador de Banxico dejará su cargo el último día de este mes. Pese a que en estos momentos la inflación se encuentra por arriba del objetivo de 3% y se ubica en más de 6% —situación que muchos analistas atribuyen en principio al aumento que han tenido los combustibles desde principios de año— el promedio de la tasa inflacionaria en más de siete años (enero 2010 a octubre 2017) ha sido de 3.83%, menor al periodo similar 2002-2009, cuando el promedio fue de 4.54%.

Aunque hay pendientes económicos por resolver, como recuperar el poder adquisitivo de los salarios y que el crecimiento nacional alcance niveles mayores, la estabilidad de la llamada macroeconomía ha sido clave para erradicar las crisis que se vivían al final de cada sexenio principalmente porque el banco central era utilizado para financiar los desbalances económicos de los gobiernos.

El cambio no se realizó de un día a otro. Han sido más de 20 años para establecer bases firmes en la economía. Por esa razón, ante el proceso electoral que vive el país, que tendrá su culmen el 1 de julio de 2018, es importante que quien resulte triunfador asuma el compromiso de no poner en riesgo la estabilidad que se ha logrado.

Si en un país la economía marcha de manera correcta, hay margen de maniobra para concentrarse en las exigencias sociales más urgentes. Si en un país la economía se comporta en medio de devaluaciones y alta inflación, no habrá más prioridad que devolver la estabilidad, pero en medio de un grave descontento social.

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