El inicio de clases de más de 26 millones de alumnos desde preescolar hasta secundaria será en teoría diferente. Hoy lunes se pone en marcha un modelo educativo que incorpora nuevos planes y programas de estudio. Quedará atrás el aprendizaje por medio de la memorización y, de acuerdo con los objetivos oficiales, se privilegiará el contenido de aspectos que “realmente sirvan al estudiante”, además de que “se aprenderá mejor y de forma más divertida”.

El sistema educativo estaba obligado a una revisión, debido a los malos resultados que se han obtenido en pruebas internacionales aplicadas a los estudiantes mexicanos, a la necesidad de actualizar modelos de enseñanza y a la constante innovación tecnológica.

Para llegar a este punto, el país tuvo que superar rechazo y protestas magisteriales, así como una división de opiniones e intensos debates legislativos.

Ahora, el grupo político que llegará al poder el 1 de diciembre ha anticipado que realizará modificaciones o incluso derogará la reforma alcanzada en la actual administración.

En medio de las diferencias políticas se encuentra la situación real de los actores de la educación, la cual seguramente prevalecerá sin importar el modelo que rija. EL UNIVERSAL hoy da cuenta de familias que tienen dificultades económicas para poder enviar a sus hijos a las escuelas, de maestros en Sinaloa que amagan con no iniciar clases por presuntos adeudos que alcanzan casi 700 millones de pesos y de un millón de estudiantes oaxaqueños que iniciarán sus lecciones en aulas provisionales porque sus escuelas, dañadas por los sismos de hace 11 meses, no han sido rehabilitadas; en la capital del país 52 escuelas retrasarán su apertura por la misma razón.

Si las condiciones sociales de los alumnos son precarias, con apenas lo elemental para subsistir, si se regatean recursos para los ingresos de maestros o si la infraestructura es deficiente, en poco cambiará la situación educativa aunque se cuente con el mejor modelo educativo.

Para una mejoría sostenida de la educación se requeriría, en primer lugar, que las decisiones en el tema tengan continuidad sin que se contamine por los grupos que lleguen al poder político. Igualmente, que no sea rehén de grupos magisteriales —en algunas regiones los líderes locales solo buscan posiciones de poder y partidas económicas. También, que en la definición de políticas se involucren maestros y especialistas.

Muchos de los problemas de este país se originan por el retraso que existe en la educación. Borrar todo y empezar nuevamente de cero frenaría los aciertos —muchos o pocos— del nuevo modelo. Recomponer sólo las deficiencias sería lo más sensato. Millones de alumnos y docentes no pueden quedar en medio de diferencias políticas.

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