Julián es un joven de 18 años que acaba de comenzar sus estudios universitarios. Al igual que sus compañeros, todas las mañanas se baña; pero, a diferencia de éstos, él tarda, en promedio, dos horas en hacerlo. ¿Por qué? Porque una idea obsesiva lo domina: la de evitar a toda costa que cualquier brizna de suciedad quede en su cuerpo y lo contamine... De esta manera, Julián se enjabona y se talla minuciosamente hasta cuatro o cinco veces cada mañana los siete días de la semana.

De un tiempo acá, esta costumbre obsesiva se ha arraigado tanto en la mente de Julián que ya ha empezado a dejar de asistir a clases por temor a no haber quedado absolutamente limpio después de bañarse. Julián padece el llamado trastorno obsesivo compulsivo (TOC), cuya causa específica se desconoce hasta la fecha.

Se estima que 1.8% de la población mundial padece este trastorno psiquiátrico; además, tiene más incidencia en los hombres que en las mujeres, en una proporción de dos a uno.

El TOC está caracterizado por pensamientos intrusivos, recurrentes y persistentes que ocasionan inquietud, aprensión, temor o preocupación, y por conductas repetitivas, o compulsiones, dirigidas a reducir la ansiedad asociada. Dichos pensamientos y conductas repetitivas pueden agravarse tanto que llegan a mermar la funcionalidad de quien sufre este trastorno.

Las personas con TOC cometen fallas de planeación, anticipación y organización, pierden la noción de lo que es una funcionalidad rutinaria y se concentran obsesivamente —sin importarles otra cosa— en un solo aspecto o detalle que para los demás puede parecer nimio, pero que para ellos es esencial.

Sus pensamientos obsesivos rumiatorios los impulsan a bañarse durante horas o a lavarse constantemente las manos por miedo a adquirir alguna infección o enfermedad, o a ordenar la ropa u otros objetos por color o de cierto modo... Es decir, se vuelven personas obsesivas en su rutina diaria, lo cual también les crea dificultades en sus relaciones familiares e interpersonales, en sus estudios o en su trabajo, ya que pierden mucho tiempo en sus obsesiones.

“Y hay que considerar el alto nivel de comorbilidad que el TOC presenta con otros trastornos o enfermedades, como ansiedad y depresión, en el mejor de los casos, y trastorno bipolar o esquizofrenia, en el peor. La persona se hace muy poco funcional, incluso es posible que abandone sus actividades cotidianas y dependa totalmente del cuidado de su familia”, señala Norma de Jesús Yépez García, psicóloga del Departamento de Psiquiatría y Salud Mental de la Facultad de Medicina (FM) de la UNAM, que desde hace tres años encabeza un protocolo de investigación en estudiantes de esta casa de estudios, para tratar el deterioro cognitivo de los pacientes con TOC.

Después de los 12 años

Por lo general, este trastorno se manifiesta con más frecuencia después de los 12 años de edad. Cuando aparece antes (entre los ocho y los 10 años, regularmente), los padres del paciente no saben detectarlo, por lo que su manejo y tratamiento suelen resultar más complejos y difíciles.

De acuerdo con el Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders o DSM, por sus siglas en inglés), de la Asociación Estadounidense de Psiquiatría, el TOC debe cubrir ciertos criterios para ser considerado como tal. Entre éstos destacan dos: que los pensamientos y compulsiones de la persona sean constantes y repetitivos, y sobre todo que, como consecuencia de esta obsesividad, su nivel de funcionalidad baje a menos de la mitad y no le permita realizar sus actividades cotidianas.

“Es importante señalar que todos los pacientes con TOC sufren deterioro cognitivo. Ahora bien, si un individuo con este trastorno ha recibido una buena atención psiquiátrica, quizás este deterioro no sea grave. En ese caso, nosotros podemos proporcionarle la estimulación cognitiva necesaria para que funcione adecuadamente. Asimismo, según la comorbilidad que tengan, pueden ser más o menos funcionales. Si tienen una comorbilidad con ansiedad o depresión, todavía pueden ser funcionales y seguir yendo a la universidad, por ejemplo, aunque deben recibir un manejo muy específico”, dice Yépez García.

