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La investigación musical en México, a nivel institucional, nació a principios del siglo XX gracias al trabajo de los primeros investigadores que viajaban a través de la República para documentar la expresión artística en el país, así se pudieron conocer muchas tradiciones de folclore, algunas de ellas, como las de origen prehispánico, han dejado de existir. Es una disciplina compleja, pues involucra otras áreas del conocimiento, como historia, antropología, filosofía y sociología.

Ante el vasto territorio que suponía la música en nuestro país, se creó en julio de 1974 el Centro Nacional de Investigación, Documentación e Información Musical Carlos Chávez (Cenidim), una de las cuatro entidades nacionales de investigación del INBA, para impulsar el estudio y conocimiento de la música de México, así como su rescate, conservación y divulgación.

Entre los acervos materiales más importantes que se encuentran bajo su resguardo destacan la Colección Jesús Sánchez Garza, que contiene cientos de partituras novohispanas y del siglo XIX, y el Archivo Baqueiro Fóster, que incluye una vasta cantidad de libros de teoría, partituras, cartas, programas de mano, recortes de periódico y fotografías, entre otros documentos, que pertenecieron al músico, crítico, mecenas y musicógrafo campechano Gerónimo Baqueiro Fóster.

El Centro cuenta además con una colección de instrumentos musicales de origen étnico y folclórico de todo el mundo (289 instrumentos).

Durante este año, el Cenidim ha festejado sus 40 años con diversas actividades, como el Coloquio Iberoamericano sobre Investigación Musical, la Cátedra Jesús C. Romero; charlas sobre temas como la catalogación e investigación musical en la era digital, el rescate de la música virreinal de la Cátedra Guatemala y los programas de mano como facilitadores de información.

Los festejos concluyen con la muestra Cenidim. 40 años construyendo la memoria musical de México, con la curaduría de Jimena Palacios, que se presenta hasta febrero en la Biblioteca de las Artes del Centro Nacional de Arte, con la que se pretende mostrar al público lo que significa investigar música, así como dar a conocer algunos de los valiosos acervos que resguardan.

Las joyas del Cenidim. Entre los documentos más importantes del Centro se encuentran las primeras investigaciones que se llevaron a cabo durante las primeras décadas del siglo pasado, como fotografías y documentos, reproductores antiguos, instrumentos musicales de Nayarit, Sonora, Jalisco, Guerrero; así como un guitarrón, máscaras y otros objetos relacionados con danzas. “Estas primeras aportaciones sirvieron como plataforma para la investigación musical”, explica Palacios.

Uno de los archivos está relacionado con la danza nayarita conocida como La urraca, que al día de hoy sigue existiendo; se trata de una expresión cultural con la que dan inicio las fiestas patronales de San Antonio de Padua. Es intepretada por hombres con la intención de que a través de su danza hagan llover, y son acompañados por los sonidos de violín, guitarra, maracas y zapateado.

“Esta investigación inicial nos muestra cómo la gente ejecutaba la música, grababan la música y la transcribían, tomaban fotografías de las danzas y luego las dibujaban para su publicación, recopilaban los instrumentos musicales y después hacían publicaciones —actualmente ya no se editan porque ahora se cuentan con otras tecnologías— para presentar todos sus resultados, son documentos muy artesanales”, cuenta Palacios.

La curadora e investigadora musical refiere que al crearse el Cenidim se comprendió que era importante contar con un acervo para consolidar el Centro, por lo que se solicitó a las embajadas del mundo instrumentos de países como China, Japón, Brasil, Cuba, Israel, Australia, Francia, Grecia, Noruega y Finlandia. “Toda esta colección ha permitido conocer el mundo de los instrumentos musicales de las más distintas regiones y culturas”, asegura.

Con el tiempo también se buscaron instrumentos de relevancia histórica nacional. “El Centro adquiere el nombre de uno de los compositores y músicos más importantes de México, Carlos Chávez, por eso dos de los objetos más preciados del acervo es el teponaztli y el huehuetl que Chávez mandó construir para el estreno de una de sus obras más encumbradas y alabadas, ‘Sinfonía India’”, dice Palacios.

Según el investigador Gabriel Pareyó, el teponaztli es un instrumento del tipo de tambor de hendidura de origen mesoamericano usado por aztecas y mayas, que consiste en un tronco de árbol grueso, ahuecado por abajo para que se forme una cámara de resonancia.

Mientras que el huehuetl es un tambor americano con forma de tubo que empleaban los aztecas, se construía con el tronco de un árbol ahuecado, colocado verticalmente y abierto al fondo.

Sobre los documentos más importantes se encuentran tres manuscritos de otro de los compositores más relevantes en México, Manuel M. Ponce. “Se trata de ‘Balada mexicana’, de 1919, que está preservada en el Cenidim. En la exposición sólo mostramos una reproducción digital debido a que se trata de un acervo que requiere de mucho cuidado”, comenta la investigadora.

En este archivo destaca también una de las publicaciones más relevantes del Cenidim, la revista de investigación musical Heterofonía, fundada en 1968 por Esperanza Pulido, así como Tesoro de la música polifónica en México, una colección de música mexicana de la época colonial proveniente de catedrales, conventos y colecciones privadas. “Han sido muy importantes para el proceso de la investigación porque han brindado información muy importante”, cuenta la curadora.

De músicos como Julián Carrillo se encuentra un dibujo dedicado a Baqueiro Fóster, dos páginas de 11 cartas en las que habla sobre teoría musical que en su momento fueron revolucionarias; las portadas de la revista Nuestra música, editada por grandes compositores como Carlos Chávez, Blas Galindo, Rodolfo Halfter; la Colección Jesús Sánchez Garza, formada por música virreinal del siglo XVI y XVII, y partituras de villancicos; el Archivo José F. Vásquez, compositor de principios del siglo XX, del que destaca su ópera “El mandarín”, cuyas partichelas están acompañas de dibujos de mandarines, con lo que se muestra una estética de cómo se escribía música a principios del siglo XX; la partitura original de dos óperas del compositor Cenobio Paniagua poco conocidas y tocadas en el país, “Catalina de Guisa” y “Pietro D'Abano”, compuestas a mediados del siglo XVIII con una caligrafía que prácticamente ha desaparecido.

El proceso de catalogación del acervo del Cenidim está en curso, por lo que por ahora es difícil precisar la cantidad. Por su dimensión se encuentra ubicado en distintas partes, por ejemplo el sonoro está en la Fonoteca Nacional; otros archivos están en la Biblioteca de las Artes, y el Fondo Reservado y los instrumentos están en el octavo piso de la Torre de Investigación del Cenart.

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