El escritor Rircardo Piglia falleció hoy a los 75 años a causa de las complicaciones generadas por la esclerosis lateral amiotrófica, una enfermedad degenerativa que padecí­a hace años, dejando a la literatura hispanoamericana huérfana de una de sus voces más lúcidas y representativas, capaz de transitar los intersticios entre la crítica, la novela, el ensayo, el guión y la docencia.

Su muerte enluta al mundo de las letras a poco de haber sido publicada la segunda parte de esa obra total que conforman "Los Diarios de Emilio Renzi"; alter ego que atravesó con mayor o menor asiduidad su trabajo y que comenzó a delinear hace 57 años como por obra del azar, cuando tomó un cuaderno y en medio de una mudanza que lo obligaba a abandonar con sus padres su ciudad natal de Adrogué, anotó las primeras observaciones sobre su propia vida.

Esos diarios, tarea titánica que implicó un inmenso trabajo de relectura y edición que lo mantuvo ocupado hasta el fin de sus días, son el legado más cercano que deja Piglia a sus lectores: el presente constante de un narrador en estado puro, siempre interviniéndose a sí mismo.

Caracterizada por los cambios de registros y estilos, la escritura profana de Piglia funcionó como radiografía de época y, mejor que nadie, encarnó ese borramiento de bordes con textos que destilaban pura literatura más allá del género en el que pudieran encuadrarse y de la insistencia con que los cruzara.

De esta manera, su huella trasciende la novela para alcanzar el cine, como guionista y a partir de su propia obra en el caso de la taquillera Plata quemada; pasa por la pantalla chica, donde ofreció un ejercicio similar a la del claustro y el ensayista, con programas como "Borges por Piglia"; y se inmisculye hasta en la ópera, para la que adaptó La ciudad ausente.

Esa versatilidad no fue su única constante, la otra acción irrenunciable de este escritor fueron sus diarios: páginas y páginas escritas pacientemente, en forma aleatoria, repetitivamente durante más de 50 años; las mismas que concibieron a Emilio Renzi, personaje, alter ego y seudónimo de quien reconoció en esta reiteración "la novela de una vida".

"Para mí­ es una novela aunque el material sea verdadero y personal", dijo sobre los diarios que comenzó a garabatear a los 16 años mientras dejaba Adrogué para migrar a Mar del Plata; que lo acompañaron en sus primeros días de escritor en Buenos Aires; y luego en los Estados Unidos, adonde impartió clases durante 15 años en universidades como Harvard y Princeton; hasta el reconocimiento a su regreso, en 2001, al país.

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