Cuando cada vez falta menos para la concreción oficial del cambio de gobierno y conforme se dan a conocer políticas y equipos que integrarán cada rubro de la nueva administración, como una constante se ha hablado de que todas las áreas de la próxima administración federal estarán regidas por un criterio de estricta austeridad planteado por el virtual presidente electo, Andrés Manuel López Obrador.

No obstante, si bien aspirar en México a un régimen de gobierno austero y ahorrador, pero eficaz y perfectamente funcional, es lo que dicta el más elemental sentido común, sería conveniente diferenciar las áreas a las que justificadamente se debe reducir el presupuesto —como el Congreso de la Unión o los propios partidos políticos— de aquellas que, en situación inversa, más bien requerirían un aumento considerable en su presupuesto. Tal es el caso del Servicio Exterior Mexicano (SEM) de la Cancillería.

Una disminución en los sueldos de los embajadores, cónsules y diplomáticos de carrera mexicanos, para que no rebasen los 108 mil pesos que como tope ha fijado AMLO, así como bajar el presupuesto a estas instancias, encarna serios riesgos para las representaciones de México en el exterior, que al día de hoy ya se ven muy castigadas económicamente —su ingreso es menor a la media recibida por sus pares en América Latina—, por lo que no resistirían mayores recortes. Ésto aunado a que son de vital importancia para que el Estado mexicano pueda funcionar correctamente y gozar de una buena imagen en el exterior,

Diplomáticos consultados señalaron que un recorte salarial y de prestaciones a quienes son enviados al exterior sería un error “terrible” e incluso aventuran que ante una situación así los diplomáticos mexicanos podrían optar por irse a trabajar a organismos multilaterales o la iniciativa privada, donde la paga es mucho mayor, y además podría desincentivarse la llegada de nuevos elementos a este servicio civil de carrera..

Como afirma el internacionalista Enrique Berruga, la labor de un diplomático está muy lejos del chiché de funcionario glamouroso que podría pensarse y de ser una profesión convencional y simple, ya que además de las dificultades intrínsecas a la labor diplomática tiene un alto costo familiar, económico y de adaptación que en nada se parece a otros trabajos.

El salario de un embajador mexicano adscrito en el exterior puede llega a ser más alto que el del Presidente de la República por los tabuladores internacionales que se utilizan para establecer el monto y porque el costo de vida en el exterior es mayor, por ende debe ser objeto de un régimen de excepción a las medidas anunciadas de reducción salarial. En suma, es necesario hacer una revisión del presupuesto destinado a la diplomacia mexicana, basado en sus necesidades, y orientado a dotar al SEM de mayores recursos para que pueda desempeñar mejor su labor.

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