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“López Velarde consideraba a Rubén Darío y a Leopoldo Lugones como los ‘árboles máximos, pero Darío tenía para él —ha tenido en el curso de un siglo— ‘la facultad internacional’. Es el ‘Padre de la poesía latinoamericana moderna’ y, aunque no les guste, de la española. A diferencia de Manrique o San Juan de la Cruz, que hicieron una obra breve e irrepetible, la de él, como la de Lope y Quevedo, es amplia y muy variada, y está hecha, en sus mejores poemas, sobre todo los confesionales, de material que nunca envejecerá”, afirma el poeta Marco Antonio Campos.

En el marco del centenario de la muerte del poeta que llevaba por nombre Félix Rubén García Sarmiento, que se cumple hoy, tres pares mexicanos, David Huerta, Marco Antonio Campos y Homero Aridjis, hablan del también periodista y diplomático nicaragüense, máximo representante del modernismo literario en lengua española.

Para Huerta, la poesía de Darío está viva, incluso vivísima. “Otra cosa es que no lo quieran leer las muchedumbres indefinidas; no es culpa de él, sino de ellos, de los integrantes de esas tribus o manadas. Me consuela saber que él, cometiendo un explicable anacronismo, se ha dedicado a olvidar minuciosamente a todos esos descomedidos que no lo leen. Ellos se lo pierden.”

El columnista de EL UNIVERSAL agrega: “Una y otra vez lo han atacado, algunas veces por razones viles (C. M. Bowra, L. Cernuda: un racista inglés, un racista español), por envidias nacionalistas (Juan Valera, quien lo acusó de padecer ‘galicismo mental’), a veces por razones no menos viles, como la política (el chileno Enrique Lihn, por ejemplo, que lo despacha como un ‘mito’ inadmisible). Están, claro, todos los que lo llaman ‘cursi’ o ‘decadente’ o hasta lo descalifican ¡por alcohólico y bohemio!”.

Justo hoy se conmemora el centenario de la muerte del poeta, llamado “El príncipe de las letras castellanas” y “Padre del modernismo”, pero en pocos países de habla hispana se le ha recordado. Sólo Nicaragua ha emprendido actividades pero sin que en realidad lleguen a un homenaje nacional.

En enero se realizó el XIV Simposio Internacional Rubén Darío con la participación de integrantes de las 22 academias de la Lengua Española; además de lecturas de poesía, muestras de libros, proyecciones y discusiones, en varios espacios, como el Banco Central y el Museo Archivo Rubén Darío.

Nicaragua emitió el 4 de enero un decreto en el que orienta honrar al “Insigne maestro de maestros”, en ocasión de conmemorarse el centenario de su muerte. En León, la ciudad que lo vio crecer, inaugurarán el Parque de la Cultura y la Dignidad, donde habrá fuentes, bancas, andenes y varios bustos de intelectuales y héroes nacionales.

Más allá de Nicaragua, nada. El poeta y activista Homero Aridjis dice que es una vergüenza que ni Nicaragua ni Hispanoamérica ni España muestren preparativos para celebrar el cuarto centenario de la muerte de Miguel de Cervantes ni el centenario del fallecimiento de Rubén Darío, quien falleció el 6 de febrero de 1916.

“Darío fue uno de los poetas más importantes de fines del siglo XIX y comienzos del XX. Con él, España dejó de influir a Hispanamérica y, en cambio, Hispanoamérica influyó a España”, afirma Aridjis, quien agrega que el movimiento modernista tuvo gran impacto desde México hasta Sudamérica. Recuerda que sus poemas “Phocas el campesino”, “Lo fatal”, “Metempsicosis”, “Oda a Roosvelt” y muchos más eran leídos y recitados en habla española.

Marco Antonio Campos dice que Darío tuvo auténtica veneración por todo lo francés; que sus dioses en el siglo XIX fueron franceses, Víctor Hugo, del que admiraba el hálito poderoso, y Verlaine, “padre y maestro mágico”, a quien dedicó un responso inolvidable. También asegura que Darío logró que Cantos de vida y esperanza fuera uno de los libros mayores de toda la poesía en nuestra lengua; además tuvo un buen número de poemas admirados, “para decirlo con un término de Rimbaud, son ‘absolutamente modernos’”.

Campos agrega: “Darío dio una nueva música a la poesía en lengua española. Él abrió las puertas para que la poesía latinoamericana —desde Argentina y Chile a Colombia, Cuba y México— fuera la mejor de occidente en el siglo XX. Darío fue el primer poeta latinoamericano que puso nuestra lírica en el mundo. No en balde Borges, Reyes, Neruda, Vallejo, Huidobro y Paz lo enaltecieron una y otra vez”.

Aridjis añade que sus libros Azul, Prosa profana y Cantos de vida y esperanza fueron muy populares y que “no se entiende la literatura hispanoamericana actual sin el Modernismo, el primer movimiento que transformó la cultura latinoamericana”.

Marco Antonio Campos afirma que los clásicos son siempre actuales, “pese a promociones de poetas y críticos miopes, que no lo han leído o lo han leído mal o sólo han leído un poema aquí y allá. Darío puede prescindir de la ignorancia o el olvido temporales. Nadie me enseñó a admirar tanto a Darío que mi inolvidable maestro Ernesto Mejía Sánchez, estudioso infinito del nicaragüense y de Alfonso Reyes”.

Huerta tampoco duda de la enorme calidad poética de Rubén Darío, dice que siempre tiene sus poemas a la mano, en especial los Cantos de vida y esperanza, libro que Juan Ramón Jiménez ayudó a preparar y, al parecer, hasta llevó a la imprenta.

“Ha tenido admiradores formidables: la lista es larga, e importa mucho, pero aquí no voy a hacerla. Hace dos días releía el precioso texto de Antonio Gamoneda sobre las ‘Prosas profanas’. Y siempre tengo presente un suntuoso y llameante poema mexicano que juzgo la última obra maestra del modernismo, titulado ‘Responso por un poeta descuartizado’. ¿Se acuerdan de quién es?”, concluye David Huerta.

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