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Imola 1994. Esa es la primera carrera que Sergio Pérez recuerda. Tenía apenas cuatro años, pero por la reacción de sus familiares, que vieron por televisor el Gran Premio de San Marino, supo que algo trágico pasó en aquel mundo que aún no comprendía del todo.

Esa carrera será recordada porque fue en la que falleció el ídolo brasileño Ayrton Senna, el que años más tarde se convirtió en el héroe del piloto tapatío, quien emprendió la aventura en pos de un sueño, el de convertirse en campeón mundial de la Fórmula Uno, donde compite desde hace cinco temporadas.

Pero las carreras nunca fueron la prioridad de ‘Checo’ en su infancia. Lo suyo era el futbol. Una afición que lo llevó a priorizar a la pelota por encima de cualquier carrera de go karts, los que empezó a correr desde los seis años de edad. Su equipo favorito, el América.

Su padre, Antonio Pérez, que siempre lo llevó a carreras de autos, le planteó la difícil decisión de meterse de lleno al automovilismo o tomarlo como un hobby. Pérez, de 12 años, se comprometió a asumirlo con más formalidad y decidió que quería ser piloto de Fórmula Uno.

‘Checo’ solía ser un niño tímido en la escuela, de los que casi no pronunciaban palabras. Era de carácter reservado, un poco introvertido. Pero demostró una personalidad dual, pues se transformaba cada vez que se colocaba detrás del volante. Se convertía en un competidor con carácter, siempre con la determinación de lograr la victoria. Incluso, a sus 15 años, llegó a competir contra jóvenes que le aventajaban cinco o seis años de edad.

En 2001, la Escudería Telmex se empezó a interesar en el accionar de Pérez, que empezó a lograr resultados importantes a nivel nacional. Respaldado con patrocinio viajó a Alemania en donde enfrentó el reto de vivir solo y lejos de la familia.

Fue ahí, en Europa, que se dio cuenta que la parte más difícil de todas era la primera temporada fuera del entorno de comodidad.

Su paso por la Fórmula BMW lo impulsó a la Fórmula 3 Británica.

‘Checo’ empezó un largo camino por Europa que lo llevó a la GP2 por tres años, en donde acabó de pulir sus habilidades con triunfos destacados como el que obtuvo en el mítico circuito de Mónaco. Sus logros empezaron a resonar en México, pues se perfilaba como un potencial piloto de Fórmula Uno.

En los primeros días de octubre de 2010, Carlos Slim Domit, su principal patrocinador, le pidió firmar un documento sin darle más explicaciones. Días después se reunieron para enseñarle el comunicado que liberarían para anunciar su arribo a la escudería Sauber y, con ello, terminar la sequía de 30 años sin ningún mexicano en la Fórmula Uno.

Su mejor año hasta el momento, como el propio Sergio asegura, es 2012. Ahí sorprendió al mundo de la F1 con tres podios a bordo de un limitado Sauber basado en una conducción al límite y su habilidad para extender la vida de neumáticos en cada vuelta. La de 2013 representa su peor temporada, cuando consiguió un lugar con la escudería McLaren. Llegó a un equipo histórico que atravesó por el peor momento de su trayectoria.

Ahora con Force India, Sergio no quita el dedo del renglón. Sigue en lucha por su meta: un día convertirse en campeón mundial. Para ello ya aseguró una tercera campaña con la escudería hindú. Con estos colores regresa al Distrito Federal para disputar el Gran Premio de México, 23 años después de que se corriera la última carrera de Fórmula Uno en territorio azteca. La ansiedad se vive al máximo.

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