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El grito de Cuauhtémoc Blanco resonó en todo el Estadio Azteca. Con ese grito se rompían muchos sueños, muchas ilusiones, muchas fantasías.
Era el 8 de octubre de 2000, la Selección Mexicana dentro de las eliminatorias hacia el Mundial de Corea y Japón 2002 se enfrentaba en contra de Trinidad y Tobago.
Todo parecía normal. El Tricolor ganaba con facilidad 6-0, en los pocos tiempos felices que tuvo el cuadro nacional bajo el mando de Enrique Meza.
Entonces sucedió. Minuto 73, Cuauhtémoc recibió un servicio de Pável Pardo dentro del área, al recibir hizo el recorte y antes de que se diera cuenta, los tacos del defensa Ancil Elcock se fueron sobre su rodilla izquierda.
Lo rompió.
Entrada durísima, entrada que le dolió a todo México y le rompió al “Cuau”, además de los ligamentos, su futuro en Europa.
“Iban por él”, acepta Claudio Suárez, compañero del 10 en ese juego, que desde la banca vio esa entrada calificada como criminal: “Iban a lesionarlo. Cuauhtémoc les había ganado solo ese partido con goles y con pases. Desde lejos se vio la intención, no fueron ni por el balón. Fue una entrada con mala saña, aunque debo aceptar al inico, no pensé que fuera tan grave”.
Dentro del campo de juego, los compañeros del delantero buscaban al infractor para una explicación, en la banca todo se tensionó. “Lógico, nos comenzó a preocupar la lesión. En el vestidor, todos le preguntábamos cómo se sentía, decía que bien... La realidad es que estábamos más preocupados por cómo jugábamos, no nos iba bien con el profe, y cuando conocimos la gravedad del golpe a Cuauhtémoc, la preocupación creció mucho más”.
El equipo nacional mexicano tuvo que comenzar a aprender a vivir sin Blanco, lo que fue difícil, tanto que Meza tuvo que dejar el cargo ante la falta de resultados.
“Pero volvió”, menciona Claudio aún emocionado, “un año después regresó y nos calificó al Mundial. Esos dos goles que le metió a Jamaica allá en la isla fueron claves. Sé que después de la lesión ya no fue el mismo, pero su calidad nunca la perdió, y su inteligencia en la cancha se incrementó”.
Esa artera patada frenó la carrera de Blanco en Europa, pero en cambio hizo más grande su leyenda en México.
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