Hay que distinguir entre las conductas obsesivas compulsivas y los rasgos obsesivos. A diferencia de las primeras, éstos pueden beneficiar a una persona, siempre y cuando no se desborden.

“Muchos individuos poseen rasgos obsesivos, es decir, son constantes, minuciosos, se preocupan por hacer su trabajo lo mejor posible… Pero todo tiene un límite: cuando un rasgo obsesivo se desborda, puede originar un trastorno obsesivo compulsivo y, por ende, un deterioro cognitivo.”

Resultados

El primer abordaje de un paciente con TOC es psiquiátrico: con inhibidores selectivos de la recaptura de serotonina, compuestos usados en el tratamiento de cuadros depresivos, trastornos de ansiedad y algunos trastornos de personalidad.

Y al cabo de dos meses, por lo menos —es decir, una vez que remiten los síntomas gracias a la acción de estos compuestos—, se inicia en el Departamento de Psiquiatría y Salud Mental de la FM una terapia psicológica conductual que incluye una orientación dirigida a los padres para que conozcan la naturaleza del trastorno, cuál es el deterioro que provoca y cómo tienen que tratar a su hijo en casa.

“Por lo que se refiere a nuestro protocolo de investigación en estudiantes universitarios, la intervención consiste en entrenar, mediante un programa de entrenamiento cognitivo por computadora denominado Captain´s Log, procesos intelectuales tales como la atención, la concentración, la memoria y el razonamiento lógico, que son los que se deterioran principalmente con el TOC. La idea es que, vía la repetición y búsqueda de solución de ciertos ejercicios, se rehabiliten esos procesos.”

Para participar en este protocolo de investigación, los candidatos (alumnos de los planteles de la Escuela Nacional Preparatoria y del CCH, así como de las facultades de la UNAM) deben cumplir estos requisitos: que hayan sido diagnosticados con TOC, según los criterios del DSM y otras escalas psiquiátricas que se les aplican en el Departamento de Psiquiatría y Salud Mental de la FM; que hayan presentado síntomas de este trastorno después de los 12 años, por lo menos (quienes los presentan antes de esa edad llegan a tener comorbilidad con trastorno bipolar, esquizofrenia o psicosis, por lo que requieren otro tipo de intervención); que ya muestren deficiencias a nivel académico por fallas de atención, concentración y memoria, sobre todo en habilidades relacionadas con la planeación, la anticipación y la organización; y que hayan recibido tratamiento farmacológico durante dos meses, por lo menos.

“Nuestra propuesta original fue trabajar con 10 sujetos, pero debido a su problema es muy difícil que las personas con TOC se apeguen a un tratamiento. De 25 sujetos que seleccionamos, únicamente cuatro han terminado el nuestro, que dura seis meses y se divide en 20 sesiones de media hora cada una (dos por semana)”, indica Yépez García.

En esas sesiones, los jóvenes deben resolver en la computadora —y en un lapso determinado previamente— problemas con diferentes niveles (básico, intermedio y alto). Yépez García ha observado que, con esta estimulación cognitiva, experimentan una mejora en su capacidad de atención, concentración, memoria y razonamiento lógico, lo cual es fundamental para que puedan rendir adecuadamente en sus estudios.

“A nivel de puntuación, si tienen un coeficiente intelectual de 100 al inicio del tratamiento, al final logran incrementarlo de 10 a 14 puntos. Ahora queremos captar a los seis sujetos que nos faltan para terminar nuestro protocolo de investigación y dar a conocer sus resultados”, finaliza.

Los alumnos interesados en participar en este protocolo de investigación deben acudir al Departamento de Psiquiatría y Salud Mental, de la FM de la UNAM, en Ciudad Universitaria.

Google News

Noticias según tus intereses